En murales y tatuajes, en estampillas y ropa, en caricaturas y hasta en emojis: la obra del artista japonés Katsushika Hokusai, no parece perder su encanto
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Fue creada hace 190 años y sigue siendo recreada en todas partes.
En murales y tatuajes, en estampillas y ropa, en caricaturas y hasta en emojis: ‘La gran ola de Kanagawa’, del artista japonés Katsushika Hokusai, no parece perder su encanto.
Y es que en escasos 25,7 por 37,8 centímetros, Hokusai logró plasmar una escena épica, un drama oceánico con una composición simple pero tremendamente poderosa.
Una escena que muy probablemente has visto pero ¿sabías que...
1. El tema no era la ola
‘La gran ola’ es en realidad una vista del monte Fuji, una de una serie de impresiones en color que Hokusai diseñó alrededor de 1830 que, a pesar de ser 46 xilografías en total, se llama “Treinta y seis vistas del monte Fuji”.
En aquellos días, el monte Fuji era visto como una deidad protegida, espectacularmente visible desde Edo, el Tokio moderno.
Provocaba cierto temor, por la posibilidad de una erupción del volcán, pero también adoración, pues la nieve de su cima era su fuente de agua, y algunos pensaban que guardaba el secreto de la inmortalidad.
De hecho, aunque toda la serie gustó cuando se lanzó, ‘Fuji Rojo’ fue mucho más popular que ‘La gran ola’ en el Japón de 1800, debido a la reverencia espiritual hacia la sagrada montaña.
Con el tiempo esa reverencia se convirtió en un culto con elementos del budismo y el sintoísmo. El que no fuera la preferida no quería decirque ‘La gran ola’, con los esquifes de pesca que se pierden en el oleaje, mientras que la gran muralla de agua coronada por zarcillos en forma de dedos amenaza con engullírselos a ellos y al pequeño monte Fuji en la distancia, pasara desapercibida.
Poco después de su publicación, empezaron a aparecer otras estampas en las que su influencia era palpable.
2. Hokusai la pintó cuando tenía 70 años
Y, según él mismo dijo, todavía estaba aprendiendo; es más, estaba convencido de que su mejor trabajo estaba por venir.
En unas memorias conmovedoras que escribió a los 76 años, abrió su corazón.
“Desde los 6 (años), tenía una inclinación por copiar la forma de las cosas. A partir de los 50, se publicaron mis imágenes...”, refiriéndose a diez volúmenes de dibujos, cada uno con 60 páginas cubiertas con imágenes de todos los temas imaginables: figuras y animales reales e imaginarios, plantas, paisajes marinos, dragones, poetas y deidades... en fin.
Se llamaban “manga”, una especie de prototipo de manga moderno, aunque el significado era ligeramente diferente en esa época.
Después de una pausa, le encargaron diez volúmenes más de su manga, y pidió que se hicieran con papel más barato para que sus ideas pudieran difundirse más ampliamente.
Quizás su experiencia anterior produciendo impresiones de celebridades, asequibles y cambiantes con la moda del momento lo hizo consciente del poder de llegar a una amplia audiencia.
“Pero hasta los 70 años, nada de lo que dibujé era digno de mención”, continúa diciendo en sus memorias.
A los “73 años pude desentrañar el crecimiento de plantas y árboles, y la estructura de aves, animales, insectos y peces. Por lo tanto, cuando cumpla 80 años, espero haber progresado cada vez más, y en los 90, profundizar en el principio subyacente de las cosas, para que a los 100 años haya alcanzado un estado divino en mi arte.
“Así, a los 110, cada punto y cada trazo será como si estuviera vivo”.
Termina diciendo: “Aquellos que viven lo suficiente, dan testimonio de que estas palabras no resultan falsas”. Y luego firma, con su nombre, seguido de la descripción “Anciano, loco por la pintura”.Ese “anciano, loco por la pintura” estaba sumamente en forma y activo. A los 80 años aceptó una invitación para pintar olas en Obuse, 240 km al norte de Edo. Caminó toda la distancia.
Pero no pudo cumplir su anhelo de seguir pintando hasta los 110. Murió en 1849, a los 89 años, sin sospechar cuán grande era el destino que le esperaba a su gran ola.
3. Es más que japonesa
‘La gran ola’ de Hokusai sólo llegó a costas ajenas 18 años después de su muerte, y más de 35 después de que él la creara, pues Japón estuvo aislado durante dos siglos.
Desde 1640, el país se había cerrado en gran medida al mundo y solo se permitía una interacción limitada con China y Holanda.
Aunque los foráneos no podían entrar en Japón, las cosas extranjeras sin duda podían hacerlo, algo que se ve claramente en ‘La Gran Ola’.
Está impresa en papel de morera japonés tradicional en sutiles tonos de amarillo, gris y rosa. Pero el color que domina es un azul intenso y profundo... un azul que no era japonés.
Es el azul de Prusia, inventado a medio mundo de distancia, en Alemania, 130 años antes de que rompiera la ola de Hokusai.
Ese color nos muestra que Japón tomaba de Europa lo que quería con absoluta confianza.
Es más: la serie de la que formaba parte ‘La gran ola’ se promocionó al público en parte sobre la base de ese azul exótico y hermoso, apreciado por su extrañeza.
Y esa no fue la única importación que Hokusai aprovechó.
Con la perspectiva matemática que había aprendido de los grabados europeos traídos por los comerciantes holandeses, empujó el monte Fuji al fondo de la escena.
Así que ‘La gran ola’, apunta en “La historia del mundo en 100 objetos” de la BBC el historiador y exdirector del Museo Británico Neil MacGregor, está lejos de ser esencialmente japonesa, como solemos pensar.
Es una obra híbrida, una fusión de materiales y tecnología europeos con sensibilidad japonesa.
“No es de extrañar que gustara tanto al llegar a Europa. No era un completo extraño, sino un pariente exótico”.
4. Inspiró a grandes artistas
En la década de 1850, cuando la Revolución Industrial avanzaba, las grandes potencias manufactureras buscaban agresivamente nuevas fuentes de materias primas y nuevos mercados para sus productos.
Les parecía incomprensible, de hecho intolerable, la cerrada actitud de Japón. Al final, los estadounidenses concluyeron que el libre comercio tendría que imponerse por la fuerza. Y lo lograron.
Cuando se abrieron las fronteras, hubo una avalancha de cultura visual japonesa en Occidente, y su influencia en las artes occidentales fue tal que hasta tiene nombre: japonismo.
La presentación en sociedad -occidental- de ‘La gran ola’ se produjo en la Exposición Universal de 1867 en París, y su impacto fue revolucionario.
El contraste de la sencillez con la que expresaba tal dramatismo y los grandes óleos europeos era abismal.
‘La gran ola’ de Hokusai fue una de las obras japonesas que motivó profundamente el movimiento impresionista francés, que a su vez dio forma al curso del modernismo europeo, el movimiento artístico y filosófico que definiría a principios del siglo XX.
Pintores como James McNeill Whistler (1834-1903) y Gustave Courbet (1819-1877) se dieron cuenta de que la representación de las olas era una oportunidad para liberarse de las limitaciones del realismo.
Los impresionistas aceptaron el reto y, hacia finales del siglo XIX, cuando el movimiento evolucionó hacia el postimpresionismo, el icónico paisaje marino de Hokusai sirvió aún más como guía estilística para artistas como Vincent van Gogh.
En una carta a su hermano de 1888, Van Gogh comenta: “(‘La gran ola’) de Hokusai te hace gritar [”No sabía que uno pudiera ser tan aterrador con el azul y el verde”] pero en su caso con sus líneas, su dibujo… te dices a ti mismo: estas olas son garras, el barco está atrapado en ellas, puedes sentirlo”.
Hay quienes señalan a “Noche estrellada” de Van Gogh, con el azul de Prusia y las formas de la ola de Hokusai en el cielo, como la muestra más vívida de la huella que dejó en los fundadores modernistas europeos del artista nipón.
Varios más absorbieron ‘La gran ola’ y la filtraron en sus creaciones, no sólo en pintura.
A finales del siglo XIX, la francesa Camille Claudel creó “La Vague” (1897), una escultura en la que los barcos de ‘La gran ola’ fueron reemplazados por ninfas marinas.
El compositor Claude Debussy, quien trabajaba con una impresión de ‘La gran ola’ en la pared de su estudio, escogió una reproducción de esa obra de Hokusai para la portada de la primera edición de la partitura de la pieza orquestal “La Mer” publicada por A. Durand & Fils en 1905.
5. Era baratísima
Sabemos que en 1842 el precio de cada impresión de ‘La gran ola’ se fijó oficialmente en 16 mon, el equivalente a una ración doble de fideos.
Era un arte barato, pero cuando se imprimía en grandes cantidades con estándares técnicos exquisitos, podía ser muy rentable: a la gente le fascinaba para adornar sus viviendas.
Sin embargo, en Japón los grabados en madera no se veían como arte, como le dijo Christine Guth, Escuela de Estudios Orientales y Africanos, Universidad de Londres, a la BBC, por lo que a la élite culta y a los funcionarios del gobierno no les complacía que esos fueran los emblemas de la cultura niponaen el exterior en lugar de otras cosas menos plebeyas.
De cierto modo, sus deseos fueron realizados pues, con las guerras del siglo XX, las expresiones artísticas japonesas perdieron protagonismo.
Pero, inesperadamente, en la década de 1960 una nueva generación de jóvenes artistas se entusiasmó con la cultura popular y una de las fuentes populares de inspiración fueron las xilografías japonesas antiguas, producidas en grandes cantidades, baratas y tan bellamente ejecutadas con una gran economía de medios.
Andy Warhol, David Hockney y particularmente Roy Fox Lichtenstein tomaron ideas de artistas como Hokusai y reinterpretaron su visión: ‘La gran ola’ tuvo un significado especial para ellos.
En Japón también el arte popular regresó a través del póster muy en el espíritu de Hokusai.
En 1966, por ejemplo, Tadanori Yoko, uno de los artistas japoneses más exitosos, usó “La gran ola” y la combinó con íconos contemporáneos como el tren bala.
Volvió a hacerlo en otro afiche de 1969, en el que la cresta de la ola se convierte en un caballo, como en la obra de 1910 “Caballos de Neptuno”, del británico Walter Crane, a quien le fascinaba el arte japonés, plasmando en el póster evidencia del viaje de ida y vuelta de la obra.
Así, poco a poco, “La gran ola” volvió a conquistar el mundo.
¡Ah! y lo que al principio costaba lo mismo que una ración doble de fideos, hoy cuesta muchísimas más: en marzo de 2021, un grabado de ‘La gran ola’ realizado alrededor de 1831 se vendió por 1,6 millones de dólares en una subasta de arte japonés y coreano de Christie’s Asia en Nueva York.
6. No es un tsunami
Mucha gente asume que ‘La gran ola’ representa un tsunami.
“Podemos estar seguros de que no es un tsunami”, le dijo a la BBC el experto en hidrodinámica Chris Swan, del Imperial College de Londres.
“Los tsunamis son olas generadas por eventos sísmicos, a menudo en aguas profundas. Cuando eso pasa, la ola tiene una cresta muy larga, que no es el caso en la imagen”.
¿Producto de su imaginación?
No precisamente: desde hace tiempo los marineros han informado de tales fenómenos, pero sólo hasta hace relativamente poco se les empezó a creer, gracias a la investigación científica.
“Es una imagen de una ola gigante, vagabunda o monstruo, una ola piramidal. Son olas que se generan por la superposición: la suma de muchas olas existentes, crestas sobre crestas”.
Así, lo que Hokusai dibujó es un fenómeno natural, infundiendo a la imagen un dramatismo y una escala extraordinarios, y originando una de las mejores representaciones del poder del mar en la historia del arte.
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