Viaje por Eritrea, un país desconocido para muchos, que se abre al turismo
Ubicado en el Cuerno de África, sobre el mar Rojo, ofrece gastronomía con influencia italiana, visitas a tribus y mercados de ventas de camellos
El siguiente relato fue enviado a lanacion.com por Lucia Gimenez. Si querés compartir tu propia experiencia de viaje inolvidable, podés mandarnos textos de hasta 5000 caracteres y fotos a LNturismo@lanacion.com.ar
Eritrea es un pequeño país que se encuentra en el Cuerno de África, limita con Sudan, Etiopía, Yibuti y posee una amplia costa hacia el mar Rojo. El objetivo de mi viaje fue conocer la cultura del país, sus etnias, su pasado colonial, y su reciente surgimiento como uno de los estados más jóvenes del mundo (logró la independencia en 1993). Eritrea apenas se está abriendo a recibir turistas. No es un país inseguro pero uno debe manejarse con un guía que es personal del gobierno, para nuestro grupo fue Alam, un ex militar retirado que se dedica a llevar grupos a recorrer el país y reportar a sus superiores los lugares que se recorrieron. Al principio fue muy difícil conseguir el visado, de hecho debí tramitarlo por cuenta propia vía consular a París. Con mis compañeros de viaje volamos desde Barcelona vía El Cairo y llegamos a Asmara, la capital. Una ciudad situada a 2200 m sobre el nivel del mar, que goza de un clima ideal. Los italianos la fundaron alrededor del 1900 luego de colonizar el territorio.
En aquella época la capital era Massawa, una ciudad fundada por el Imperio Otomano. Un paseo por Asmara es como caminar por las calles de un pueblo siciliano en 1920. Su catedral, el Cinema Impero, la fábrica de la FIAT, el estilo art déco que dejaron los italianos y la estación de una de las primeras líneas férreas de África de fines del siglo XIX. Hoy, si bien ya no quedan italianos, los vestigios permanecen, algunas personas aún dominan el idioma y la gastronomía tiene gran influencia italiana, de hecho eso la hace ser la mejor gastronomía que he probado en África. Lamentablemente Eritrea se ubica en el puesto 177, respecto a los índices de desarrollo, es decir uno de los más atrasados del mundo, y está entre los primeros en la falta de libertad de expresión. Su presidente, el general Isaías Afwerki, instalado en el poder desde 1991, había llegado al gobierno considerado un héroe de la guerra independentista que Eritrea libró con Etiopía desde 1962 a 1993, el conflicto más extenso del continente. En Eritrea no hay elecciones, ni derechos constitucionales. La sociedad está militarizada, cada ciudadano debe recibir entrenamiento militar en sus últimos años de escuela secundaria y puede extenderse hasta los 20 años, según nos contaba Alam nuestro guía.
Costumbres y religiones
Este panorama puede parecer muy desalentador, sin embargo los eritreos son gente pacífica, amable, bien dispuestos a recibir al extranjero que se aventura a visitar el país. Eritrea es rica en costumbres, variedad de paisajes, música, aromas y culturas porque allí conviven una variedad de religiones, como ortodoxos, coptos y musulmanes sunita, entre otras. Es una sociedad tan golpeada por la guerra que solo anhela la paz. Luego de visitar Asmara nos dirigimos a la ciudad de Keren, gran centro comercial de camellos. Llegamos a las 12 del mediodía, con una temperatura de 40°C. En medio de la plaza del mercado de camellos (donde también hay cabras y burros), circunda un clima de cuento de Las 1001 noches. Camellos de todos los tamaños y gamas de colores del marrón, beige, blanco, con las marcas respectivas de sus dueños para poder identificarlos. Hombres de la etnia tigriña vestidos con sus largas túnicas blancas y turbantes en sus cabezas conversan.
El atrayente intercambio se da al momento de pedirles una foto, de manera amigable y a la vez curiosa ellos posan junto a sus camellos. El mercado de Keren conserva una magia que remonta a siglos de antaño. Si se cierran los ojos para hacer un viaje en el tiempo seguramente allí habría alguna que otra alfombra voladora. Saliendo del mercado y caminando por las calles de la pequeña pero muy transitada ciudad, divisamos una casa con un jardín. El aroma a café invita a que uno entre y quiera quedarse en ese apacible jardín, donde no se escucha el bullicio de la multitud de la plaza ni las cabras que balan.
La hora del café
Se acerca una muchacha vestida de negro que preparará el café de la manera que los eritreos saben hacerlo. Observar el ritual del café se vuelve una tradición a la hora de sentarse en cualquier lugar que uno ordena esta bebida. Este ritual consiste en una transformación de energías y elementos: conecta el trabajo de la tierra, del grano del café, con el arte de la cocina, hecho por las manos de una mujer, y en el proceso va surgiendo una combinación exquisita de aromas. La muchacha comienza a tostar los granos de café para luego molerlos, así es que en una cafetera de barro de forma circular hervirá el agua con el café hasta que se produzca "la transformación" y luego lo servirá con jengibre. En un pequeño hornito quema incienso, como se acostumbra hacer en varios rituales. Finalmente, hablando de rituales, Eritrea es uno de los pocos países donde aún habitan tribus que viven en su estado natural, conservan sus costumbres y ceremonias. Algunas son matriarcales, como los Kunama de Barentu. Muchas de estas tribus migraron durante la época de la guerra y otras pujan por subsistir. Eritrea no es ni más ni menos que un viaje en el tiempo.
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