Las Violetas y sus historias en el corazón de Almagro
Una de los cuatro esquinas de Rivadavia y Medrano atesora un rincón histórico para el barrio porteño de Almagro. En 1836, en el ángulo noreste, levantó el casco de su quinta don Juan María de Almagro, un funcionario español que actuó en los virreinatos y luego se afincó.
Casi cincuenta años después, el 21 de septiembre de 1884, en aquella zona que aún se encontraba bastante despoblada, los señores Felman y Rodríguez Acal fundaron la confitería Las Violetas que, junto con el café Tortoni (Avda. de Mayo y Piedras), se cuentan entre los bares más antiguos de Buenos Aires.
El gran cambio comenzó a gestarse en 1928, cuando los dueños contrataron al virtuoso vidrierista Antonio Estruch para que hiciera los vitrales. En esa época se proyectaron importantes cambios, como la construcción del sótano y la edificación de pisos superiores. Las mejoras fueron notables, pero el tan complicado año 29, que afectó con dureza a la economía mundial, arrastró a una situación límite: no pudo pagarse el crédito hipotecario que se había tomado para llevar adelante las modificaciones. La propiedad fue rematada en 1933 y pasó a manos de Mateo Figallo y su familia.
El tanguero Pascual Contursi, el escritor Roberto Arlt, su colega Alfonsina Storni y el jockey Irineo Leguisamo fueron clientes habituales del exquisito salón con grandes columnas revestidas de mármol con capiteles jónicos. También acudían el historiador Félix Luna y el doctor Arturo Frondizi. Seguramente fueron consumidores de los sandwiches de miga, las medialunas, los merengues, las masas, las roscas de reyes y el pan dulce.
La Maffia, de Leopoldo Torre Nilsson, y Sol de otoño, de David Kohn, contienen escenas filmadas en la clásica confitería de esa esquina. Pero no hace falta recurrir a la ficción, porque en sus mesas se tejieron mil historias.
En la noche del 12 de septiembre de 1957, Borges y Bioy Casares regresaban en auto (manejaba Bioy) de la zona de Caballito, adonde habían ido a llevar a unos amigos. Marchaban por Rivadavia rumbo al centro (recordemos que en aquel tiempo, como también se ve en la foto antigua, Rivadavia era doble mano a esa altura). Al pasar por Medrano, Bioy dijo: "Ahí está la confitería Las Violetas". Borges respondió: "Sí, famosa por las letras, muy feas, del nombre. Un día le comenté a una señora que era un lugar muy bueno para encontrarse. ‘El inconveniente –me contestó–, es que todo el mundo piensa lo mismo, así que lo más seguro es que ahí una se encontrará con la hermana de su marido’".
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