De Dubrovnik a NY. Sitios famosos por sus cuarentenas históricas
Algunos sitios del mundo son recordados por las pestes que los asolaron o las cuarentenas prolongadas a las que se sometieron.
La peste de Inglaterra
Tal es el caso de Eyam, una localidad del Derbyshire, en Inglaterra, que es conocida como el "Pueblo de la Peste". Sus habitantes aceptaron hacer un tremendo sacrificio y se autoimpusieron una cuarentena de un año y medio para no propagar una epidemia en el resto de la comarca. Este episodio histórico ocurrió en 1665. La peste llegó al pueblito con una partida de telas compradas en Londres, infectadas con pulgas portadoras de un virus. Para evitar la expansión de la enfermedad, el reverendo de Eyam, William Mompesson, exhortó a sus conciudadanos a aislarse del resto de la región. Algunos se fueron, pero la mayoría se quedó luego de la muerte del asistente del sastre (que se llamaba George Viccars y fue la primera víctima). El sacrificio fue enorme y cuando se declaró oficialmente el fin de la epidemia en el pueblo, 14 meses más tarde, habían fallecido 257 de los 350 habitantes del total estimado en aquella época. El ejemplo de Eyam marcó tanto las mentes que se lo recuerda todavía en la actualidad, y más especialmente en estos tiempos de pandemia. El pueblo recibe muchas visitas porque no cambió desde el siglo XVII y las casas aún tienen carteles que recuerdan a quienes vivían en tiempos de la epidemia. En agosto se organizan ceremonias en homenaje al inicio de la cuarentena y en las afueras de Eyam se pueden ver todavía las grandes piedras que mandó instalar Mompesson. Marcaban los límites del recinto de aislamiento y era donde la gente de pueblos vecinos dejaban comida y productos para que los pueblerinos pudieran seguir abasteciéndose.
Dubrovnik, la primera cuarentena europea en 1377
Hasta el estallido de la pandemia, Dubrovnik, la perla de la costa croata, era una de la víctimas más patentes del sobreturismo. Al igual que Venecia o Barcelona, los habitantes de los barrios más visitados fueron desplazados por los turistas, los negocios de recuerdos y los pisos alquilados por Airbnb. La presión del turismo fue tal que había transformado el viejo centro italiano en un parque de atracciones. Con las medidas restrictivas adoptadas en Europa, la ciudad debe recordar sin duda que fue la primera en instaurar una cuarentena, el 23 de julio de 1377.
Dubrovnik se llamaba entonces Ragusa y era uno de los principales puertos de la república de Venecia. Durante el Medioevo y el Renacimiento fue una de las plazas más prósperas del Mediterráneo gracias a su dominio del comercio entre Occidente y Oriente. Esta bonanza le valió también varias epidemias que viajaron a bordo de los barcos: por esa razón el Gran Consejo de la ciudad impuso a todos los viajeros y a las embarcaciones un aislamiento de un mes en la isla de Marcana (ahora es también croata y se llama Mrkan). Esta primera cuarentena de la historia inspiró muchas otras y Venecia fue la segunda ciudad del Viejo Continente en adoptar esa medida para protegerse de enfermedades contagiosas. Con el tiempo, el período original de un mes fue extendido a 40 días, la quaranta, luego adoptada en todos los puertos de Italia, Francia y España en contacto con Oriente. En cuanto al cordón sanitario (un límite físico que no se puede traspasar para aislar una zona infectada) uno de sus principales teóricos y promotores durante el siglo XIX fue Adrien Proust, el padre del autor de En busca del tiempo perdido (una obra lo suficientemente voluminosa como para ocupar una cuarentena de varias semanas).
Ellis, la isla de los inmigrantes
Las visitas y navegaciones por el puerto de Nueva York hasta la Estatua de la Libertad incluyen por lo general la isla Ellis. Es donde funcionó el Centro Federal de Inmigración de la ciudad y por donde pasaron millones de personas que dejaron Europa para vivir el sueño americano, entre 1892 y 1954. Las instalaciones de Ellis Island abrieron sus puertas cuando la inmigración a Estados Unidos había cambiado radicalmente y los británicos, alemanes, holandeses y escandinavos ya eran una minoría. A lo largo de más de seis décadas, la isla vio pasar a 12 millones de personas y el año récord fue 1907, con más de un millón. Las instalaciones por donde se realizaban los trámites de ingreso y las inspecciones médicas se transformaron en un centro interpretativo que exhibe documentos y objetos de aquellas décadas. El recorrido aporta muchos datos concretos sobre quiénes llegaban y en qué condiciones pisaban por primera vez el suelo americano. También se descubre que los enfermos eran tratados de manera distinta según sus patologías: se mandaba de vuelta a los casos más graves, pero la gran mayoría pasaba largos períodos de cuarentena en un sector de la isla. Por el contrario, los que llegaban en buen estado de salud solo se quedaban un par de horas y la administración trataba de desagotar lo más pronto posible las inmensas filas que se formaban luego de la llegada de cada barco. Los que lograban dejar la isla luego de su periodo de confinamiento recordaban Ellis como the Island of Tears. Dos de cada cien candidatos a la inmigración no pudo llegar más allá de este pequeño islote. Más que por razones de enfermedad, eran rechazados por un pasado criminal o por sus ideas políticas.
Aislamiento en el Lazzaretto Vecchio, de Venecia
Como principal potencia comercial del Mediterráneo y del sur de Europa durante varios siglos, la Serenísima estuvo varias veces en primera línea durante las epidemias de peste que venían por lo general del Cercano Oriente.
La isla recurrió varias veces a las cuarentenas en épocas en las cuales no se sabía cómo luchar contra la propagación de la enfermedad. El aislamiento era la solución habitual que preconizaban los dogos y sus consejeros. Es así que el Lazzaretto Vecchio se transformó en uno de los principales lugares de cuarentena en Europa durante la Edad Media. Originalmente fue un monasterio que recibía a los viajeros de regreso de peregrinación a la Tierra Santa. A principios del siglo XV se transformó en el hospital de Santa Maria Stella del Cielo, con dos unidades: una para mujeres y otra para hombres. Pasada la epidemia de peste, las casas de la isla sirvieron de viviendas de cuarentena para los que venían de Oriente, tanto los casos sanos como los dudosos, que permanecían 40 días en el Lazaretto. Luego de remodelaciones durante los siglos XIX y XX, ya sin uso sanitario, el islote vecino al Lido tuvo varios usos. Durante un tiempo, se hicieron obras para crear un museo municipal y durante las obras se desenterraron cientos de esqueletos de víctimas de la peste.
Hasta la pandemia de coronavirus, se organizaban visitas guiadas un par de veces al mes, los fines de semana.
Cuarentena para astronautas
El principio de la cuarentena se aplicó a todos los astronautas que pisaron el suelo lunar, y los primeros en estrenar el MQF (Mobile Quarantine Facility) fueron los tres pioneros del Apolo 11 -Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin- en julio y agosto de 1969. Pasaron varias semanas en total en este pequeño módulo que se exhibe en el museo del USS Hornet, en Alameda, en la Bahía de San Francisco. El portaaviones rescató a los astronautas de las misiones Apolo 11 y 12 en alta mar, a su regreso de la Luna. Cuando fue transformado en museo, se dejaron en exhibición varios elementos de aquellos programas de la NASA. El MQF es el más llamativo de todos: la muestra incluye también el módulo de cuarentena de la misión Apolo 14, varios aviones militares y un helicóptero utilizado en la película que recreó la abortada misión Apolo 13, en 1995. Los MQF habían sido creados por la NASA y preparados para que varias personas pudieran convivir en un espacio muy reducido. El único contacto que tenían los astronautas con el exterior era por medio de aparatos de comunicación. Una vez recuperado por el USS Hornet, el módulo era llevado hasta la base de la NASA en Houston donde se completaba el periodo de cuarentena.
Cuando termine el periodo de restricciones total impuesto por el estado de California actualmente, el barco-museo volverá a abrir todos los días de 10 a 17.00. La entrada cuesta US$ 20.