Historias de película: Fuego contra fuego, el policial más influyente de los últimos 30 años
Protagonizada por Al Pacino y Robert De Niro, dejó un legado perdurable, con escenas memorables como el mejor asalto a un banco jamás filmado, y podría continuar en una secuela que prepara actualmente su director Michael Mann
¿Cuándo llega una película a convertirse en un clásico? No alcanza que en un momento todas las conversaciones relevantes giren alrededor de ella. El legado de una obra que aspira a consagrarse con ese verdadero título de nobleza artística debe agigantarse con el tiempo, ejercer una influencia perdurable en escuelas y movimientos de distinto origen, y dejar a la vista que su identidad originaria perdura en otras creaciones dignas de reconocimiento. Al mismo tiempo las fortalece.
Un cuarto de siglo después de su estreno, podemos decir con toda certeza que Fuego contra fuego (Heat, 1995), de Michael Mann, es el último gran clásico del cine de Hollywood si seguimos los preceptos que identifican y caracterizan esa condición. De allí hasta hoy, ninguna otra película lograría por sí sola alcanzar semejante pedestal. Hay un par de verdaderas obras maestras que se forjaron bajo ese dominio y no hubiesen sido concebidas de otra manera: El caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), de Christopher Nolan, y Atracción peligrosa (The Town, 2010), de Ben Affleck. Un rosario de series policiales encabezada por True Detective y, más lejos, una línea bien visible de títulos del cine surcoreano con ese mismo perfil de género reconocen todo el tiempo el mismo ascendiente.
Mann, el productor Art Linson y los dos grandes protagonistas, Robert De Niro y Al Pacino, participaron de la proyección especial de Fuego contra fuego (en HD y 4K) que se realizó el 17 de junio último dentro del Festival de Cine de Tribeca. Quienes tuvieron la suerte de reencontrarse con la película en pantalla grande habrán querido, con toda seguridad, que la única manera de volver a ver la película sea esta.
Tenemos por suerte varias plataformas que nos permiten hoy acceder a ella sin restricciones. Podemos seguirla allí una y otra vez, detenernos en cualquiera de sus prodigiosas escenas, registrar diálogos inolvidables y momentos únicos, inconfundibles, definitivos como la gran secuencia del robo al banco, para muchos la mejor en su tipo de toda la historia del cine, pero nada podría compararse a verla en una pantalla grande, rodeado de otras personas expuestas a la misma tensión, al mismo vértigo, al descubrimiento del camino que lleva a dos hombres muy parecidos, pero situados en veredas opuestas, a perseguirse y a escapar el uno del otro.
Fuego contra fuego no es más que eso: la historia de la obsesiva y meticulosa caza de Neil McCauley (De Niro), un criminal experto, reservado, escurridizo, estricto, cuidadoso y detallista, por parte de Vincent Hanna (Pacino), un policía muy competente que sabe cómo llegar hasta él mientras pasa todo el tiempo al borde de un ataque de nervios. Alguien que solo vive con ese propósito. “Todo lo que soy es lo que persigo”, le dice en un momento a su exesposa.
La película es también el retrato definitivo de una ciudad que se identifica como ninguna otra con el cine. Cuando Nolan dice que “Fuego contra fuego es una demostración notable de cómo se puede crear un vasto universo dentro de una ciudad y equilibrar una gran cantidad de personajes, así como sus viajes emocionales, de manera efectiva”, reconoce que Mann supo capturar como ningún otro director la luz, el movimiento y el espíritu de Los Ángeles.
Además de su extraordinario talento como cineasta, Mann también es conocido por la meticulosidad de su trabajo previo a cada nuevo rodaje. Se prepara con la precisión y el profesionalismo ejemplar con el que retrata a los grandes personajes de sus películas. Eso explica que haya recorrido cada viernes y cada sábado, durante los cinco meses previos a la producción de Fuego contra fuego, las calles de Los Angeles junto a Tom Elfmont, un oficial de la policía local en servicio.
En esas rondas casi siempre nocturnas, a veces al borde de la madrugada, Mann se encontró con toda clase de situaciones y escenarios típicos de investigación policial, además de observar en primera persona cómo reacciona la policía frente a una urgencia. Luego recurriría a la memoria de esa observación para diseñar algunas de las escenas clave del relato, presentadas con esa tonalidad metálica y azulada de imagen tan característica del cine del director y también de su época.
Más tarde, Mann retomaría el pulso narrativo de Fuego contra fuego y, sobre todo, sus bellas texturas visuales, en Colateral: tiempo y lugar equivocado (Collateral, 2004), otro notable policial en el que también vemos a dos personajes enfrentados a sus respectivos destinos, como si fuesen parientes lejanos de McCauley y Hanna: el calmo y despiadado asesino encarnado magistralmente por Tom Cruise y el nervioso taxista (Jamie Foxx) a quien aquél le encarga una serie de “trabajos” durante toda una larga e interminable noche.
Después de aparecer juntos, pero sin compartir ni una sola escena, la larga saga de El padrino, De Niro y Pacino habían alcanzado a mediados de la década del 90 una estatura fílmica considerable. Todo el mundo esperaba el momento de verlos juntos en alguna aventura policial. El mérito exclusivo de la reunión pertenece a Mann, autor de la idea de mostrarlos como si fuesen dos caras de un mismo espejo, por más que la fisonomía y el temperamento nos hablan de dos personas que no podrían ser más diferentes. Hasta que se unen en la única dimensión que le interesa al director, la del profesionalismo escrupuloso y ejemplar con el que cumplen con sus respectivos trabajos, que son al mismo tiempo vocación y destino, dicho esto en el sentido de las tragedias clásicas.
Con un gesto controlado e imperturbable pocas veces tan bien aprovechado en la larguísima carrera de su intérprete, el McCauley de De Niro sabe planificar y ejecutar un par de grandes golpes (primero a un camión de caudales, luego a un banco), y a la vez seducir a una mujer con la ayuda de un libro y pocas, pero exactas palabras. Entre ellas, le pertenece la mejor frase de toda la película, traducida como “No dejes entrar nada en tu vida que no puedas abandonar en 30 segundos si la policía te pisa los talones”. Al escucharla en inglés entendemos también el sentido del título original. También de esa palabra. “Heat” es calor, fuego, temperatura. Pero también en el habla coloquial es sinónimo de policía. La otra frase grandiosa de De Niro es lo que se considera como la más grandiosa amenaza telefónica jamás escuchada en una película.
En la vereda de enfrente, el elocuente Hanna de Pacino, a pura teatralidad, vive en tensión con su exesposa (Diane Venora) y con su atribulada hija (una adolescente Natalie Portman, en su segunda aparición en el cine después de El perfecto asesino) y trata de equilibrar como puede ese cuadro con lo mejor que sabe hacer, capturar criminales. Nunca lo veremos en pantalla, pero Hanna es un consumidor permanente de cocaína y la interpretación de Pacino lo deja a la vista todo el tiempo a través de algunas reacciones y frases que figuran entre las más memorables de toda la película. “Fue una elección deliberada para el personaje por parte de Michael Mann. No lo mostramos porque resultaba demasiado obvio”, admitió Pacino en una entrevista de 2016. La referencia al trasero de una mujer y el destino de un televisor son testimonios de esa conducta en dos momentos extraordinarios, propios de la grandeza del actor y su talento único para improvisar.
En el medio aparecen otros rostros conocidos. En un momento de gran exposición como figura protagónica (acababa de personificar nada menos que a Batman), Val Kilmer aceptó el papel secundario clave de Chris Shirhelis, el principal lugarteniente (y protegido) de McCauley, un personaje que originalmente se pensó para Keanu Reeves. Tom Sizemore muestra su destreza para moverse en el terreno más arduo del policial violento antes de hundirse por completo en un abismo interminable de adicciones y pésimas decisiones artísticas. Y la entonces adolescente Portman nos sobrecoge e impacta en cada aparición. Un giro en su conducta, que golpeará de lleno el ánimo de Hanna, será decisivo en el tramo final de la historia.
Todo esto ocurre bajo el férreo y preciso control de Mann, un verdadero autor en la máxima expresión de este término aplicado al cine. La belleza visual de sus planos (hay momentos majestuosos como los que transcurren en la despojada casa a orillas del océano en la que vive McCauley, toda una continuación de la soledad existencial de su dueño), el uso de una banda sonora pródiga en sonidos casi experimentales, la precisión del montaje y la vibrante tensión que nos lleva, indefectiblemente, al choque definitivo entre dos enemigos íntimos conforman un estilo y una manera de ver el mundo que alcanzan aquí su cumbre indiscutida.
Del puñado de inolvidables escenas que fueron edificando el mito de Fuego contra fuego hay dos que quedarán grabadas en la memoria. La primera es el momento tan esperado del encuentro cara a cara entre Pacino y De Niro en el legendario restaurante Kate Mantilini de Beverly Hills (cerrado en 2014), alrededor de la cual se construyó una inútil leyenda urbana que llegó a poner bajo sospecha la presencia simultánea de los dos actores, porque nunca aparecen juntos en un mismo plano.
Que Fuego contra fuego no haya obtenido ninguna nominación al Oscar habla de una de las omisiones más flagrantes cometidas por la Academia de Hollywood en las últimas tres décadas
Fue una decisión artística de Mann. “No tenía la intención de sacar las tomas conjuntas de ambos hasta que llegó el momento de editar. Cada vez que las veíamos en la sala de montaje sentimos que el aire salía y el globo empezaba a desinflarse. La intensidad bajaba por completo. En cambio, al observar a uno desde el hombro del otro en tomas subjetivas el efecto inmersivo crecía en intensidad”, explicó el director, que requirió de 11 tomas para lograr el efecto buscado en esa extraordinaria escena.
La otra, por supuesto, es la colosal secuencia del asalto al banco, que llega después de una hora y 50 minutos de relato. Mann diseñó a mano cada uno de los movimientos del momento más potente de toda la película, al que bautizó “Tercera Guerra Mundial”. Fue rodado en las calles del Downtown de Los Angeles, por cuestiones de permisos oficiales, durante tres fines de semana consecutivos, usando una mezcla de municiones reales (al cuidado de veteranos expertos militares) y balas y explosivos de utilería. Hubo que recurrir a un total de entre 800 y 1000 unidades. Mann no recurrió ni a un solo efecto especial y llenó de micrófonos la extensa área del rodaje para darle mayor realismo visual y sonoro a todo el proceso, así como un despliegue técnico y humano pocas veces visto.
No debería sorprenderle al espectador sentir en ese momento la tensión de una experiencia de extremo realismo. Mann y su equipo tuvieron muy en cuenta lo que ocurrió un año antes en las calles de North Hollywood, cuando un par de ladrones escaparon de un banco disparando armas automáticas y comenzaron un tiroteo con la policía que se extendió por 44 minutos. Once uniformados y seis civiles resultaron heridos.
Que Fuego contra fuego no haya obtenido ninguna nominación al Oscar habla de una de las omisiones más flagrantes cometidas por la Academia de Hollywood en las últimas tres décadas. En el peor de los casos se merecía por lo menos candidaturas al premio más importante de Hollywood en algunos rubros técnico-artísticos, como la admirable fotografía de Dante Spinotti. la edición y el diseño de sonido. Sin embargo, su legado es tan fuerte que trasciende a cualquier circunstancial olvido. Por eso, la historia sigue. Mann escribió junto a Meg Gardiner Heat 2, novela que se conocerá en agosto y que funciona a la vez, según anticipó, como secuela inmediata de los hechos narrados en la película de 1995 y como precuela que transcurre siete años antes. Y quiere ir más lejos.
Advance Hardcover copy of my novel written with Meg Gardiner, out August 9th@MegGardiner1 @HarperCollins @WmMorrowBooks pic.twitter.com/HURDwFMUGR
— Michael Mann (@MichaelMann) July 15, 2022
“La novela está totalmente planeada para que llegue al cine. ¿Va a ser una película modesta? No. “¿Una serie muy costosa? Tampoco. Será una gran película”, prometió el director, ocupado en este momento con la puntillosidad que se le conoce en la pre-producción de su próximo largometraje, una biografía de Enzo Ferrari, a quien personificará Adam Driver. Mientras tanto, Al Pacino ya bendijo a Timothée Chalamet como el actor ideal para encarnar al joven Vincent Hanna en una eventual precuela.
Más allá de todas las expresiones de deseo, no sabemos nada más hasta ahora sobre Fuego contra fuego 2. Por ahora solo contamos con la firme e irreductible decisión de Michael Mann de hacer la película. Con ese impulso nos alcanza para creer que tendrá destino de clásico.
Fuego contra fuego está disponible en Netflix, Star+, Amazon Prime Video y Movistar Play.
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