Milagro de bolsillo. Esto sí que no lo sabías de tu celular
Uno vive rodeado (literalmente) de milagros y prodigios. En tu teléfono celular, por ejemplo, hay una batería. Esa batería, lo mismo que las de los autos eléctricos y las de casi cualquier cosa portátil de la actualidad, funciona gracias a un elemento de la tabla periódica cuyo nombre en los últimos años todos hemos aprendido a pronunciar: litio.
El litio es un metal (el primer metal de la tabla, dicho sea de paso), blando y de baja densidad (0,5 gramos por centímetro cúbico; por comparación, el hielo tiene 0,9); es tan blando que se lo puede cortar con un cuchillo. Es también muy reactivo y por cuestiones atómicas en las que no entraremos sirve para fabricar baterías (entre otras cosas).
Pero su mayor secreto está en otro lado, y para entender eso hay que hacerse primero una pregunta incómoda. ¿De dónde salieron los elementos de la tabla periódica? El silicio del vidrio y de los microprocesadores, el cobre de los cables, el carbono sobre el que se basa nuestra biología, el oro en tu alianza matrimonial, el hierro en nuestra sangre, el calcio en la cáscara de los huevos, el nitrógeno del aire. ¿Cómo se originaron, de dónde salieron? Aunque el dato suene esotérico, es bien conocido desde que el enorme Carl Sagan nos lo explicó en su obra maestra, Cosmos. La historia es más o menos así: las estrellas (nuestro Sol es una estrella, solo que muy cercana) son reactores de fusión atómica. Es decir, por efecto de la gravedad, los átomos de hidrógeno se fusionan formando helio, y liberan energía en el proceso: luz, rayos UV, infrarrojos, X, gamma y otros tipos de radiación ionizante.
Pero a medida que el combustible principal de esa estrella (el hidrógeno) se agota y la fusión continúa, empiezan a nacer nuevos elementos, porque el proceso de fusión continúa: carbono, oxígeno, silicio, hierro. Algunos elementos pesados, como el uranio, se forman también en las estrellas, pero en procesos diferentes (por ejemplo, uno llamado captura rápida de neutrones, durante una supernova). Estoy resumiendo brutalmente; los expertos sabrán disculpar. La cosa es que todo esto de lo que están hechos nuestros organismos, los dispositivos de alta tecnología, los campos de frutillas, las paredes de nuestros hogares, todo lo que existe y cuyos ladrillos básicos están listados y ordenados en la tabla periódica de Mendeléyev se originó en las estrellas y, cuando estos soles estallaron al final de sus vidas, regaron el universo con nuevos materiales. Estamos hechos de elementos fabricados en los reactores de fusión de estrellas que murieron de forma explosiva hace miles de millones de años.
Así que la respuesta a la pregunta incómoda es simple: los átomos que constituyen la realidad (usualmente, en forma de moléculas) se originaron en las estrellas. Excepto el hidrógeno, el helio y el litio, que se formaron durante los primeros cinco minutos del Big Bang, el evento que siguió a la singularidad que hoy la ciencia acepta como axioma para explicar el nacimiento del universo.
No todo el litio se formó de esta manera, pero al menos una parte del litio en la batería de tu teléfono anda dando vueltas por el cosmos desde hace unos 14.000 millones de años. Vaya número. Por sí, además, la cantidad de litio presente en la naturaleza es mucho mayor de la que debería ser, una discrepancia que tiene confundidos a los cosmólogos desde hace rato y que ahora se ha reducido a más o menos el 10 por ciento.
Así que ahí tenés otra sorpresa de la revolución digital: en tu bolsillo llevás unos gramos de un elemento que se originó en la cuna más extraordinaria de la historia, 13.800 millones de años atrás, en esa Gran Explosión que, hasta donde sabemos, nos trajo hasta el día de hoy.
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