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Los dueños son nada más y nada menos que la familia real de Dubai. La del jeque Mohamed bin Rashid Al Maktum, el que está en los carteles que se ven al salir del aeropuerto. Según Forbes, una de las familias reales más ricas del mundo.
El hotel se construyó sobre una isla artificial frente a la costa. Tiene forma de vela, una vela de 320 metros de altura, la vela de un barco utópico que navega por el Golfo Pérsico. Es uno de los hoteles más altos del mundo. A pesar de no haber estado ahí, posiblemente muchos recuerden aquel famoso partido de tenis en el helipuerto del hotel, entre Roger Federer y André Agassi.
Desde el restaurante Al Muntaha, en el piso 27, se distinguen las islas artificiales The Palm y The World, que dibujan en el mar, una palmera y un mapa del mundo. También se ven cúpulas de mezquitas y muchas grúas, porque Dubai está en construcción. Siempre.
En números, el Burj tiene 202 habitaciones (cada suite cuenta con 14 teléfonos como mínimo), 8 restaurantes, 220 mayordomos, un acuario al lado de la escalera mecánica con más de 50 especies de peces.
Tiene, también, grifería de oro. Y no sólo canillas: casi 2000 m2 de oro revisten el hotel. En eso no se cuentan los Ipads de 24 kilates ?diseño personalizado de Apple? disponibles en todas las suites. Para trasladarse al aeropuerto, a 25 km, los taxis son Rolls Royce.
El menú de almohadas cuenta con 17 opciones, muchas más que dura o blanda, alta o baja.
¿De dónde viene la mayoría de los clientes? De China, Rusia, Inglaterra y Estados Unidos. Pero, según Izabela Hamilton, encargada de prensa, "también llegan bastantes argentinos".
La suite real, de 800 m2, cuesta más de u$s 100 mil por noche, pero posiblemente, como no hay tantos reyes y sultanes, tienen que vender las otras, las suites estándar. Y, aunque no lo crea, también hay promociones. Por unos u$s 2.500 es posible pasar dos noches con desayuno y una cena.
En el Burj, el agua es gratis y las amenities de Hermes no son miniaturas, sino un perfume de 100 ml, como los del free shop.
Para los que no estén pensando en hospedarse, la forma más barata de entrar al lobby del hotel es reservar un té o una copa de champagne el lobby, unos u$s 60 por persona. Un rato ahí sentado da tiempo para ver el diseño interior, las columnas doradas, las fuentes con agua que sube y baja y pega tremendos saltos, los acuarios. También da para imaginarse de dónde vienen esas señoras con look de golfistas, de qué país será esa pareja de africanos, quién es esa mujer con capelina roja que en ese minuto se sube al Rolls Royce.
Nota publicada en julio de 2015.



