Sorpresa en la costa: dos visitantes generaron revuelo en las aguas de Mar del Plata

MAR DEL PLATA.- Más que una novedad, en los últimos tiempos pasó a ser una costumbre más que bienvenida en la ciudad. Las ballenas no solo están de paso, sino que, de tanto en tanto, hacen una escala en cercanías de la playa como para que se pueda disfrutar el espectáculo desde alguna escollera. O con los pies sobre la arena.

Fue el caso de esta mañana, cuando asomaron bien temprano por las inmediaciones de Cabo Corrientes. A unos 300 metros se lograba divisar a dos de ellas a pura pirueta. Se sumergían y reaparecían, una y otra vez.

Pescadores primero, luego deportistas que andaban a esa hora al trote o a buen ritmo de paso en una rutina de ejercicio o de paseo, advirtieron esta novedad que poco a poco comenzó a arrimar curiosos hacia ese sector de la costa.

Lentamente avanzaron en sentido al sur para ubicarse ya a la altura de Playa Chica, donde se quedaron un buen rato hasta ganar luego otros metros más y, todavía más cerca de la costa, permitir una vista privilegiada a quienes andaban por Playa Grande y ese extenso mirador que es la Escollera Norte.

Las condiciones del mar, muy calmo durante ese tramo de la jornada, permitieron disfrutar mucho mejor los movimientos de este par de ballenas.

Otros casos

Esta situación se repite con el tránsito de esta especie hacia los destinos de reproducción, en el frente patagónico.

Esta misma semana se había dado otro caso de visualización cercana, aunque aguas adentro y con pescadores embarcados como protagonistas de este momento inolvidable.

Fue en esa oportunidad más al sur, frente al complejo turístico de Chapadmalal y a más de 1500 metros de la costa. Allí se cruzaron con una ballena. El responsable del bote semirrígido detuvo el motor y compartieron un buen rato a no más de 30 metros del animal.

Vale recordar que ante la reiteración de estas situaciones, que se repiten y acentúan desde hace varios años, se logró un acuerdo entre Prefectura Naval Argentina, clubes de náutica, académicos y organizaciones ambientalistas para dar forma a un protocolo en el que se privilegia mantener distancia de las ballenas, evitar el contacto directo y por sobre todo no exponerlas al sonido de los motores de las embarcaciones.

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