Alberto Rodríguez Galán: jurista destacado y gestor de los intereses públicos
El doctor Alberto Rodríguez Galán perteneció a una generación de juristas cuya mayoría, después de haber combatido como estudiantes de Derecho de la UBA la revolución de 1943 y a su heredero, Juan Perón, accedieron al derrocamiento de éste a posiciones de gobierno, que se renovaron en sucesivos períodos.
Algunos, como Rodríguez Galán, que primero fue secretario y luego presidente del Centro de Estudiantes de Derecho, pagaron con prisión la temeridad de aquellos años de rebeldía juvenil. Estuvieron en vereda enfrentada a la del fascismo vernáculo, domesticado en su visión del mundo por la derrota en la Segunda Guerra Mundial, pero que aun así subsistiría como alternativa política y social al orden interno corrompido por la quiebra constitucional de 1930 y el fraude electoral de más de una década.
Carlos Manuel Muñiz, Juan Ramón Aguirre Lanari, Jorge Wehbe, Carlos Camet (desaparecido prematuramente), Jorge Aja Espil, José Ray, Hugo Caminos y Eduardo Roca fueron con Rodríguez Galán parte de esa misma generación. Varios han muerto, pero entre todos constituyeron un núcleo tan cohesionado por la amistad y la afinidad de estilos y principios que resultaría difícil hallar otro ejemplo igual en vidas consagradas de manera descollante a la actividad profesional, la cátedra y la función pública.
Estimulados por una relación establecida en el Colegio de Abogados de la Ciudad con el doctor Eduardo Busso, el gran civilista designado ministro del Interior por la revolución de 1955, un grupo de jóvenes abogados penetró en uno de los días convulsionados de septiembre de aquel año en la Inspección General de Justicia. Ese barco, como otros barcos del Estado en situaciones de equivalente perplejidad, estaba al garete. Encontraron entre ellos la manera de comunicarse con el viejo maestro para hacerle saber qué sucedía. Busso resolvió que Rodríguez Galán se hiciera cargo de la institución. Tenía 33 años.
Había actuado antes en la Comisión Nacional de Ayuda Escolar, un organismo a esta altura olvidado, que servía de ayuda económica a los estudiantes carentes de recursos para continuar estudios terciarios. Lo había ideado Alfredo Palacios adelantándose a tiempos que parecerían no haber llegado todavía. De allí lo echaron a Rodríguez Galán cuando participó, en 1945, de la toma de la Facultad de Derecho.
En una trayectoria tan prolífica como eficiente en la gestión de los intereses públicos, Rodríguez Galán cumplió, entre otros papeles, el de ministro de Educación y Justicia en el gobierno del presidente José María Guido, y de embajador en Colombia entre 1982 y 1984, o sea, entre el último año de un gobierno militar y el primero del presidente constitucional Raúl Alfonsín.
Se había doctorado con una tesis sobre "Buenos Aires y la reforma constitucional de 1860", que el jurado declaró de "mérito excepcional". Volvería sobre ese tema cuando, al incorporarse, en 1997, como miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, habló sobre Sarmiento. Lo calificó de figura cumbre en la lucha por la libertad entendida como fuente generadora de la dignidad humana, y por la gravitación de su personalidad en la convención de 1860. El antecesor en su asiento en esa institución fue Isaac Rojas, sobre el que en aquel mismo discurso recordó que el Congreso de la Nación le había conferido en 1958 el grado de almirante en reconocimiento a su papel en la "gesta de 1955". Así como podía referirse en términos rotundos sobre controversias álgidas de la política nacional, así también su proverbial afabilidad le permitía mantener vivos vínculos con personalidades de las más diversas corrientes del pensamiento cívico. Era un negociador nato, hasta el momento inevitable de poner a prueba las convicciones finales.
Demostró la templanza firme de ese carácter en dos delicadas situaciones como ministro de Guido. En una, presentó la renuncia ante la inminente detención de figuras políticas a las que eran desafectos los cuadros militares en los que se respaldaba Guido; hubo que dar marcha atrás. En otra, su intervención fue decisiva para evitar en la cárcel de Devoto una tragedia masiva que se consideraba inminente, en medio de un amotinamiento de detenidos.
Presidió las academias nacionales de Derecho y Ciencias Sociales y de Ciencias. Fue profesor de Historia Constitucional y de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la UBA; dirigió de la Fundación Sur, en la que acompañó a Victoria Ocampo y trabó larga amistad con monseñor Eugenio Guasta; miembro de la Institución Mitre y activo presidente de la Asociación de Amigos del Museo Mitre. En su obra de publicista en temas de derecho y de historia, Rodríguez Galán destacó con insistencia la figura del fundador de este diario, del que fue asiduo colaborador. "Historiador y estratega -dijo-, fue ante todo el estadista que logró dar la fisonomía institucional necesaria para que el país ya unido avanzara hacia su destino y desarrollo."
Estuvo casado con Dora Colombres Alurralde, fallecida hace años. Deja dos hijas, Mercedes y Alejandra, ocho nietos y dos bisnietos.
Recibió sepultura ayer, en Jardín de Paz, donde lo despidieron Gregorio Badeni, Jorge Vanossi y Urbano Salerno. Había nacido en Buenos Aires, el 25 de marzo de 1922.
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