Vuelo mortal: el horror contado por los sobrevivientes
Miedo y dolor dominaron los 20 minutos entre la caída del avión y el rescate en el río
Atrapados entre el miedo y el caos trataban de encontrar alguna señal tranquilizadora. ¿Flotaban? ¿Se hundían de a poco? ¿Cómo podía ser que el avión estuviese en el agua? Dolor, llanto y cuerpos apretados. Y luego el silencio de la tragedia, roto sólo por gritos. Gritos desgarradores. Y la convivencia por 20 minutos con la muerte.
¿Flotaban? ¿Se hundían? Uno de los pasajeros gritó tratando de encontrar la respuesta de Leandro Larriera, el piloto. Pero no tuvo respuesta.
"Yo viajo en el asiento del copiloto",había dicho Gustavo Fosco –ingeniero de Renault– en el aeropuerto de San Fernando, antes de subirse a la derecha de Larriera. Él tampoco respondía.
A partir de testimonios de sobrevivientes y familiares de los pasajeros del avión que cayó en el Río de la Plata el martes pasado, frente a Carmelo, LA NACION reconstruyó los minutos posteriores al accidente hasta que comenzó el rescate. Cinco pasajeros murieron y cuatro sufrieron heridas.
A Sebastián Vivona, Gustavo Fosco, Facundo Alecha, Fernando Lonigro, Santiago Villamil, Ignacio Llosa, Fernando Sánchez y Gisela Buery les esperaba un vuelo corto en un avión que, para los entendidos, tiene un alto grado de seguridad.
Los llevaba un piloto que conocía de memoria aquella ruta. Larriera no sólo hacía años que volaba, sino que su familia tiene como pasión los aviones. Su abuelo materno tuvo una escuela de aviación y su madre también es piloto. Estaban en manos profesionales.
Pero todo terminó en el río. Por las pequeñas ventanas se veía el agua marrón del Río de la Plata. Y otra vez: ¿flotaban? ¿Se hundían de a poco? ¿Cómo poder entender qué había sucedido? ¿Cómo encontrar respuestas en una situación límite?
Dentro del fuselaje la tragedia se paseaba. La única mujer que iba en el vuelo gritaba de dolor. Otros dos pasajeros intentaban pedir auxilio con sus celulares. El restante estaba prácticamente inmovilizado por un cuerpo inerte que lo aprisionaba.
Los minutos fueron horas. ¿Era real lo que sucedía? Aturdido, uno de los sobrevivientes logró ver unas siluetas por las ventanillas del avión. "¡Pará... no abras! ¡Nos vamos a llenar de agua, nos ahogamos!" Todo era agonía, dolor y sufrimiento.
La visión no estaba clara. "¿Cómo puede ser que el agua les llegue a las rodillas?", se preguntó uno de los sobrevivientes. ¿Era verdad? ¿Alucinación? Imposible encontrar respuestas en medio de la tragedia.
La puerta, finalmente, se abrió y dio lugar a la esperanza. Los socorristas retiraron un cuerpo. Ya no había nada que hacer; lo apoyaron en un ala. Y como sucede en esos casos, la atención se posó en los vivos.
El primero fue sacado en camilla. Pero el apuro metió la cola y terminó en el agua. Empapado inició el viaje en la cesta hacia el helicóptero. Abajo quedaba el avión apoyado en el barro del lecho del río. Otro vuelo, esta vez, hacia la salvación.
Aún nadie puede explicar qué pasó. Las palabras de los que quedaron con vida aún están aturdidas y la investigación sobre el siniestro llevará tiempo.
Dicen que los que iban de espaldas y con el cinturón abrochado estuvieron algo más al resguardo del golpe. No hay demasiadas precisiones sobre si hubo una explosión que precipitó la caída.
Todos coinciden en que ese mediodía la niebla era protagonista. Pero no mucho más. Los que quedaron con vida podrán repasar alguna vez cómo fue el rescate. Por ahora hay una consigna: no preguntarles nada de aquellos traumáticos minutos. Sólo escuchar lo que quieran contar y acompañarlos en la recuperación.
Los esperaba una tarde de tranquilidad en la apacible Carmelo. Casa Chic, el hotel boutique de Federico Bonomi, el dueño del avión, quedó esperando. La pista de tierra de la pequeña ciudad uruguaya nunca recibió aquel avión. Las paredes de madera de la recepción del aeródromo se quedaron a la espera del vuelo.
Había pasado el mediodía y en la casa de uno de los familiares de los pasajeros sonó el teléfono. Atendió su padre. "El avión se cayó, pero dicen que están todos bien", escuchó que le decían. Inmediatamente prendió el televisor. "C5N transmitía y vi cuando ponían un cuerpo sobre un ala", contó ayer. Corrió al aeropuerto de su ciudad y, casi desafiando al destino, tomó otro vuelo para llegar lo antes posible a Buenos Aires. "No sabía qué venía a buscar." La aeronave hizo una escala y allí lo sorprendió el terror. "No quería prender el celular. Me daban miedo las noticias." Pero finalmente lo encendió. Y la llamada llegó. "Está vivo", fue lo primero que escuchó.
Y entonces también empezó a vivir su propio vuelo; a la esperanza y al reencuentro. Ya en Buenos Aires, se reencontró con parte de su familia. Y empezaron las llamadas y el alivio. Pero a media tarde el frío corrió por la sangre de esa familia. El secretario de Seguridad, Sergio Berni, intentó dar certezas a las familias y leyó el nombre de los cuatro heridos. Se sabía, además, que había cinco pasajeros fallecidos.
Entonces la confusión se apropió de varios. "Está vivo", decían en la familia. Pero la información oficial era otra. Todos confiaban en una llamada que llegó desde Uruguay en el que las noticias eran distintas de las que daba Berni. Pero no había más que aquella llamada para aferrarse al milagro.
Corrieron las horas y Berni volvió a los micrófonos. Esta vez para corregir aquella lista. Dijo que el error se originó en información que llegó desde Uruguay. Lo cierto es que horas después del siniestro las autoridades no sabían qué había pasado. Uno de los pasajeros no estaba internado y otro de los que no habían sido nombrados reposaba en una cama en Colonia. El peso de la muerte se trasladó de unos a otros.
Todo terminó en el Río de la Plata para algunos. Y todo empezó en el Río de la Plata para otros, para los afortunados que dejaron ese lugar que nunca olvidarán colgados en una cesta rumbo a la vida.
Será operada la sobreviviente
Paula Buery, de 37 años, la organizadora de eventos de TTS Viajes que se accidentó en el avión que cayó en el Río de la Plata, será operada en los próximos días de dos fracturas, una en la pelvis y la otra en la pierna derecha. Lo confirmó su hermana Mariela, a LA NACION antes de ingresar en el sanatorio Los Arcos, de Palermo, donde la sobreviviente, permanece internada en terapia intensiva.
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