Estudios sobre la evolución de la epidemia en países del mundo como el que coordinó el IHME muestran algunas contradicciones en la Argentina. El país tiene una epidemia estabilizada, con una mortalidad decreciente asociada al acceso de las personas que viven con VIH al tratamiento antirretroviral.
Esto se logró desde hace décadas, principalmente con la lucha de las ONG. Sin embargo, las nuevas infecciones no disminuyen. De acuerdo con el Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación de diciembre pasado, se registró un aumento de casos nuevos en las mujeres mayores de 45 años, en los jóvenes de entre 15 y 24, con valores similares entre mujeres y varones, y en los hombres que tienen sexo con hombres.
¿Por qué? Es evidente que no existe en el país una política de prevención sostenida en el tiempo que, a través de campañas generales y focalizadas en grupos con mayor vulnerabilidad, permita disminuir las nuevas infecciones.
En el grupo de entre 15 y 24 años, la falta de educación sexual integral en las escuelas, sumada a las restricciones de los adolescentes a recibir información y preservativos en los servicios de salud, es un factor clave.
Las mujeres mayores de 45 años son un grupo en el que no se piensa que existe el riesgo de infección, algo que no ocurre con los hombres. Esto parece estar asociado a la creencia de que después de los 45 años las mujeres no son activas sexualmente y no se las incorpora en la prevención.
El problema de los hombres que tienen sexo con hombres como grupo con mayor vulnerabilidad requiere retomar campañas focalizadas en las cuales se deben apoyar a las ONG y grupos de pares.
Todo esto necesita una política de prevención del VIH compartida por las distintas áreas del gobierno nacional y provinciales, que debe sostenerse en el tiempo y adecuarse a las variaciones que describan los estudios de la epidemia. Lo que falta es decisión política.
La autora es médica, epidemióloga y presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer
