Carlos Fenollosa es docente universitario en España y otorga un punto extra a los estudiantes que emplean el chatbot de OpenAI como asistente en sus trabajos. “Ellos lo toman como algo corriente, nada extraordinario”, asegura
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¿Las herramientas potenciadas con inteligencia artificial pueden ser integradas armoniosamente en el ámbito académico? ¿O, por el contrario, la automatización va en desmedro del aprendizaje y solo sirve para hacer trampa? Un hilo de tuits publicado por el profesor español Carlos Fenollosa profundizó el debate. “Este cuatrimestre, por primera vez, estamos concediendo un punto extra en la nota a los alumnos que hagan parte de una práctica con ChatGPT y lo justifiquen correctamente”, escribió. “Lo iban a hacer igualmente. Al menos, les ayudaremos a usarlo en forma correcta”.
Este cuatrimestre, por primera vez, estamos concediendo UN PUNTO EXTRA en la nota para los alumnos que hagan parte de una práctica con ChatGPT y lo justifiquen correctamente.
— Carlos Fenollosa (@cfenollosa) April 4, 2025
Lo iban a hacer igualmente. Al menos, les ayudaremos a usarlo correctamente. https://t.co/wJgOfRfW7Y
La idea de Fenollosa ya se puso en marcha en la materia Inteligencia Artificial, que se dicta en la Facultad de Informática de Barcelona, dependiente de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC).
En diálogo con LA NACION, el autor de La singularidad —un libro recientemente publicado por editorial Arpa que trata sobre el impacto de la IA en el mercado laboral— asegura que sus alumnos recibieron la propuesta con absoluta naturalidad. “Ha sido algo corriente, nada extraordinario para ellos”, nota.
“En nuestra asignatura ofrecemos un punto extra en cada práctica a aquellos alumnos que realicen una tarea extra, alcanzando un objetivo adicional, y entendieron que se trataba del aprendizaje de una herramienta más”, explica.
“El chatbot tiene una paciencia infinita”
El vínculo de Fenollosa con la inteligencia artificial es muy anterior al auge de los modelos generativos, que tiene a ChatGPT de OpenAI como paradigma. Además de ser docente y autor de libros sobre la temática, este catalán de 41 años brindó consultorías en empresas de la talla de eBay y Nestlé, entre otras, e incluso asesoró a los realizadores de la película Singular, un thriller del cineasta Alberto Gastesi que aborda las intersecciones entre la IA y los procesos de duelo.
“Siempre me han interesado estas tecnologías, en concreto los chatbots”, cuenta y señala que a sus 11 o 12 años usaba el muy primitivo bot conversacional de Windows 3.1, llamado Herbie. “Pasaba las horas conversando con él, y eso que era muy rudimentario. Acostumbrado al espartano entorno MS-DOS, poder hablar con una computadora me parecía algo increíble”, recuerda.
-Ese vínculo continuó, por supuesto…
-Claro. Más adelante seguí leyendo literatura de ciencia ficción y un libro me fascinó especialmente, La era del diamante de Neal Stephenson. En él se presentaba un dispositivo llamado “manual ilustrado”, que hoy día sería un iPad conectado a Internet con ChatGPT. Estaba diseñado para una niña aristócrata, que acaba en las manos de una niña pobre y que le cambia la vida. Este interés me llevó a estudiar ingeniería informática, y posteriormente, una maestría en inteligencia artificial. Siempre pensé que, de muy mayor, me gustaría dedicar unos años a diseñar una especie de “manual ilustrado”, pero la realidad ha avanzado más rápido que la ficción.
-¿Cómo surgió el plan para dar un punto adicional a los estudiantes que usen ChatGPT en sus trabajos?
-Se trata de una idea del coordinador de los proyectos de la asignatura. En los últimos semestres, veníamos observando que los alumnos usaban ChatGPT para realizar parte del trabajo, en concreto, para la recopilación de información. Antes de empezar el curso, el coordinador sugirió dar un punto extra a los alumnos por hacerlo con esa herramienta y discutimos cómo teníamos que guiar a los estudiantes para que realizaran este proceso satisfactoriamente.
-Has comentado acerca de la recepción “corriente” por parte de los alumnos. ¿Ha sido igualmente natural la respuesta de las autoridades universitarias?
En general, en la UPC los profesores tenemos bastante libertad para organizar la evaluación de las asignaturas según las competencias establecidas. Para esta asignatura (Inteligencia Artificial del Grado de Ingeniería Informática), consideramos que está alineado con los objetivos docentes, aprobados a nivel estatal.
Estas tecnologías permiten tener un tutor particular, personalizado al nivel de cada alumno. Cada estudiante aprende de manera diferente, y los modelos de lenguaje se adaptan a sus necesidades gracias a que tienen una paciencia infinita. Es absurda la hipótesis de que en una clase de ochenta alumnos todos van a aprender lo mismo escuchando a un único profesor explicando el temario de una única manera. La personalización es clave para el aprendizaje.
Estigmatizaciones y nuevas aproximaciones
En niveles iniciales, las herramientas digitales —celulares, tablets, computadoras y sus programas— estarían más en retirada que en proceso de integración. Fenollosa no tiene que irse muy lejos para comprobarlo. Recientemente, en la capital de España, Madrid, fue aprobada una normativa que restringe el uso de dispositivos en las escuelas, aunque permite las actividades en grupo frente a pantallas.
En nuestro país hay casos dispares. Por ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires rigen limitaciones, mientras que Mendoza promueve el empleo de tecnologías en las aulas.
Consultado al respecto de esa ambivalencia, que tiene alcance global, Fenollosa recuerda que a sus 13 años tuvo un profesor “de la vieja escuela” que lo reprendía por su letra desprolija y por la lentitud de sus cálculos mentales. “Crees que siempre llevarás una máquina de escribir en un bolsillo y una calculadora en el otro”, recuerda que le dijo el maestro. “Por mi parte, creo que es imprescindible adaptarse a las nuevas tecnologías y enseñar a los alumnos a realizar tareas de cada vez más valor. Anclarse en las herramientas del pasado es un error. En mi época copiábamos información de la enciclopedia en papel y aprendíamos igual”, observa.
La clave es el aprovechamiento de los recursos y su uso adecuado. En este punto, el docente recomienda el uso de herramientas de corroboración de datos, por ejemplo Scite, que se especializan en la generación de información tomada de fuentes fiables. “Los modelos de lenguaje tradicionales, como las versiones iniciales de ChatGPT, no funcionan así, y por ello alucinan, se inventan datos inexistentes”, explica y compara: “Les sucede como a las personas. A veces creemos recordar algo que no es cierto, o bien recordamos la idea subyacente, pero no el origen o la cita original”.
Es relevante, además, el conocimiento profundo de la herramienta. En el caso de la inteligencia artificial generativa, es preciso aprender a redactar correctamente los prompts, que en la jerga son las indicaciones que el usuario le da al modelo. ¿Qué conviene hacer, a la hora de usar ChatGPT como asistente en tareas de aprendizaje? Fenollosa aconseja instrucciones como la siguiente: “Cuando te pregunte una cuestión académica, no me des la respuesta directamente. Dame pistas paulatinamente y deja que encuentre yo la respuesta”. El experto asegura que “este pequeño cambio hace que el cerebro se active y el alumno aprenda mucho más que si tan solo lee la respuesta ya generada”.
En aquel hilo de tuits que reabrió el debate, el docente de la universidad catalana mencionó que el uso de ChatGPT en aquel ámbito no se da únicamente entre los estudiantes. “Este es un secreto: los profesores también lo usamos para preparar exámenes y sé de algunos que han hecho pruebas piloto para corregirlos”, reveló.