
Murió el dramaturgo Osvaldo Dragún
Trayectoria: dirigía el Teatro Nacional Cervantes y fue una de las voces más características del teatro independiente.
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(Télam).- El dramaturgo Osvaldo Dragún, que se desempeñaba actualmente como director del Teatro Nacional Cervantes, falleció ayer por la tarde, a los 70 años, por causa de una descompensación que lo sorprendió cuando se encontraba en el cine porteño Grand Splendid.
La noticia del fallecimiento fue confirmada por su amigo y colega Roberto Cossa, quien contó que el escritor se sintió mal en la sala, a la que concurrió junto a su esposa Beatriz, y murió en la butaca que ocupaba.
Dragún, que era además director del Instituto Internacional de Teatro para América Latina y el Caribe (ITI, con sede en Cuba), padecía problemas cardíacos. Los restos del funcionario, nacido en Entre Ríos, eran velados anoche en el hall del Teatro Nacional Cervantes.
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Posiblemente no exista otra expresión artística que como el teatro tenga la cualidad de reflejar con inmediatez sin igual las modificaciones que se producen en el seno de las sociedades y de las culturas. El hombre de teatro es el más fino instrumento del que están dotadas las sociedades para conocer los conflictos, las angustias y los anehlos que germinan en ella.
Quizá tenga que ver con su condición de creación siempre colectiva (son necesarios los actores, los técnicos, los utileros, los directores de escena, los iluminadores, escenógrafos, maquilladores, tramoyistas). También, posiblemente, la inigualable libertad de la que gozan sus creadores. Y aquí, en la Argentina, esa libertad fue una de las grandes conquistas de las que Dragún fue protagonista.
Esto, seguramente, tiene que ver con sus comienzos, en el teatro IFT, a principios de la década del 50, como tramoyista, según cuentan quienes lo conocieron. En ese teatro se representaron por primera vez, desde 1930, y en idish, varias piezas de un autor prácticamente desconocido en Buenos Aires: Bertolt Brecht. En el 55, realizó para ese teatro la adaptación de "Madre tierra", de Berruti. Un año después, y como consecuencia de su amistad con Oscar Ferrigno, ingresó en el teatro Fray Mocho, en donde estrenó, en 1956, "La peste viene de Melos" y, posteriormente, lo más significativo de su producción.
"El Fray Mocho planteaba el teatro como una ideología. Pero mucho más que eso fue la ideología del espacio, de la libertad. En el teatro realista una puerta era una puerta. El Fray Mocho rompió con todo eso. Yo sentía que podía mirar al mundo sin tropezar con ninguna puerta, con ninguna ventana. Entrar o salir por cualquier parte. El Fray Mocho era la ideología de la libertad", expresó Dragún cuando, en abril de 1987, una pieza suya, "Arriba corazón", era estrenada en un teatro oficial, el San Martín.
Es este espíritu el que se puede rastrear en tres de sus primeras piezas: "Historias para ser contadas" (estrenada en 1956), "Los de la mesa diez", que luego conocería una versión cinematográfica, e "Historia de mi esquina". En ellas prueba distintos recursos para romper con el realismo ingenuo que dominaba buena parte de la escena local, al mismo tiempo que exprimentaba con nuevas formas de escenificación.
Fueron esos años, esas las búsquedas, las que cimentaron el teatro independiente argentino.
Dragún, que partió al exilio en 1976 y vivió tres años en México y seis en Cuba, recibió el reconocimiento del público y la crítica internacionales.
A su regreso al país fue uno de los impulsores, junto a Omar Grasso, del ciclo Teatro Abierto, que para 1981 representó una bocanada de aire fresco en la enrarecida atmósfera cultural argentina. Allí estrenó "Mi obelisco y yo" (1981), "El vencedor" (1982) y "Hoy se comen al flaco" (1983).
En 1996, en medio de una fuerte controversia, asumió la dirección del Cervantes. Desde entonces se esforzó por cobijar a artistas consagrados y no tanto, además de prestigiosos grupos extranjeros.
Queda en el tintero la mayor parte de su creación dramática (más de 30 obras). Pero en honor a un hombre que nutrió el corazón del teatro argentino, vale rescatar el espíritu de lucha como su rasgo más distintivo.






