
Por la noche, Plaza Once es tierra de nadie
Crecen las quejas por robo y oferta de sexo; hay niños que piden e indigentes que duermen entre la basura de la estación
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Las 40 personas que duermen en los recovecos de los andenes de la terminal del ex ferrocarril Sarmiento no se inmutan ante el ruido de los trenes que parten y llegan con asiduidad. En la estación de Plaza Once, centro neurálgico del trajinar de miles de porteños, no hay lugar para la sorpresa.
Cajas de basura en las bocas de salida, ofertas de sexo que están a la vista de quien las quiera ver, paredes descascaradas y escaleras rotas hacen que el hall central de este antiguo edificio de fachada inglesa -por el que pasan a diario más de 250 mil personas, entre usuarios del ferrocarril y transeúntes ocasionales- se convierta en un verdadero hormiguero humano.
Las 40 mil personas que usan diariamente el servicio dado en concesión a Trenes de Buenos Aires (TBA), entre ellas muchos matrimonios con sus hijos, se entremezclan con los chicos de la calle que aprovechan cada instante para pedir una limosna que tendrá un destino incierto.
"A la mañana y a la tardecita este lugar es un caos. No se puede caminar por la cantidad de gente que hay, sobre todo cuando hay conflictos gremiales. La seguridad es mala porque roban bastante seguido. Muchas veces vemos pasar a la policía corriendo a alguno que acaba de robar", expresó Laura Gómez, empleada de un comercio que lleva cinco años en Plaza Once.
Y agregó: "A la noche la estación termina destruida y te ofrecen sexo a cada rato. Como si todo esto fuera poco, las ventas decayeron".
Más de cien locales funcionan en el hall de la estación. En la vereda, los vendedores ambulantes aprovechan el paso de los transeúntes para ofrecer sus chucherías.
Tierra de nadie
Alejandro Fernández es uno de los comerciantes que tiene su quiosco de diarios en el centro de la galería.
"Hay mucha gente de mal vivir, es un lugar muy sucio y hay bastante inseguridad. A mí me roban las revistas y después las venden por dos pesos. La única limpieza que se observa es porque nosotros pagamos los impuestos", dijo disgustado.
Según el puestero, la lista de problemas acumulados continúa. "Hay gente que usa los andenes como hotel y se quedan a dormir. A la mañana, no se puede transitar de las colas que se forman", reclamó.
Detrás de su relato, se escuchan las voces de los pastores que llegan desde la Plaza Miserere para ofrecer la salvación eterna del pecado mediante el arrepentimiento y el diezmo.
"La limpieza más o menos se mantiene porque hay un servicio privado. Después de las 21, esto es tierra de nadie. El problema es que la policía no se sabe distribuir y están todos juntos: acá tenemos un robo por semana. Y nadie se preocupa por mejorar las cosas. Hay chicas de 20 años que se ofrecen. El Once decayó demasiado", precisó Atilio Cavalletti empleado de un local.
Los pasajeros de todos los días del ex ferrocarril Sarmiento también expresaron su disconformidad por la situación actual.
"Hay más policía, pero igual los chicos de la calle están por todos lados. Yo tomo siempre el Sarmiento: cada vez viaja menos gente. Las mujeres que se ofrecen para sexo son un drama. Y la limpieza, que cada vez está peor, son lo peor que se ve", contó a La Nación Sergio Avendaño.
Lugar de paso obligado
Pero la galería de la estación Plaza Once no sólo es utilizada por los pasajeros. Urbana Carrizo es una de las tantas personas que se ve obligada a atravesarla para tomar el colectivo.
"Hay muchos chicos abandonados y la estación está demasiado sucia. Por los alrededores de la Plaza Miserere y en la avenida Rivadavia, los sábados todo es una roña viva. A veces, uno tiene miedo de cruzar por el hall. Después de las diez de la noche no queda nadie", explicó.
Esa hora constituye el momento preciso para que comience el deambular de linyeras y chicos de la calle, que convierten la estación en su propio hogar.
El comisario Osvaldo Mateo es el jefe de la División Sarmiento y tiene a su cargo la seguridad del lugar.
"Respecto de los menores, hacemos un trabajo junto con la asistente social del gobierno porteño, para que les den un lugar. Lo mismo pasa con las personas que duermen en la estación. Lo pueden hacer porque es un lugar público", dijo el jefe policial.
Pero su versión sobre lo que pasa con los asaltos y la prostitución discrepa diametralmente con la ofrecida por comerciantes, vecinos y usuarios de la estación.
"Del hall tenemos muy pocas denuncias y siempre se detuvo a los ladrones. La oferta de sexo disminuyó notablemente con el operativo efectuado con las prostitutas dominicanas", dijo.
La posición optimista del comisario se contrapone con la detención, horas antes, de un delincuente que intentaba robar un comercio de la zona. Parece que, en Once, todavía queda mucha tela por cortar.
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