
Norah Borges ilustró las letras argentinas
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Cuando se inauguró el siglo XX, la familia Borges le regaló al país dos estupendos creadores: Jorge Luis, el poeta y cuentista, el escritor genial, y Norah, su hermana menor, iluminada por el don de la pintura.
Doble muestra de talento que nació en la Argentina, creció en Europa y alcanzó su mayor esplendor nuevamente en su país de origen. El escritor murió en 1986, en la distante Ginebra. La pintora falleció ayer, en Buenos Aires, a los 97 años, luego de permanecer internada por una neumonía.
Norah nació en Buenos Aires, en 1901. En 1914 se trasladó con su familia a Suiza y estudió en la Escuela de Bellas Artes de Ginebra. La mudanza familiar no estuvo inspirada por el afán de conocer nuevas tierras, sino por un hecho más urgente y menos placentero: su padre padecía una ceguera progresiva, que lo obligó a jubilarse.Fue así como decidió viajar con su familia a Europa, donde permaneció siete años.
De Ginebra se trasladaron a Lugano, pasaron por Barcelona y se instalaron en Mallorca. Tan diversos como sus lugares de residencia fueron sus inclinaciones artísticas. A Norah la apasionaban el dibujo, la pintura y el grabado. Pintó un mural titulado "Los campesinos de Mallorca", del cual sólo queda el nombre.
En Lugano estuvo tres años estudiando la figura humana. Siendo Norah todavía adolescente, su vocación artística recibió un formidable impulso por parte del director de la Escuela de Bellas Artes de Ginebra, que destacó la originalidad de sus trazos. El maestro advirtió de inmediato la personalidad de Norah, el estilo particular que la distinguía de sus compañeras, tal vez menos singulares.
Revista mural
En España conoció al crítico Guillermo de Torre, con quien se casó en 1928, en la iglesia Nuestra Señora de las Victorias. Previamente, en 1920, el futuro marido escribió una nota sobre ella en la revista Grecia, de Madrid, titulado "El arte candoroso y torturado de Norah Borges".
De regreso en Buenos Aires, el recuerdo de aquel mural de Mallorca revivió de manera efímera, pero de manera muy particular: ella y su hermano colaboraron en la edición de una "revista mural", con poemas de varios escritores locales, que de todos modos no fue más allá de unos pocos números. A partir de entonces participó de los emprendimientos editoriales de su hermano y de otros poetas, como Nora Lange, Ricardo Molinari, Federico García Lorca, Eduardo González Lanuza y Guillermo Juan. Sus ilustraciones enriquecieron las páginas de las revistas Prisma, Proa y Martín Fierro.
Ilustró la edición inicial del primer libro de Borges, "Fervor de Buenos Aires", en 1923; "La invención de Morel", de su amigo Bioy Casares, en 1940; cuentos de Silvina Ocampo y de María Elena Walsh, y "Platero y yo", de Juan Ramón Jiménez, entre muchas otras obras. En 1947 decoró las vidrieras de la casa Harrod´s y en 1959, cuando Borges dirigió la Biblioteca Nacional, dictó clases nocturnas de dibujo para obreros y estudiantes.
Exposición y críticas
La obra creadora de Norah Borges tomó vuelo propio, fuera de las publicaciones, y encontró buena repercusión en importantes muestras en la Argentina, los Estados Unidos y Europa.
Por allí se pasaban las imágenes de mujeres y niños de grandes ojos asombrados, figuras de ángeles y mandolinas, sirenas, arpas y quintones, todos ellos rodeados de un aura de serenidad y equilibrio.
Sus obras recorrieron el mundo. Una selección de sus trabajos fue expuesta hace dos años en el Centro Cultural Borges.
La crítica argentina, de todos modos, tal vez no la acompañó con suficiente convicción. "Norah padeció la desdicha, que bien puede ser una felicidad, de no haber sido nunca contemporánea. Cuando en la década del veinte regresamos a Buenos Aires, los críticos la condenaron por audaz; ahora, abstractos o concretos -las dos palabras son curiosamente sinónimas- la condenan por representativa", dijo alguna vez Jorge Luis Borges.
En un mundo propio
"Yo comparto la tarde con mi hermana, como un trozo de pan", escribió Borges. Pero compartieron mucho más.
Norah fue amiga, compinche, compañera desde la infancia cuando juntos inventaban juegos en un jardín, amparados por la sombra de la palmera altísima que ella -gran artista- dibujó luego infinitas veces y él llamó "conventillo de gorriones".
"Toda la adolescencia la envidié porque se encontró envuelta en un tiroteo electoral y atravesó la plaza de Adrogué corriendo entre las balas (...) La admiraba. Era muy generosa, nunca aceptaba un regalo si no me daban otro igual. Le debo mucho a Norah, mucho más de lo que pueden decir las palabras...", escribió su hermano.
Norah, siendo la menor de los dos, fue el ángel tutelar. Lo acompañó desde las primeras aventuras literarias con sus cándidas y deliciosas creaciones. Poeta y escritora ella misma, dejó ese camino para que sólo lo transitaran Borges primero y luego su marido, Guillermo de Torre. "Con dos hombres en la familia que escriban, basta..."
De la Norah que ilustraba Fervor de Buenos Aires , dijo Victoria Ocampo:"Vivía en un mundo propio en el que su hermano jugaba el rol principal. Un mundo poético y maravilloso en el que deambulaban los dos, con el alma infantil, el talento y la inocencia, inquietante a veces, de dos niños un poco locos".
Nunca entendió la maldad, y por no entenderla se refugió en un ámbito perfecto, poético y maravilloso de ángeles felices en patios con columnas y palmeras. Frágil, incorpórea, ahora nos ha abandonado en busca de ese espacio celeste, incontaminado, que siempre sintió como su patria verdadera.
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