Estudiar japonés, una moda que crece entre los chicos argentinos
"¿¡Querés estudiar qué... !?", fue la reacción del padre de María Sol Márquez, de 15 años, cuando le dijo que quería aprender japonés.
El hombre creyó que algo no andaba bien con su hija. Una cosa es que se pase el día viendo dibujitos animados japoneses y leyendo sus historietas, pero... ¿estudiar ese idioma? Eso era mucho. Si quería hablar otra lengua, ¿por qué no avanzaba con el inglés? "¿¡Japonés!? ¿Para qué? ¿Por qué no estudiás francés?", intentó el padre. Sus argumentos resultaron poco convincentes.
El diálogo puede parecer único, pero no lo es. En los dos últimos años, los institutos que enseñan japonés en Buenos Aires experimentan un verdadero aluvión de adolescentes, atraídos por las historietas japonesas con personajes de ojos grandes (manga) y los dibujitos animados (animé).
Según confirmaron a LA NACION las autoridades de ocho de las principales casas de estudios japoneses, en menos de dos años se duplicó la matrícula de estudiantes. La mayoría de los nuevos alumnos tiene entre 12 y 21 años.
Por ejemplo, el Centro Cultural y de Estudios Japoneses abrió sus puertas hace cinco años y ya tiene 200 estudiantes. El año anterior eran menos de 100. "La gran mayoría son adolescentes que no tienen vínculo familiar con la comunidad japonesa", afirma su directora, Alicia Sesoko.
María Sol pertenece a una generación con paradigmas muy distintos de los de sus padres. "¿Por qué voy a estudiar francés si lo que me gusta es el japonés, para entender la versión original de los animés que me gustan a mí?", dice.
La motivación podrá no ser la más ortodoxa. Pero lo cierto es que la adolescente lleva medio año enrolada en la difícil tarea de aprender uno de los idiomas más complejos: tiene dos silabarios de 41 sílabas, unos 50.000 ideogramas (kanjis), y requiere unos ocho años de estudio.
La moda de estudiar japonés cambió el ritmo en institutos tradicionales. "Si llama por los cursos, no tenemos más vacantes", advierte por teléfono Marina Nohara, de la Asociación Japonesa en la Argentina.
En el Centro Nikkei Argentino aseguran que desde hace unos dos años, el 80% de los alumnos es menor de 20 años. "Los chicos vienen mucho más familiarizados con el idioma que los adultos, porque la fonética la tienen incorporada por tanto animé que miran. Son como esponjas... Traen libros, videos, historietas. Están ávidos por aprender", cuenta Ricardo Hokama.
Ocurre lo mismo en la academia Yamashita, en la Asociación Cultural Asahi, en Buenos Aires Gogaku Center, en el Centro Okinawense en Argentina y en el Centro Cultural Rojas: se duplicó la matrícula. Los cursos cuestan entre $ 30 y $ 80 por mes.
"Sí, es difícil; no me imaginé que tanto, pero me encanta. Ya aprendí un montón y puedo cantar las canciones de comienzo de las series. En mi casa me miran asombrados. La abuela me pide que le diga cosas en japonés. Por suerte me aprendí unos saludos como konñichiwa (?buenas tardes´) y es lo único que le digo; me da vergüenza y no me sale nada", confiesa Manuel Cagide Maidana, de 17 años.
Germán Souto tiene 16 años y cursa primer año de japonés. Para poder asistir a los cursos, por la tarde tuvo que solicitar en su colegio que le cambiaran el horario de gimnasia.
"Cuando le dije al preceptor, se me rió en la cara. No soy muy traga y pensó que era chamullo. Le llevé el certificado y no lo podía creer. En mi casa me decían para qué quería estudiar japonés. Lo que ellos no me entienden es que hoy el mundo está cambiando y yo hoy lo hago porque me gusta, pero nadie sabe en el futuro cómo me va a servir. Ellos piensan con otra cabeza", dice.
Los institutos no son la única opción. Para los autodidactos existen sitios en Internet que ofrecen cursos interactivos. Uno de ellos es Nihongo ( www.nihongo.d2g.com ). La página organizó una encuesta que fue respondida por 953 personas. La pregunta era "¿por qué estudiás japonés?", y más del 20% respondió que por el manga y el animé. Sólo el 1,7% alegó que era hijo de japoneses.
Algunos de los institutos -como el Centro Nikkei argentino- también ofrecen cursos de manga y confección de trajes como los de los personajes de las tiras. Ocurre que los fanáticos de las caricaturas niponas coparon la escena. Los adolescentes cuentan que un factor decisivo a la hora de elegir dónde estudiar es la colección de DVD e historietas que atesore la biblioteca.
Bruno Maruzzi, de 18 años, es uno de los fanáticos de todo lo que sea artículos orientales. Tanto, que cuando se fue de viaje de egresados el año último a Italia se trajo como souvenir una katana. "Es una espada corva como la del samurái, pero hecha a tu medida-explica-. Para entrarla al país tuve que comprar una sin filo".
En ese viaje nació el amor de Bruno por Japón. Más precisamente, por una japonesa que conoció en San Marino. Pero la ausencia de un idioma común impidió que floreciera el amor. Bruno volvió decidido a estudiar japonés y a esperar su tiempo de revancha.
"Ahora, con lo que sé, cada vez que veo una chica oriental, armo una frase en mi cabeza y la encaro. Pero tampoco tengo suerte... Siempre resulta ser coreana o taiwanesa, y no entiende una palabra", cuenta.
El próximo paso, dice, será averiguar cómo se dice "seguí participando" en japonés.
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