Sólo en Chile: cinco curiosidades al otro lado de la cordillera
1 Las capillas de mármol del Sur
No solo los maestros de la Grecia antigua y del Renacimiento italiano crearon maravillas a partir de bloques de mármol. La naturaleza también. A lo largo de miles de años desde la última era de hielo, el agua cavó y pulió grandes formaciones de carbonato de calcio a orillas del lago General Carrera (que se llama Buenos Aires de este lado de la cordillera), en la Región de Aysén. Las formas y las cuevas así creadas son una de las maravillas del sur chileno. La luz pone en valor los colores y las texturas de esta roca blanca, componente principal de las calizas y el mármol. Los tres principales atractivos que se visitan a bordo de pequeñas embarcaciones, durante excursiones lacustres, son la Catedral, las Cuevas y la Capilla, todas formaciones naturales. Difícil describir la extraña belleza del lugar. Los azules van del celeste al turquesa y se entrelazan sobre las formas redondeadas de la roca, como bloques de hielo mineralizados. El mejor momento del año para visitar el sitio es de diciembre a marzo. Y durante el día, conviene asegurarse un lugar en las primeras salidas de la mañana, con la mejor luz. Hay guías que organizan salidas a bordo de inflables y prestadores que alquilan kayaks y canoas. Cada modalidad tiene su ventaja: la primera es más racional y permite saber cómo se formaron las cuevas, mientras con las segundas es posible entrar en las cuevas más chicas y manejar los propios tiempos.Las lanchas salen de Puerto Río Tranquilo, a 223 km de Coyhaique, principal ciudad de la región. Desde la Argentina, hay que cruzar la frontera a la altura de Los Antiguos, a orillas del lago, y seguir hasta los embarcaderos. Río Tranquilo es también el punto de partida para realizar caminatas sobre hielo en el Glaciar Exploradores.
2 Oficinas fantasma en el desierto
Desde Antofagasta, la Panamericana y la ruta 25 -su prolongación en dirección a Calama y al pueblo turístico de San Pedro de Atacama- cruzan un paisaje totalmente mineral. Muy de vez en cuando una estación de servicio es la versión moderna de los oasis. En este mundo lunar se ven algunas ruinas, más o menos alejadas de la ruta y en algunos casos señalizadas con carteles. Son las oficinas salitreras, o lo que queda de ellas. Así se llamaban los pueblos que florecieron y albergaron a miles de obreros llegados de todo el mundo para explotar el oro del desierto, el salitre, a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Era entonces una materia prima muy demandada para la industria química y la agricultura, hasta que fue reemplazada por fórmulas sintéticas a partir de los años 30. Las oficinas que habían brotado en el desierto chileno fueron progresivamente abandonadas, aunque sus construcciones resistieron más o menos bien a décadas de olvido. Ahora son pueblos fantasma y hacen pensar en las ruinas de una civilización barrida de la superficie de la tierra, cuyos vestigios de paredes tratan de mimetizarse con las piedras y las arenas del desierto, como cuenta el escritor y ex obrero del salitre Hernán Rivera Letelier. Cada tanto, algún auto le hace caso a los carteles y deja la ruta para seguir un camino de ripio unos kilómetros y encontrar estos vestigios. Algunas quedaron en la historia, por lo bueno (Humbertsone, patrimonio de la humanidad) o por lo malo (Chacabuco, campo de prisioneros políticos durante la dictadura).A mitad de camino entre Antofagasta y Calama, hay varias ruinas de oficinas en la región de Sierra Gorda, único poblado entre ambas ciudades. Para ir a la Oficina Chacabuco hay que desviarse y seguir por la Ruta 5 un par de km en lugar de la 25 hacia Calama.
3 Una cruz para el tercer milenio
Coquimbo y La Serena hacen buena pareja. Una es el puerto popular e industrial, mientras la otra es el balneario elegante y turístico. La mayor singularidad de Coquimbo es la enorme cruz que sobresale por encima de su colina principal, El Vigía. Este cerrito -como bien lo dice su nombre- custodia una de las puntas de la bahía a lo largo de la cual se estiran las dos ciudades hermanas. Hermosa o fea, espiritual o vulgar: el gigantesco monumento no deja a nadie indiferente. Imposible ignorarlo: mide 98 metros y culmina a 157 metros sobre el nivel del mar. Es lo primero que se ve al llegar a Coquimbo y por ende lo primero que se visita también. Fue construido en el año 2000 para celebrar la entrada de la cristiandad en el tercer milenio y su arquitectura está llena de referencias religiosas: se compone de tres columnas que simbolizan el Espíritu Santo, la escalera tiene 2000 peldaños, doce pilares representan los apóstoles. Se convirtió en el principal atractivo local junto al fuerte Lambert. Aunque se asocie la fortificación a historias de piratas (una leyenda dice que el corsario inglés Francis Drake enterró un tesoro en algún recoveco de la costa) es muy posterior. Fue construido en realidad durante el siglo XIX. Sin más peligro a la vista, sus murallas son ahora un apostadero para disfrutar de vistas sobre el oceáno y ver pasar bandadas de pelícanos.La Cruz del Tercer Milenio tiene dos miradores panorámicos. Uno a 20 metros y otro a 70. El sitio abre de 8.30 a 21, del 15 de diciembre al 15 de marzo, y de 9 a 17.30 el resto del año. La entrada cuesta 130 pesos argentinos por persona (los niños pagan la mitad). Se realizan misas los domingos a las 16. Para los que llegan en auto, hay playas de estacionamiento privadas en las cercanías.
4 La verdadera isla del verdadero Robinson
El nombre de Robinson pasó a ser sinónimo de aventura extrema, deseada o no, gracias a la novela de Daniel Defoe, uno de los grandes clásicos de la literatura universal. Su éxito lanzó el género de las robinsonadas, tan variado que va de La isla misteriosa de Julio Verne a El señor de las moscas de William Golding, Todo el resto es literatura, como dice el verso, pero también geografía. Y esa tierra existe. Al igual que el marinero olvidado por sus pares: Defoe se inspiró en las desventuras del escocés Alexander Selkirk, que fue abandonado y vivió solo durante cuatro años y cuatro días sobre una isla del archipiélago chileno Juan Fernández, que se llamaba entonces Más a Tierra y ahora lleva su nombre en la ficción. Actualmente es una reserva de la biosfera y la mayor parte de las especies de fauna y flora que la habitan son endémicas, como el colibrí rojo, su emblema. Las principales actividades de sus mil habitantes son la pesca y el turismo. Aunque no reciben muchas visitas al año, debido al costo de los pasajes (mil dólares, ida y vuelta), las distancias y la falta de infraestructura. Otra de las islas se llama Alejandro Selkirk y es habitada solo por temporadas por familias de pescadores y guardaparques. Aunque fue rebautizada así, es muy probable que el náufrago británico la haya tocado porque está a 165 km de las otras dos islas.
El archipiélago Juan Fernández está constituido por las islas Robinson Crusoe, Alejandro Selkirk y Santa Clara. La primera es la única poblada permanentemente, a más de 670 km de las costas chilenas en el Pacífico. Se llega por vía aérea o maritima. Las avionetas salen del aerodromo Tobalaba, en Santiago, o Torquemada, en Viña del Mar. Varias compañías operan la ruta con avionetas para 8 a 10 personas y el vuelo dura 2:30 hs. En barco se demora de 30 a 48 horas.4
5 El legendario gigante de Pascua
Rapa Nui o Isla de Pascua es uno de los lugares más fascinantes del mundo. La intrépida y trágica historia de sus habitantes es una saga que encierra todavía muchos misterios. Desarrollaron la única forma de escritura conocida al momento en el hemisferio sur y levantaron los gigantescos moais. Aquellas figuras líticas generaron muchas teorías, más o menos racionales. Se sabe ahora que también fueron el causante del colapso de la primera sociedad pascuense (la actual rapa nui le será muy posterior). Durante un segundo periodo de su historia, los isleños derribaron los moais y crearon un nuevo culto. El sitio de Rano Raraku, la cantera donde fabricaban las estatuas, fue entonces prácticamente abandonado y los arqueólogos pudieron comprobar que muchas quedaron sin terminar. Este lugar es parte del Parque Nacional Rapa Nui y uno de los más llamativos de una isla de por sí intrigante. El más grande de todos espera hace siglos que los escultores vuelvan para terminar de separarlo de la roca. Se llama Te Tokanga, mide más de 21 metros y pesa 200 toneladas. Los arqueólogos estiman que hubiese sido imposible transportarlo y apoyan su teoría sobre lo que pudieron reconstituir a partir del mayor de los que sí lograron ser erguidos, Te Paro (12 metros de alto). Necesitó 90 personas durante dos meses para desplazarlo seis kms y finalmente cinco meses más para pararlo sobre el ahu, su plataforma ritual.
El Rano Raraku es uno de los sitios del Parque Nacional Rapa Nui. Y se visita con el abono para los distintos sitios arqueológicos de la isla. Tiene validez por diez días y cuesta US$ 80 por adulto (tarifa extranjero) y 40 para menores de 12 años. Hay unos 400 moais en esta cantera que llega hasta dentro del centro del cráter, a orillas de una pequeña laguna.