
Una multitud oró ante San Cayetano
Más de 600.00 personas desfilaron por el santuario de Liniers para pedir techo, pan y trabajo
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El tren dejó a María del Rosario González en la estación ferroviaria de Liniers, a dos cuadras del santuario de San Cayetano. Desde allí, debió caminar otras 20 con su beba en brazos para alcanzar el final de la lenta fila que la llevaría frente a la imagen que cada año concentra a miles y miles de feligreses.
Al igual que María del Rosario, más de 600 mil personas desfilaron ayer por el barrio porteño de Liniers, informó el subcomisario de Tráfico Ferroviario de la división Sarmiento, Víctor Bustos.
Muchos peregrinaron para pedir empleo, techo y salud, otros para agradecer promesas hechas ante el santo patrono del pan y del trabajo.
El párroco del santuario, presbítero Fernando Maletti, dijo a La Nación : "Los feligreses crecieron en calidad y en cantidad. La calidad crece porque es más concreto el acercamiento a Cristo, y cuantitativamente, es impresionante como se va contagiando la espiritualidad que provoca San Cayetano".
En la misa central, el arzobispo coadjutor de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, subrayó que "si Dios nos ha dado el don del pan y el don de la vida, nadie puede quitarnos el don de ganarlo trabajando".
Para apaciguar la espera, religiosas de diferentes congregaciones tomaban las peticiones de los fieles que eran leídas por altavoces intercalados con rezos y cánticos. "Esto lo hacemos para que la espera no sean tediosas, así la gente participa haciendo sus pedidos y agradecimientos" señaló la hermana María Luz.
Un grupo de boy scouts repartió mate cocido para paliar el intenso frío que se sintió sobre todo durante la noche, mientras algunos peregrinos encendían fogatas.
En tanto, dos largas filas que alcanzaron las 20 cuadras esperaban para ingresar en el templo. En una de ellas estaban los fieles que querían besar o tocar al santo, y en la otra los que querían la bendición de medallas, espigas o imágenes.
Repartir el pan y el trabajo
A la medianoche de ayer fueron abiertas las puertas del santuario. Allí, el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Raúl Rossi, el párroco Maletti y un grupo de sacerdotes dieron la bienvenida a los peregrinos y les impartieron la bendición.
A partir de las 4 se realizaron misas cada una hora en una tarima ubicada frente a las puertas. Las ceremonias se extendieron hasta las 22.
A todo lo largo de la cuadra de la calle Cuzco al 100, centenares de personas se agolparon para escucharlas. Sin embargo, la mayor concentración de gente se registró cuando, poco después de las 12, el arzobispo Jorge Bergoglio presidió la misa central.
En su homilía, el prelado destacó que "al trabajo, como al pan, hay que repartirlo. Cada uno tiene que trabajar un poco. El trabajo es sagrado porque cuando uno trabaja se va formando a sí mismo. El trabajo enseña y educa, es cultura".
También felicitó a los fieles por su actitud de "ponerse en fila y hacer silencio frente a tanto palabrerío que nos asedia por todas partes" y calificó ese acto como "un gesto de dignidad y esperanza, una respuesta contra la tentación de no caminar más, de dejarse caer, de bajar los brazos y encerrarse a llorar".
"Ponerse en fila y caminar también es una respuesta de esperanza contra la tentación de colarse, de acomodarse pisoteando a los otros", puntualizó monseñor Bergoglio.
La multitud que esperó horas y hasta varios días para cumplir su promesa de besar al santo, aprovechó también para confesarse, hacer peticiones o recibir la bendición que los sacerdotes impartían cada 15 minutos, dentro y fuera del templo.
José Peralta pidió pan para su familia y agradeció por tener trabajo y salud. María Rosa Gutiérrez aseguró: "Hace 22 años que vengo todos y salgo reconfortada. Es un sacrificio que vale la pena", confió.
"Espero que San Cayetano escuche mi pedido que es uno solo: trabajo. Hace 17 años que vengo. Casi siempre fue para agradecer, pero esta vez necesito su ayuda y sé que me va a escuchar", dijo a La Nación Clara Dominguez, de 54 años. Hace ocho meses que busca empleo.
Hubo quienes mantuvieron entrevistas con personas que se habían acercado a San Cayetano para ofrecer trabajos, a una cuadra del santuario, en una mesa en la calle.
Roberto Ruiz manifestó: "Soy albañil, pero en el ramo hay poco trabajo; por eso me acerco a ver si consigo algo más seguro. Tengo cinco hijos para mantener".
Muchos fieles se inclinaron a participar de grupos de oración organizados por religiosas y seminaristas.
Para el padre Maletti, el santo "tiene un magnetismo especial en su su vida tan solidaria con los pobres".
Servicios y seguridad
El coordinador general de la Cruz Roja, Pablo Brusco, señaló a La Nación que la entidad aportó tres puestos sanitarios y cien auxiliares.
Los enfermeros y médicos abocados a esta tarea debieron atender a más de 100 personas, especialmente de edad avanzada que presentaban signos de agotamiento físico o habían sido afectadas por el frío.
También, se instalaron baños químicos en las calles y se podían utilizar los de la casa del Santuario y los del club Vélez Sarsfield.
Aguas Argentinas realizó un operativo destinado a abastecer de agua potable a los concurrentes, además de suministrar el líquido para las cocinas y los sanitarios, cuyo mantenimiento estuvo a cargo de boy scouts.
Esta tarea fue apoyada por la provisión de iluminación, señalizado y vallado de las áreas cercanas a los fogones. Asimismo, se dispuso de un lugar especial para madres que debían amamantar o cambiar a sus bebes.
La seguridad estuvo a cargo de efectivos provenientes de la mayoría de las comisarías de Capital Federal.
El subcomisario de Tráfico Ferroviario de la División Sarmiento, Víctor Bustos señaló que "el mayor control es evitar que ingresen en el sector punguistas que aprovechan las grandes concentraciones de gente para robar".
Una cita obligada para la venta callejera
Oportunistas: más de 100 puestos de venta se arremolinaron frente al santuario para ofrecer un amplio abanico de productos.
El día de San Cayetano le deparó a muchas personas, por lo menos, un trabajo temporario. Los alrededoresde 100 puestos de venta callejera que se parapetaron frente a la basílica aprovecharon la oportunidad para ofrecer a los miles de fieles una variada gama de productos.
Sin embargo, las caras largas de los vendedores no dieron lugar a dudas de que la demanda estuvo lejos de cubrir las expectativas. "Pese a la gran cantidad de personas que vinieron, la escasez de dinero es notoria porque las ventas han bajado respecto de años anteriores", se lamentó uno de los comerciantes.
Las espigas, que se vendían a un peso, se llevaron el primer puesto en el ranking de los productos más vendidos y fueron levantadas en alto por los fieles durante la homilía del arzobispo.
La demanda de alimentos sufrió una abrupta caída respecto de otros años debido a que los boy scouts repartieron pan y mate cocido para contrarrestar el frío. De esta forma, los puestos de panchos y choripanes, unos veinte aproximadamente, fueron desplazados por las santerías.
Estas últimas constituyeron el epicentro de los miles de peregrinos que recorrieron las 15 cuadras que separaron el final de la cola de la Basílica.
Una intensa jornada
Con el fin de asegurarse un lugar en el mercado que se montó alrededor del santuario, muy temprano en la mañana de ayer, e incluso desde hace varios días, los vendedores no se movieron de la zona que rodea a la Basílica.
Las santerías ambulantes ofrecieron un amplio abanico de productos que abarcó desde espigas hasta grandes imágenes de porcelana de San Cayetano. De acuerdo con el relato de el puestero Antonio Robledo, los vendedores aprovecharon el día para "juntar unos pesitos en tiempos en que el trabajo es muy escaso".
Pero no toda la mercadería hizo honor a la fecha, sino que el improvisado mercado ofreció de todo como en botica. Relojes de pared, tasas de café, platos, cubiertos, ceniceros y mantas desfilaron frente a las asombradas caras de los fieles.
"Las personas se acercaban a nuestras santerías a pedirnos gratuitamente las imágenes, los que compraban eran pocos", puntualizó Raúl Gómez, que ayudaba a su esposa a atender el puesto. Las estampas fueron bendecidas y besadas por los peregrinos frente a la imagen de San Cayetano dentro del santuario.
Ya de noche, y luego de una intensa jornada, los vendedores comenzaron a desmantelar sus puestos para hacer una rápida evaluación del día y abrigar nuevas esperanzas para que el año próximo los fieles de San Cayetano les deparen una mejor ganancia.





