Preocupa la falta de descanso en choferes de larga distancia
Controles fisiológicos muestran que en muchos casos no alcanzan una alerta óptima por privación de sueño
Los accidentes de tránsito son una "guerra en las rutas". Lo dijo el British Medical Journal y lo avaló la Organización Mundial de la Salud. En la Argentina, el año último, esta batalla sin armas dejó un saldo de 7896 víctimas fatales (según cifras provisorias de Luchemos por la Vida). Son 658 personas por mes, o 22 por día.
Dentro de ese balance nefasto, un dato sugestivo, bien documentado, es que la mayor cantidad de accidentes de tránsito se producen entre la medianoche y el amanecer. Según estimaciones de la Sociedad Europea de Medicina Respiratoria, hasta el 25% de los que se registran en las rutas ocurre porque los conductores se duermen al volante.
"En la noche, la necesidad de dormir es un hecho fisiológico del que no podemos escapar -explica el doctor Daniel Pérez-Chada, director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral-. Uno no duerme de noche porque no tiene otra cosa que hacer, sino porque el ciclo de sueño y vigilia está fuertemente influido por la luz. Al caer el sol, aumentan los niveles de las hormonas inductoras del sueño, como la melatonina."
Ahora, una tesis de doctorado presentada en la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, firmada por Joaquín Diez y dirigida por Pérez-Chada y por Daniel Cardinali, fisiólogo e investigador del Conicet, corroboró en 1500 choferes de larga distancia y de transporte urbano de pasajeros lo que vienen demostrando un número sustancial de estudios internacionales y locales: que estos trabajadores poseen una deuda de sueño que se traduce en niveles de alerta que no son óptimos para la conducción de un vehículo en las rutas, particularmente de noche.
"Este trabajo resume investigaciones que fueron publicadas en revistas internacionales, además de múltiples presentaciones realizadas en congresos -destaca Pérez-Chada-. No sólo se entrevistó a un número muy importante de conductores, sino que también se realizaron mediciones fisiológicas. Lo que vimos es que duermen menos de lo deseable y menos de lo que perciben haber dormido, y que cuando lo hacen en el vehículo el descanso no es profundo."
La falta o privación de sueño es un fenómeno generalizado en nuestra sociedad "abierta las 24 horas", pero cada vez más la literatura médica la vincula con una cantidad importante de trastornos de salud, como la obesidad, la diabetes y hasta las demencias. En el caso de los conductores, a las consecuencias individuales se suma un aumento de riesgo para el pasaje o la carga que transportan.
En sus estudios, los científicos analizaron indicadores fisiológicos que permiten estimar si el reposo es "de buena calidad".
"Medimos la modificación de la curva térmica a lo largo del día y la variabilidad de la frecuencia cardíaca, relacionada con aspectos vinculados con lo que se llama «tono simpático», que está muy activado en las etapas del sueño y menos en la vigilia", explica el especialista.
Cuando estamos en reposo, todos estos parámetros (la frecuencia cardíaca, la respiratoria, la respuesta adrenérgica) disminuyen su actividad. Pero hay situaciones en las que, si bien uno está en "situación de sueño", tiene una respuesta simpática menor de lo esperable.
"Lo que pudimos ver es que cuando los conductores de larga distancia están en reposo (mientras no conducen, pero van dentro del habitáculo), su nivel de tono simpático es menor que el esperado para una persona que está durmiendo [en una cama]. Es decir que están fisiológicamente más activos de lo que uno esperaría -explica el especialista-. La variabilidad de su frecuencia cardíaca no responde a una situación de sueño. Como tampoco lo hacen los cambios en su temperatura corporal, que normalmente tiende a bajar unas décimas."
El otro aspecto que midieron es la alerta. En los descansos, hicieron pruebas para ver cuánto tiempo tardaban los sujetos en responder a un estímulo (una secuencia de números que aparecía en la pantalla de una computadora). Y lo que encontraron es que en los conductores de transporte urbano, a partir de la quinta hora el tiempo de reacción comienza a prolongarse.
"Los efectos del sueño en una persona que conduce son equiparables a los del alcohol -afirma Cardinali-. Un trabajo clásico publicado en Nature mostró que mantenerse despierto durante 17 horas produce los mismos efectos en el tiempo de reacción que haber tomado la cantidad máxima de alcohol permitida por la ley; es decir, 0,5 g por litro."
Y agrega Pérez-Chada: "Esto significa que si usted pone en un simulador de manejo a un señor bien dormido y que tomó 0,5 gramos de alcohol y luego estudia a ese mismo señor privado de sueño, produce la misma cantidad de errores. La falta de sueño implica un riesgo aumentado que crece si además se maneja de noche".
¿Cómo mitigar o corregir esta situación?
"Una de las medidas posibles es instalar las siestas programadas -dice Pérez Chada-. Por ejemplo, sería muy conveniente que un conductor que toma un servicio a las 18 tuviera siestas programadas de no más de 40 minutos dentro de las dos horas previas. Es como una recarga de batería para que el sujeto pueda afrontar el tiempo que sigue con el mejor nivel de alerta posible."
Pero luego agrega un llamado de atención: "El conductor que va de acompañante y duerme en condiciones precarias puede sufrir un fenómeno muy peligroso cuando se hace el recambio y debe tomar el volante. Se llama «inercia del sueño»: desde que se despierta hasta el momento en que tiene su máximo nivel de alerta, tiene un retardo de 40 a 50 minutos. En ese caso, se combina un sueño poco reparador con la inercia del sueño".
Para Cardinali, los conductores nocturnos están sometidos a una carga antifisiológica. "A la hora en que su temperatura comienza a descender, la melatonina empieza a aumentar y todo su organismo se va preparando para dormir, se los expone a una situación de alta concentración, como es conducir un vehículo -explica-. La conducción nocturna es de alto riesgo. De hecho, hay países donde no se puede conducir de noche. El transporte de carga y de pasajeros está prohibido."
A su juicio, lo que complica aún más el problema es el sistema de parejas, por el cual en los viajes de larga distancia un conductor está activo mientras el otro descansa, pero en el mismo vehículo.
"En otros modelos se trabaja con postas, como lo hacen en la aviación. El conductor de reemplazo tiene la oportunidad de gozar de un descanso reparador -dice-. Porque lo que se llama «sueño» en el colectivo no existe, es otra cosa, pero sueño no es."
"Todos dormimos menos de lo que convendría -concluye Pérez-Chada-. Hay grupos más expuestos que otros, pero en algunos la deuda de sueño tiene más trascendencia social. En un neurocirujano puede tener las mismas consecuencias catastróficas que la de un conductor de transporte de carga o de pasajeros."
Qué detectaron las pruebas
- Entre bostezos
El 15% presentó excesiva somnolencia diurna y el 30%, riesgo de apneas del sueño - En el camino
Se observó una caída significativa de la alerta en el tramo final del viaje de regreso - Otros trastornos
Alta prevalencia de problemas de peso (89%), tabaquismo (37%) y estrés laboral en un tercio de los encuestados. A largo plazo, la falta de sueño puede implicar cambios neuroendocrinos y metabólicos que se asocian con enfermedades crónicas