Cruzaron a pie la Isla de los Estados
Es la primera vez que se hace una expedición de ese tipo; descubrieron paisajes de increíble belleza
ISLA DE LOS ESTADOS.- Seis expedicionarios, entre ellos dos mujeres, unieron los puntos extremos de la Isla de los Estados en una caminata de veinte días sobre un terreno declarado intransitable por el Instituto Geográfico Militar, donde los desfiladeros apenas dejan espacio para la formación de turbales, bosques enmarañados y más de cien lagunas barridas por el viento austral y la lluvia que cae en dos de cada tres días.
La travesía tiene el mérito de haber sido la primera desde que la última aparición en superficie de la Cordillera de los Andes, de 65 kilómetros de largo y 16 de ancho en promedio; fue descubierta para Europa en 1616, por Jacques Le Maire y Willem Schouten.
El logro pertenece al grupo que guió el capitán de fragata Guillermo Tibaldi, integrado por el suboficial segundo Gustavo Pérez; el cabo primero Adrián Núñez, el carpintero Antonio González, miembro del Instituto Luis Piedra Buena; la profesora de educación física Julieta Rimoldi, y la periodista Verónica Schro.
Los antecedentes de esta inédita expedición, denominada "De extremo a extremo", porque empezó en Punta Cuchillo y terminó en Punta Leguizamo, fueron tramos parciales recorridos por oficiales de la Armada, como el que ligó Bahía Crossley con Puerto Parry, en 1979, al mando de Pedro Giachino, y el que diez años después hicieron los expertos en supervivencia Mario Pereyra y Horacio Rimoldi (padre de Julieta) entre los puertos San Juan de Salvamento y Parry.
"Miro para atrás y no puedo creer que hayamos caminado por esos acantilados", comentó Tibaldi, asombrado de su propia hazaña, a LA NACION, en el interior del Faro del Fin del Mundo, donde los expedicionarios, con cinco kilos menos y las rodillas aún doloridas de subir y bajar montañas, fueron recogidos por los tripulantes de la lancha "Intrépida" que los trasladó hasta Ushuaia.
De punta a punta
El grupo se entrenó en las sierras de Balcarce, cerca de Mar del Plata, de donde zarparon el 20 de enero en el buque oceanográfico "Puerto Deseado", para arribar cinco días después a bahía Crossley, sitio histórico en el que Piedra Buena fabricaba combustible con la grasa de pingüinos y lobos marinos que cazaba en la zona.
En parte, la expedición fue un homenaje al marino que permitió preservar la soberanía en la zona austral del país.
Tras varios días de aclimatación, los expedicionarios, guiados por un posicionador satelital (GPS) y una brújula, partieron hacia Punta Cuchillo, en el extremo occidental de la isla, y de allí al cordón montañoso Bove, que con sus 820 metros es el más alto del archipiélago, donde abundan lagunas hasta hace poco inexploradas.
"Analizamos la calidad del agua de dieciocho espejos, y aunque es ácida y de color té oscuro, debido a la turba, es potable y nosotros la tomamos", aseguró Rimoldi.
El punto crítico de la expedición sobrevino poco después, cuando intentaron llegar a Parry desde el Norte, pero los desfiladeros les impidieron el paso y debieron desandar casi diez horas de caminata con mochilas de treinta kilos sobre las espaldas.
"Además del tiempo perdido hay que tener en cuenta el desgaste físico", recordó González. Rimoldi, en tanto, señaló la lluvia constante como el principal obstáculo porque patinaban sobre el terreno continuamente y eso produce un increíble desgaste psicológico. Recordó, por ejemplo, cuatro días de lluvia continua que los afectó en Puerto Cook, donde el agua les anegó el interior de la carpa y debieron marchar con ropa y bolsas de dormir empapadas.
Isla de las sorpresas
"La llamamos la `isla de las sorpresas´ porque cada día descubríamos algo nuevo", graficó Tibaldi y las anécdotas de los expedicionarios fluyeron a borbotones ante LA NACION, en el primer contacto que tuvieron con alguien ajeno al grupo, horas después de finalizar la caminata de unos 150 kilómetros, con jornadas de hasta catorce horas de marcha.
Vieron ciervos colorados y cabras, introducidos a fines de 1800 por Piedra Buena para tener carne fresca en la isla que fue de su propiedad. También observaron cóndores y pingüinos en la zona oeste de la isla.
Los aventureros, dicen, jamás podrán olvidar el paisaje indescriptible que les regaló el cordón Bove, la grieta de roca que llegaba hasta el mar cubierta de pajonales, o la sorpresa que se llevaron en Punta Leguizamo, cuando descubrieron que el viento surgía desde el suelo.
Hablaron del papel de Titina, la perra que se plegó al grupo en el destacamento naval de Puerto Parry, y que dentro de la carpa daba calor a la noche, mientras que a la hora de marchar recorría la fila india varias veces por hora para comprobar que los seis aventuraros iban por el buen camino.
Una bendición
El regreso al Faro del Fin del Mundo, afirman, fue casi una bendición. aunque ese día durmieron a la intemperie porque la noche les cayó encima horas antes de llegar.
"Decidimos no avanzar sin visibilidad para evitar perdernos o caer por algún precipicio; hubo días de sol, pero en otros la niebla nos impidió continuar", explicó Pérez.
La dificultad del terreno forzó la estrategia de programar el día y festejar el avance de cuatro horas, sin pensar en la meta final, según reveló Tibaldi, que planea editar un video institucional de la travesía.
Todos los miembros de la expedición son avezados deportistas que hicieron cumbre en el Aconcagua, en el volcán Pissis y otros picos cordilleranos; son buzos; hacen supervivencia o escalan en roca y hielo. La única inexperta era la cronista de la expedición, Verónica Schro, la más joven del grupo, que actualizaba desde la isla el sitio web gacetamarinera.com , por teléfono satelital.
"La vegetación del último monte no nos dejaba avanzar ni arrastrándonos; la isla no nos regaló nada", sentenció, satisfecha, la periodista.
Los seis aventureros
Guillermo Tibaldi: comandó la expedición; es capitán de fragata de la Armada. Tiene 48 años y vive en Mar del Plata.
Gustavo Pérez: fue el segundo comandante; es suboficial de la Armada, paracaidista, escalador y buzo táctico. Hizo cumbre en el Aconcagua y en el Tronador, entre otros cerros. Nació en Formosa y tiene 34 años.
Adrián Núñez: ofició de enfermero. Es cabo de la Armada, paracaidista, buzo táctico y escalador. Nació en Corrientes y tiene 26 años.
Antonio González: fue el navegante. Es carpintero ebanista y docente. Es miembro del Instituto Luis Piedra Buena. Tiene 44 años.
Julieta Rimoldi: es profesora de educación física en la Escuela Naval Militar. Es editora del periódico Andares, de deportes extremos. Hizo cumbre tres veces en el Aconcagua.Vive en La Plata y tiene 27 años.
Verónica Schro: es licenciada en Comunicación Social y cronista de La Gaceta Marinera Digital. Vive en Bahía Blanca y tiene 24 años.
Tragedia en un volcán
- NEUQUEN (DyN).- Dos andinistas neuquinos fallecieron al ser sorprendidos por un temporal a unos 3700 metros de la cumbre del volcán Domuyo, en Neuquén, según aseguró un compañero suyo, Marcelo Di Peto, que se salvó. Las víctimas, identificadas como Carlos Pereti y Gustavo López, oriundos de la ciudad de Plottier, habían iniciado el ascenso el fin de semana último, pero las temperaturas bajo cero del lunes por la noche, los obligaron a refugiarse en sus carpas. Cuando Marcelo Di Peto, el martes por la mañana, salió de la tienda, encontró a sus compañeros muertos.
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