Murió Diego Maradona: Los recuerdos de Carly Randazzo, el amigo que le presentó a Guillermo Coppola
"Del único del que quiero ser amigo es de "Carly" Randazzo", declaró en El Gráfico Diego Armando Maradona antes de llegar a Boca Juniors en 1981.
"Me buscaba por todas partes, y nos hicimos muy amigos", afirma Carlos Randazzo, de 61 años, un futbolista que tiene un récord que nadie alcanzó: debutó en Boca, pasó a River y volvió a Boca, siempre con las hinchadas coreando su nombre. En La Boca era una estrella antes de que Diego lo fuera, y sabe secretos inconfesables de Maradona.
"Nos hicimos muy amigos y le presenté a Guillermo Coppola, con él fue feliz. Después cayó en un pozo que no pudo salir más", afirma quien lo conoció mejor que nadie. La amistad comenzó cuando Maradona tenía 12 años. Randazzo jugaba en la novena de Boca Juniors y todos hablaban del "pibito de Fiorito" que jugaba en Argentinos Juniors.
"Lo encontré sentado en la tribuna con mucha bronca", afirma Randazzo. La razón era simple: Diego era menor y en Boca no lo dejaban jugar el partido. "Le tuvieron que cambiar el nombre y mentirle la edad, porque Argentinos sin Diego no jugaba". Y así fue como se enfrentaron por primera vez en una cancha. "Era verlo y reconocer un arte en su modo de jugar, todo en él era especial", recuerda Carly. "En pocos minutos, nos metió tres goles. No lo veíamos de lo rápido de que corría". Era el año 1972 y en los potreros de La Boca nacía una leyenda.
"En esos meses me sorprendía cómo todo Diego lo convertía en una pelota", afirma Randazzo. Muchos niños comían chicles, pero Maradona, muy humilde, cuando conseguía que alguien le convidara, no lo usaba para mascar. "Lo amasaba con los dedos y hacía jueguitos con los pies", afirma. "Podía estar horas así: ese era Diego, todo era fútbol para él", sostiene.
Randazzo debutó en la primera de Boca en 1978, bajo la dirección del Toto Lorenzo. Maradona, un año menor, se convertía en el mejor jugador de Argentinos Juniors y del fútbol nacional. "Siempre me mandaba mensajes con amigos, quería verme", recuerda. Este deseo de Diego de ser amigo de Randazzo se transformó en una obsesión. "Diego me tocaba la puerta de casa para salir, era imposible decirle que no", confiesa Randazzo.
Guillermo Coppola y Carly Randazzo eran vecinos de La Boca. Carly sigue en el barrio. Vivían juntos en un departamento de Azara y avenida Martín García. En 1981, Maradona dejó Argentinos Juniors y se fue para Boca. Randazzo, por su parte, se fue a River Plate. "Diego se enojó mucho, tenía el sueño de que jugáramos juntos", cuenta.
Pronto, lo volvió a ver por su casa. Las salidas nocturnas fueron un punto de encuentro que los unió. "Nunca sabías a la hora que volvías si salías con Diego", afirma Randazzo.
"Yo le digo: tenés que conocerlo a Guillermo, es un tipo serio y también le gusta salir de noche", recuerda Randazzo, quien fue el primer representado de Coppola. En uno de sus regresos de Nápoles, Coppola fue a la casa de Carly. "Diego quería saber cómo era Guillermo", afirma. Maradona ya tenía mucha gente a su alrededor. Era un astro mundial, pero buscó el consejo de su amigo del barrio. "Convencerlo a Diego casi me cuesta la vida", afirma Randazzo, entre risas.
"Antes de volver a Nápoles, Diego me dio una carpeta", dice Randazzo corta la respiración. Aquel encuentro definiría la vida de Maradona para siempre. La carpeta tenía los papeles de unos terrenos que Diego tenía en Esquina, Corrientes, que debían administrarse. "Es para Guillermo", acto seguido se subió al avión. Randazzo, camino a la casa de Coppola para entregarle la carpeta, la abrió y en uno de los papeles tenía escrito el número de Italia de Maradona. "Llamame, Diego", era el mensaje dirigido a Coppola.
Al día siguiente, él se subía a un avión que lo dejó en Nápoles para comenzar a representarlo. "Diego puso una sola condición: que no representara a ningún otro jugador", afirma Randazzo. "Coppola, cumplió", completa. Los tres fueron grandes amigos.
Cuando murió el papá de Maradona, la seguridad no dejó entrar a nadie. Cuando lo vio a Carly, hizo una excepción. "Buscame, no te olvides de mí", le dijo Diego, quebrado. "Eso a mí siempre me quedó sonando en la cabeza, de alguna manera me decía: rescatame", afirma Randazzo.
¿Diego vivió la vida que quiso?: "Con Guillermo te puedo asegurar que sí, era el único que lo supo manejar", sostiene. "Yo los vi felices a ellos dos", agrega.
La muerte de su amigo no lo sorprendió, pero fue un golpe duro. "Los antidepresivos y el alcohol lo mataron, no pudo salir de ese círculo", opina. "Sabíamos que de la operación salió mal, tenía el hígado muy mal, se esperaba este final", afirma.
Y concluye: "Diego fue único, todavía no creo que murió".
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