Gloria Vanderbilt: multifacética diseñadora e ícono de la moda
NUEVA YORK.- Gloria Vanderbilt, la heredera de la alta sociedad que bordó el ilustre nombre de su familia en jeans de diseño, construyó un imperio de US$100 millones y acaparó la prensa sensacionalista con la batalla legal por su custodia, divorcios escandalosos y romances del jet-set, murió ayer en su hogar de Manhattan. Tenía 95 años.
Para los millones de mujeres y hombres que usaron sus jeans, blusas, bufandas, zapatos, joyas y perfumes, que vieron su cara alabastrina, su cabellera azabache y su esbelta figura en las revistas, y que la vieron lucirse en televisión mientras proclamaba que sus esbeltos jeans "realmente te abrazan el trasero", Vanderbilt era una seductora diva de la moda, un poco traviesa, de la década de 1970.
Pero detrás de ese encanto y de ese susurro gutural practicado con esmero -una voz engolada que traicionaba su paso por colegios de excelencia y sus veranos en Newport- siempre asomaron los atisbos de aquella niña de la década de 1930 que tartamudeaba de timidez y de impotencia para expresar sus sentimientos, y de una tumultuosa vida que la prensa de chimentos seguía al dedillo: sus romances con celebridades de Hollywood, su soledad, sus estallidos de creatividad, y el terrible golpe de presenciar el suicidio de un hijo.
En algún momento, la prensa también empezó a informar sobre el verdadero éxito de su industria de moda -así como de los problemas impositivos, legales y económicos que tuvo al final de su vida-, y a reexaminar su tumultuosa vida con un interés más profundo. Vanderbilt recibió elogiosas críticas por su libro de memorias, donde pasa revista de las dolorosas traiciones de sus esposos, amantes, y de sus padres: un playboy al que nunca conoció y una negligente madre adolescente, a quienes perdonó.
Durante los Años Locos y los de la Gran Depresión, Vanderbilt fue la niña más famosa de Estados Unidos que no perteneciera al ámbito de Hollywood, tataranieta del "comodoro" Cornelius Vanderbilt, magnate de los ferrocarriles y los vapores del siglo XIX. Cuando era una beba, Gloria heredó un fideicomiso de US$2,5 millones -equivalentes a US$37 millones actuales-, que no podía tocar hasta cumplir 21 años, aunque su madre podía retirar unos US$50.000 anuales.
Los diarios la llamaban "pobre niña rica". Su padre, alcohólico, murió cuando Gloria todavía no caminaba. Su madre la dejó con una niñera y se dedicó a parrandear por Europa durante años a costa de su dinero. Cuando Gloria tenía 10 años, su madre y una de sus tías ricas se enfrentaron en una batalla legal por su custodia, el caso más resonante de la época. Finalmente, la tía dejó al descubierto las escapadas de la madre y obtuvo la custodia de una niña que quedó traumatizada.
Creció en las mansiones de su tía en Nueva York y Long Island, con sirvientes, choferes, abogados, tutores, escuelas privadas y viajes al extranjero, y luego buscó su realización como artista, diseñadora de moda, poeta, dramaturga y actriz de teatro, cine y televisión. Mantuvo romances con personajes legendarios, como Errol Flynn, Frank Sinatra, Gene Kelly, Howard Hughes y Marlon Brando.
Sus amigos eran Charles Chaplin, Diane von Furstenberg, Bobby Short y Truman Capote, quien según se dice se inspiró en ella para crear el personaje de Holly Golightly en su novela de 1958 Desayuno en Tiffany's. A lo largo de su vida, nunca dejó de aparecer en las columnas de sociedad y en las listas de las mujeres mejor vestidas de Estados Unidos.
Se casó y divorció tres veces: con el gánster que la golpeaba, con el director de orquesta Leopold Stokowski, que tenía 42 años más que ella y estaba más preocupado por su propia carrera, y con el director de cine Sidney Lumet. Con Stokowski tuvo dos hijos varones, y otros dos con su cuarto esposo, Wyatt Cooper, que murió en 1978, a los 50 años, y la dejó viuda. Uno de ellos, Carton Cooper Vanderbilt, cayó al vacío desde el penthouse del piso 23 de su madre en Manhattan: según relataría Gloria más tarde, el joven se había colgado de la cornisa de la terraza, y a pesar de los ruegos de su madre, se soltó y cayó al vacío.
A mediados de la década de 1970, cuando los jeans estaban mayormente pensados para los hombres, el empresario de la indumentaria Mohan Murhani contrató a Vanderbilt para que promocionara jeans con su nombre bordado en el bolsillo trasero, que ella publicitó en memorables campañas televisivas y en apariciones públicas en todo Estados Unidos, que concitaban la misma atención que la presencia de una estrella de Hollywood. Fue la pionera de una tendencia que luego se afianzaría: usar un apellido famoso para promocionar ropa de diseño.
Gloria Vanderbilt Jeans rápidamente se convirtió en un negocio que facturaba US$100 millones anuales, al que se sumaron líneas que incluían polleras, pulóveres, camperas, ropa de cama y perfumes. Tras años de vivir del dinero heredado, Gloria finalmente obtenía parte de las ganancias y un ingente ingreso propio: tan solo en 1980, embolsó US$10 millones.
"No desdeño el dinero heredado -confesó a The New York Times en 1985-, pero el dinero ganado por mí misma tiene un valor de realidad que el dinero heredado no tiene. Como dice la canción de Billie Holiday, 'mamá puede tener y papá puede tener, pero Dios bendiga al niño que tiene lo propio'."
En sus memorias de 2004, It seemed Important at the Time (En ese momento, parecía importante), Vanderbilt se explaya a sus anchas sobre sus amoríos con Brando, Sinatra, Kelly, Hughes y otras leyendas de Hollywood. "¿Empiezo con los escándalos o con las ilusiones rotas? ¿Con los grandes amores o con las devastadoras pérdidas?", escribió, invitando a los lectores a participar sin culpa de sus rememoraciones. Pero allí también ofrece una explicación de su fascinación de toda la vida con el sexo y el romance. "Tendría que decir que el amor de mi vida fue mi madre", escribió. "Los hombres han sido sustitutos, digamos, de aquel antiguo amor".
Traducción de Jaime Arrambide
Robert D. McFadden
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