La medida más eficaz hoy es aislar al sujeto del contacto social
Los delitos sexuales son de naturaleza social, implica un ataque al individuo, pero se proyecta como un problema social por las implicancias que genera a la víctima de esos delitos. Así, la violación ejercida sobre un niño quedará como una incertidumbre en su construcción varonil, y si ésta es repetida, alterará fuertemente su identidad masculina. No será homosexual si ésa no es su condición innata, pero nunca se sentirá un varón consolidado. Si este delito es cometido sobre una niña afectará fuertemente la confianza hacia lo masculino y la consecuente dificultad en participar de una pareja primero y de una familia después; no es que no puedan llevar adelante estas acciones, pero se verá deteriorada la calidad tanto de la pareja como de la posterior familia.
Los delincuentes agresores sexuales sienten una fuerte tendencia hacia este tipo de delitos a tal punto que en algún momento de sus vidas se convierte en una necesidad. El violador, por ejemplo, se sacia el acto de violar y calma momentáneamente su tendencia hasta que, cíclicamente, vuelve a aparecer el deseo perverso y reincide en otra violación. No hay castigo que pueda frenar esto si continúa en contacto con la población. Tampoco es de utilidad la castración física o química, ya que para el violador el seguimiento de la presa y el terror en su víctima son tan o más placenteros que la penetración misma.
A lo largo de la civilización se ha aplicado todo tipo de tratamiento para modificar al delincuente sexual, desde la farmacología hasta la psicoterapia, con aparentes resultados positivos iniciales en algunos casos para después de un tiempo comprobar que el delincuente ha cometido otro hecho aberrante. La frustración terapéutica es la norma en estos delincuentes. Hasta el momento la medida más eficaz, una vez que ha cometido el primer delito, es aislarlo del contacto social. Tampoco existe la posibilidad de prevenir el delito inicial, ya que estos individuos se camuflan como seres agradables, tranquilos o seductores en los más variados oficios donde pueden seleccionar su víctima. O pueden deambular hasta seleccionar a una persona y seguirla o, en un alto porcentaje, son allegados a la víctima.
Es positiva para el estudio de estos perversos la iniciativa de reunirlos en un solo establecimiento carcelario sin mezclarlos con delincuentes de otra índole. Una observación científica podrá sacar así conclusiones de valor para orientar sobre la conducta a seguir con estos asociales: es mucho el daño que provocan como para no darle la importancia y los recursos para que estas investigaciones prosperen.
El autor de la nota es psiquiatra, especialista en psicopatía
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