Recorren el país para que los chicos de escuelas rurales puedan tener su foto escolar
LA PLATA.- Cuando Erica Voget y Bernardo Greco llegaron a la escuela rural en Río Negro, una nena se tiró al piso y empezó a girar de felicidad. Habían llegado los fotógrafos que venían a regalarle algo que muchos no habían visto nunca: un retrato suyo en papel.
Erica es fotógrafa y calígrafa, Bernardo es fotógrafo y diseñador gráfico. Hace un año que viajan todos los meses a una provincia argentina donde buscan tres escuelas rurales que estén lejos de las rutas para ir a retratar a los niños y niñas que estudian ahí.
Llevan siete provincias recorridas, unas veinte escuelas rurales. El proyecto se llama Memoria Escolar y tiene dos objetivos claros: que los alumnos tengan su foto escolar impresa, igual que los de las escuelas urbanas, y poder retratar la ruralidad argentina.
El fin del proyecto es regalarle a cada uno una carpeta que de un lado tenga la foto individual, y del otro la foto colectiva. Buscan escuelas de 25 alumnos como máximo, para poder entregarla de un día para el otro.
Construir memoria con una foto en papel
La idea llegó a Erica un día de abril de 2018 en que estaban viendo con sus hijos la foto de cuando ella iba a la primaria. "Nuestros nenes se matan de risa al ver nuestras fotos escolares. ´A ver dónde está mamá, o dónde está papá´. Vemos cómo nuestros papás nos vestían o nos peinaban", cuenta Erica. Bernardo coincide: "Es construcción de memoria, individual y colectiva. Uno sabe el valor que puede tener una imagen suya 30 años después".
El proyecto inicial era sólo en el Gran La Plata. Pero un cliente de una cooperativa les dijo que no piensen en pequeño, que amplíen el proyecto, después habría tiempo de achicar. Les regaló una impresora que ahora llevan a cada viaje: pesa unos 13 kilos, está en una especie de valija y es el alma mater de su trabajo.
Ya visitaron comunidades mapuches en Neuquén, guaraníes en Misiones y quilmes en Tucumán. Llegar a cada escuela es, casi siempre, una odisea. "En la última teníamos que bajarnos a la noche en el medio de la ruta donde había una bandera. Una bandera que de noche no se veía y en la comunidad no había ni agua ni luz. Bajamos con la impresora y no veíamos nada. Cruzamos la ruta, y cuando se nos acostumbró la vista a la oscuridad vimos al cacique y a los chicos con el mate. Nos estaban esperando con un fogón armado", dice Erica sonriendo, como si su cuerpo volviera a sentir ese alivio de encontrarlos.
Duermen en los lugares que los maestros les consiguen. En general son colchones en el piso de la escuela. Aunque hubo algunas excepciones: en Neuquén consiguieron una cama en una casa cercana y en Misiones el cacique les prestó su casa.
Pasados los tres días, les entregan la foto. Cuando los nenes la tienen en sus manos la abrazan. A algunos les da vergüenza, pero todos la espían y se la llevan contentos a su familia. Se la dan a su abuela, la pegan en la pared de su casa. Esto lo saben Erica y Bernardo porque, después del día escolar, visitan a algunas familias y también sacan fotos que retratan la ruralidad.
A cada visita los esperan con carteles de bienvenida, dibujos y bailes preparados o improvisados, como el de la nena en Río Negro. En esa provincia viajaron tres horas para llegar a una escuela donde había sólo tres nenes. No era ni siquiera un paraje. La directora se quedaba viviendo sola ahí toda la semana.
Después de Jujuy querían ir a Tierra del Fuego. Estaban programándolo, pero no salía: las maestras no les contestaban, y ellos no tenían la plata. Un compañero de la facultad de Erica que estaba en San Luis, presentó el proyecto de Memoria Escolar en la Cámara de Diputados y a los dos días lo declararon interés legislativo. Así consiguieron los pasajes para viajar a San Luis.
Noches de trabajo en la escuela
Cada noche se pasan horas mirando las fotos que sacaron durante el día, desde que los chicos se levantan, el paseo que hacen durante la tarde, el momento escolar, las visitas a las casas.
La noche la ocupan mirando las fotos, haciendo pruebas de color con la impresora, seleccionando las que van a imprimir y después recortando con trincheta una por una para pegarlas en la carpeta que adelante dice Memoria Escolar y atrás la frase de Leo García: "Nunca voy a perder mis sueños, que es el único tesoro que tengo". "Nosotros les contamos a los nenes que hay que soñar y trabajar para eso", dice Erica.
Cada viaje lo planean con tiempo. Contactan a la gente de la provincia, en general a través de conocidos, y buscan escuelas rurales alejadas. El financiamiento es, por ahora, lo que más les cuesta conseguir. Juntan peso por peso para el pasaje en colectivo a la ciudad y para el otro entre escuela y escuela.
Las fotos son el resultado de la mirada de los dos. Con sólo estar ahí saben qué quiere fotografiar el otro, no necesitan ni una palabra. La conexión se les nota al hablar.
Cuando algo parece ir mal, se resuelve. Bernardo cree que están iluminados. Una de las últimas veces casi pierden el colectivo, pero Erica corrió dos cuadras hasta que paró en un semáforo y pudieron subir. Otra vez tuvieron que hacer dedo para llegar al aeropuerto.
"En Tucumán dormimos un día en un colchón comido por los perros, al otro día terminamos en un hotel 5 estrellas vacío en el medio de una chacra, porque todavía no lo habían abierto al público. Nos pasan cosas rarísimas", cuenta Bernardo.
Lo que buscan con el proyecto es, además de entregar la foto en papel, revalorizar la educación pública, de la que ellos también vienen. Sueñan con volver en unos años a ver y fotografiar cada uno de esos grupos de alumnos.
Cada viaje, dicen, es un viaje en sí mismo. Apenas vuelven a su casa en La Plata ya están mirando el mapa en la heladera que van pintando sus hijos. Siempre pensando en el próximo destino, en la próxima aventura.