
Un padre recuperó a sus hijos
La madre se los había llevado a Córdoba; los encontró por Missing Children
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No puede parar de llorar. Los mira, se llena de lágrimas y apenas se recupera, se vuelve a emocionar. Jorge García no puede creer que, después de cuatro años, sus hijos hayan vuelto a su casa.
La de los García es otra de las historias a las que la entidad civil Missing Children le encontró un final feliz. Esta vez, la felicidad es por triplicado. María del Rosario, de 9 años; Sara Agustina, de 8, y Pablo Jesús, de 4, están desde el viernes pasado con su papá, en su casa del Barrio Evita, en el partido bonaerense de Tres de Febrero.
Jorge estaba desesperado por encontrar a los tres hijos que la mamá se había llevado a Córdoba sin aviso. Y los niños estuvieron internados en un instituto de menores porque la madre ejercía la prostitución. Hoy está prófuga de la Justicia.
Los chicos estaban por ser dados en adopción cuando una psicopedagoga vio sus caras en la factura del teléfono celular. Así llegó a Missing Children (4797-9006). Jorge se enteró entonces de que los chicos estaban bien. Y así los cuatro volvieron a estar juntos.
Anteayer LA NACION acompañó a Jorge a buscar a las nenas después de su primer día de escuela. Estaban alborotadas. Se habían encontrado con algunos antiguos compañeritos de jardín, que ahora están en tercer o cuarto grado. Pablo empezó ayer el jardín. El y su papá casi no se conocían. La mamá se lo llevó cuando tenía tres meses. Y hoy están reconstruyendo su historia.
Viaje hacia el reencuentro
La semana pasada, después de recibir la llamada de Missing Children, Jorge viajó a Córdoba. Algunos problemas legales le impidieron ver a sus hijos. Y volvió con las manos vacías. Pero el mismo día que estaba de vuelta en su casa, recibió otra llamada. Estaba todo solucionado.
"Me preguntaron si tenía dinero para ir y les dije que sí. ¡Mentira! ¡No tenía nada! Un amigo me dio 300 pesos, otro me prestó el auto y así me fui", relató. "Cuando llegué, hacía horas que Pablo me esperaba, sentadito. No bien me vio gritó: ¡papá! Casi me muero. La última vez que nos vimos tenía tres meses", dijo llorando.
Las chicas no quisieron hablar de lo que pasó. Fue el único momento de la entrevista donde los tres dejaron de reírse. María hundió la cara en el sillón, Agustina se fue del living y Pablo se concentró en sus muñecos.
La casa está revuelta. "Llegamos el viernes a las dos de la madrugada y las nenas se quedaron hasta la cinco en su cuarto, revisando las cosas que habían dejado, hablando y recordando", contó Jorge con la voz quebrada. Todo estaba igual que cuando ellos se fueron. Las dos camas, las bicicletas, la cuna de Pablo. "Cuando venía mi hermana, abría la ventana para ventilar... Yo no podía entrar en este cuarto", confesó Jorge.
El domingo pasado fue una prueba de fuego para él. Hincha fanático de Boca, había prometido que en el mismísimo Monumental se haría de River si sus tres hijos aparecían. Y así debió hacerlo. "Todos me cargan, es terrible para mí. Pero estoy feliz", afirmó.
Jorge, que no tuvo una vida fácil, nunca la pasó tan mal como en estos años. "No comía, fumaba cuatro atados de cigarrillos por día. Creí que me moría", dijo. Bajó 35 kilos, se enfermó. Fue en ese momento cuando decidió tatuarse en los brazos los nombres de sus tres hijos. "Si me moría, quería llevármelos conmigo", explicó este hombre de 59 años.
En la cocina, a solas, Jorge contó que viajó por todos lados buscando a sus hijos. Para demostrar lo que decía, sacó de una carpeta ajada varios racimos de pasajes. "Estos son de Córdoba... Estos son de viajes por Entre Ríos, cuando me dijeron que estaban allá", dijo.
También tiene guardadas las páginas de LA NACION donde se publicaron las fotos de los chicos. Hasta llegó a hablar con el presidente Néstor Kirchner. "Me dijo que tuviera fe, que creyera en la Justicia", aseguró.
De pronto, las nenas irrumpieron en el living con un viejo álbum de fotos. "¡Esta soy yo!", gritó María. "Esa soy yo y ese bebe es Pablo", explicó Agustina. A solas y en silencio, Jorge miraba una foto de los cuatro juntos, de diciembre de 2002. Sin dejar de llorar, agradeció a todos los que habían hecho posible que momentos como ése pudieran repetirse.
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