Santa Cruz. Un puestero se quedó sin pilas para la radio y jamás se enteró de la pandemia
Un puestero jubilado que vive junto a su mujer en un cuadro de la estancia La Josefina, 130 kilómetros tierra adentro al este de El Calafate, desconocía que el coronavirus había provocado el aislamiento obligatorio y gran parte de las medidas que se tomaron desde la segunda quincena de marzo, también la propia naturaleza del virus.
"Se había quedado sin pilas para la radio y esa es la única manera que tiene de mantenerse comunicado, no se había enterado de nada", sostiene el comisario de la División de Operaciones Rurales de El Calafate, René Caro. "Cuando le contamos sobre la pandemia, que estaban todos los pueblos cerrados y que el país estaba en cuarentena, se quedó tranquilo, lo tomó con calma", afirma.
La provincia de Santa Cruz es la segunda más extensa del país, pero también la más despoblada. Su interior está salpicado por algunos pueblos con muy pocos habitantes y estancias alejadas de caminos y de poblados, que están mantenidas por puesteros que pasan meses sin visitar al pueblo más cercano. "En muchos casos no tiene luz ni señal de teléfono, para ir a buscarla tiene que acercarse a alguna ruta, o a un monte y esperar que llegue, y recién ahí mandar un mensaje", explica el comisario.
Aislados
Orges es el apellido del puestero que desconocía la llegada de la pandemia al país y sus consecuencias. "Estas personas viven muy aisladas, se comunican por los mensajes que dejan en la radio LU12", afirma Caro haciendo referencia al programa radial Mensajes al poblador rural que emite esta radio en Río Gallegos y que cruza toda la interminable soledad santacruceña.
"Ellos saben a qué hora está el programa, en ese momento ponen las pilas en la radio, lo oyen y las sacan dejándolas cerca de la estufa o la cocina para que duren más", cuenta el oficial. Las pilas son el bien más preciado en esta geografía que tiene una densidad de 0.72 habitante por kilómetro cuadrado.
"Hombres como él no han modificado sus actividades, continúan con sus vidas, piensan que el virus no va a llegar al campo y están seguros en sus puestos", reflexiona el comisario. "Nuestra misión fue entregarles mercadería, gas y pilas, e informarle de todas las novedades de la pandemia, en ningún momento se intranquilizó", asegura. "Le dijimos que no puede ir a El Calafate ni a ningún otro pueblo, que las vías de acceso están cerradas y que cuando pueda hacerlo, deberá tomar medidas higiénicas al regresar para el puesto", afirma. Orges acató esto con normalidad.
La División de Operaciones Rurales, es un área de la Policía de la Provincia de Santa Cruz, que depende Departamento de Seguridad Rural y la Superintendencia de Seguridad. Su principal objetivo es combatir el abigeato, el robo de ganado mayor y menor. La provincia está separada en tres regiones (jurisdicciones) rurales. La de Calafate abarca todo el Departamento Lago Argentino, incluye esta localidad, El Chaltén y Tres Lagos. Desde que se oficializó el aislamiento social preventivo, las funciones de la División fueron otras: darle apoyo a los puesteros de las estancias que quedaron aislados. "Los pueblos están cerrados, no dejan entrar a nadie, muchos peones de campo siguen llegando desconociendo esto", sostiene Caro.
Escuelas rurales cerradas
Son 137 estancias las que tiene a cargo la División de El Calafate. En cada una viven entre cinco a diez personas. Algunos puestos tienen familias. Dentro de algunas estancias hay escuelas rurales (cerradas actualmente) donde concurren los hijos de los puesteros que quedan pupilos durante todo el año. "Regresan a ver a sus familias en vacaciones de invierno y de verano", sostiene Caro. Las largas distancias impiden el traslado regular. En invierno los caminos quedan intransitables por la nieve o por la acumulación de barro producto del deshielo.
"Vialidad Provincial ha dejado de hacer estos trabajos", confirma Caro. Entre las medidas para la prevención, están las de reprogramar estos servicios que son esenciales para el habitante rural. "Muchas veces hay que cruzar ríos para poder acceder al puesto", completa. La Estancia Río Bote es una de ellas, para llegar hasta sus peones hay que atravesar un río que modifica el volumen de agua de su cauce. "Tuvimos que cruzarlo a pie, por temor a quedar encajados con la camioneta: llevábamos medicamentos, los puesteros nos esperaban en la otra orilla", recuerda. El agua es helada, de deshielo.
"Por el aislamiento no tienen la posibilidad de acceder a proveerse de víveres, medicamentos y diferentes insumos que necesitan. Incluso llevamos forrajes para animales", afirma Caro. La División debe cubrir toda esta inmensa área con diez oficiales y tres camionetas, además de abasto, muchas veces deben llevar mensajes personales.
Hombres ásperos
El Chaltén, Tres Lagos y Calafate están cerrados: nadie puede salir ni entrar. "Todos los jueves nos traen mercadería, no tenemos salida", afirma Isidoro Rolón, habitante de Tres Lagos. Ese día un vehículo de la Sociedad de Fomento del pueblo se traslada a El Calafate con los pedidos de los habitantes. Es la única manera que tienen los 300 habitantes de acceder a alimentos.
"El hombre de campo de Santa Cruz es áspero, curtido, acostumbrado a las inclemencias del tiempo, a la soledad, a vivir con poco", confiesa German Stoessel, ingeniero forestal, a quien la noticia del aislamiento lo agarró viajando en bicicleta por la ruta 40. El 15 de marzo hizo noche en un puesto de la Estancia El Delfín, camino a Gobernador Gregores. "El peón tampoco tenía pilas y se le había quemado el televisor: no se había enterado de nada, me dijo que había escuchado algo que a él le quedó como una huelga (en relación al aislamiento)", asiente. "Me invitó a comer carne de potranca y de ñandú, en la más completa soledad", refiere.
"Cada quince días vamos a visitar a un puestero que está por Laguna del Desierto (en la frontera con Chile) a llevarle provisiones y ver qué necesita", cuenta Tomas Aquino, propietario del Hostel Río Azul, en El Chaltén, que cerró el 1 de marzo. Es guía de pesca y sus clientes son 90% extranjeros (casi todos europeos). "Desde enero sabíamos que se venía el coronavirus. El último turista se fue el 19 de marzo, muchos europeos me llaman para ver cómo están las cosas por aquí", confirma. "Los insumos comunes en todos los peones rurales son yerba, tabaco, un pedazo de carne, radio y pilas", concluye Stoessel.
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