San Telmo atesora la antigua casa que perteneció a Esteban de Luca
En la escuálida lista de edificios que le dieron identidad a la metrópoli y que se salvaron de la demolición para adquirir el status de hamburgueserías o locutorios, figura la casa en la que vivió Esteban de Luca, en San Telmo.
Subsistencia a tono con el tampoco muy difundido privilegio del barrio, que goza como muy pocos de las más elementales iniciativas proteccionistas.
Curiosa historia la de San Telmo. Fue una de las zonas del Sur preferidas por las familias porteñas más renombradas, hasta que las corrió la fiebre amarilla de 1871. Entonces quedaron sólo los conventillos de inmigrantes italianos, una pensión o un alojamiento calificables con media estrella, si se los juzgaba desde la buena voluntad. La actual etapa parece alentada por vientos más favorables.
En Carlos Calvo 383 está la antigua casona, declarada monumento histórico nacional en mayo de 1941, cuyo blanquísimo muro la hace resaltar en toda la cuadra. Algunos datos establecen su construcción a fines de 1700, lo que la sitúa entre las más añosas de Buenos Aires.
Ostenta un par de placas. La más antigua (1972) es del Centro de Estudios Históricos de San Telmo, que identifica a quien fue su morador como "poeta y soldado". La más reciente (de 1987) consigna: "En este solar, que habitó el patriota Esteban de Luca, se instaló el primer arsenal de la ciudad". Dato, en realidad, refutado posteriormente. El referido arsenal estuvo a unas cuadras de allí.
Muerto en 1824, es decir, hace 180 años, De Luca no es hombre que aparezca fácilmente en la memoria colectiva. Militar y escritor, actuó en las invasiones inglesas en 1807, y tomó parte en hechos preliminares de la Revolución de Mayo, que exaltó en su composición más difundida, la "Marcha patriótica", a la que le puso música Blas Parera y cuyos 40 versos se publicaron en la Gazeta de Buenos Aires el 15 de noviembre de 1810. Se entonaban en ámbitos porteños, hasta que la Asamblea General Constituyente aprobó como canción patria el Himno Nacional.
En 1815 fue designado director de la fábrica de fusiles y al año siguiente se hizo cargo del Arsenal del Estado. Un conflicto con el personal, por cuestiones salariales, coincidió con el pedido de San Martín de que le enviara 10.000 herraduras destinadas al cruce de los Andes. "Cuento con sólo 3 operarios, explicó. Veré qué puedo hacer para satisfacer su pedido", le contestó. Reunió a todo el personal y pronunció una arenga, con base en la necesidad de una "actitud patriótica". Elocuencia de por medio, el militar y poeta tuvo éxito y poco después la primera carga de herraduras salía con destino a Mendoza. Ya existían los problemas gremiales, pero -como se ve- eran otros tiempos.
Extraña muerte
En 1822 fue uno de los socios fundadores de la Sociedad Literaria Argentina y en 1824 integró una comitiva que viajó a Río de Janeiro para reclamar el retiro de las tropas brasileñas que ocupaban la Banda Oriental.
Extraña fue su muerte, a mediados de marzo de ese año, cuando regresaba en el vapor Agenoria, que encalló a unos kilómetros del puerto, en el Río de la Plata. Tras una semana sin poder zafar de la varadura, de Luca y tres pasajeros, con sus equipajes, decidieron alcanzar la costa en un bote que se hundió. Pese a la búsqueda por la Prefectura, nunca se encontró nada. Lo irónico fue que mientras el bote desaparecía, el Agenoria lograba retomar su rumbo.
Juan Carlos Echazarreta, dueño de La Casa de Esteban de Luca, que funciona hoy en la antigua casona, se muestra conforme con la marcha de su restaurante -casi museo- entre los más concurridos de San Telmo. Al despedirse, hace notar una extraordinaria casualidad: su apellido, en vasco, significa "casa vieja".
Con sumo cuidado y dedicación
- La vivienda pertenece a Juan Carlos Echazarreta, que en 1982 transformó la zapatillería que funcionaba allí en el restaurante La Casa de Esteban de Luca. La instalación del local le demandó seis meses de trabajo, para lograr mantener la fisonomía original, según su condición de monumento histórico y siguiendo consejos del arquitecto José María Peña. Echazarreta cuenta que antes debió informarse sobre quién había sido de Luca: "A través de la consulta de la gente advertí que el único ignorante no era sólo yo. Un día vino la directora de un distrito escolar que lleva el nombre del prócer y me confesó que no sabía quién era".