Un cambio que divide las opiniones
Hace dos años el estudio de Renzo Piano acometió la tarea de actualizar el Pompidou, obra cuya creación el arquitecto italiano había compartido con Richard Rogers. Hoy, el trabajo recién terminado despierta tanto críticas como aprobaciones
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PARIS.- El Centro Beaubourg-Pompidou convirtió en la década del 70 al italiano Renzo Piano y al británico Richard Rogers en los Lennon & McCartney de la arquitectura, el dúo más famoso de diseñadores del mundo. Veintitrés años después, sin embargo, su renovación los enfrenta por primera vez abriendo un acalorado debate sobre la actualización de un edificio creado para ser innovador.
Es probable que la primera señal de fractura haya surgido hace dos años cuando se convocó sólo al estudio de Piano para acometer la tarea. El arquitecto genovés, ocupado con obras magnas como Postdamer Platz en Berlín, dejó los detalles en manos de cuatro colegas: Jean-François Bodin se ocupó de los espacios de exposición, del Museo de Arte Moderno y de la biblioteca; Dominique Jakob y Brendan MacFarlane reacondicionaron el restaurante del sexto piso; y Ruedi Baur (del Estudio Integral Concept) hizo la señalización.
Hasta hace una semana sus nombres no figuraban en el gran panel de presentación del centro dando a entender a los visitantes que el Pompidou sigue siendo fruto exclusivo del genio de Rogers y Piano. Esto complació muy poco al arquitecto británico que exigió que los renovadores fueran claramente identificados. Ahora sus nombres figuran al pie de la placa.
La idea principal de la renovación era agregar 8000 metros cuadrados más de espacio para actividades culturales de modo de satisfacer a los 150 millones de personas que se estima visitarán el centro en los próximos diez años.
Con un presupuesto de 576 millones de francos (unos 100 millones de dólares) y sin posibilidad de aumentar el número de pisos se optó por optimizar los espacios ya existentes. Esto se tradujo en la reducción -y en algunos casos desaparición- de vastas áreas. El caso más llamativo fue la cobertura parcial de la fosa que permitía ver el subsuelo desde la planta baja para crear una piazza interna que alberga ahora el mostrador de información, y la desaparición, de la escalera central, que conducía a los tres primeros pisos.
"El Pompidou ha dejado de ser un edificio abierto al pueblo -sostuvo Rogers (desde 1996 Sir Rogers of Riverside) durante una entrevista a la emisora France-Culture-. El concepto inicial era que fuera lo más accesible posible. Fueron la total flexibilidad de los distintos niveles y el sistema de circulación en la fachada para crear una continuidad entre la piazza externa y el espacio interno merced al movimiento de la gente los que aseguraron el éxito del público en Europa porque eran principios realmente innovadores."
Pero lo que realmente encendió la cólera de Rogers es el acceso a la nueva biblioteca, que ahora cuenta con 10.000 metros cuadrados capaces de ofrecer 370 puestos para consultas multimedia y cinco cabinas para no videntes. "La colocación de una doble escalera mecánica encajonada a un costado del edificio quita toda la fluidez entre los pisos. Es un verdadero crimen", indicó.
Esto no es el único problema. La escalera se mantiene a oscuras para permitir que dos focos iluminen decorativamente los carteles indicativos de los servicios disponibles. Peor aún, es el único medio para alcanzar el primer piso de la biblioteca porque el ascensor no llega a la planta baja. Este es un yerro que actualmente se está tratando de resolver.
El mismo Piano admitió que "lamenta profundamente" que la biblioteca no sea accesible desde el hall central y atribuyó el inconveniente con el ascensor a "la necesidad de dar una respuesta pragmática a problemas presupuestarios".
La Nación consultó a los empleados de la biblioteca y todos aplauden las críticas de Rogers. "Hemos quedado segregados. Antes la gente sabía dónde estábamos tan pronto entraban en el edificio. Ahora tienen que preguntar y en el camino se pierden", indicó una alta funcionaria que pidió mantener el anonimato. El Pompidou ha sido blanco en los últimos meses de una serie de conflictos gremiales que obligó a posponer más de una vez la reapertura del centro y sumió al personal en un clima de desmoralización que aseguran fue incrementado por los cambios en la infraestructura edilicia.
Uno de los aspectos que más molesta es la señalización, realizada con gigantescas flechas de neón de diferentes colores. "En lugar de un centro cultural parece que trabajamos en un supermercado o en el hangar de un aeropuerto de provincia", sostienen.
Para Rogers, la renovación presenta una seria amenaza. "Tengo miedo de que el Beaubourg se convierta en un monumento en lugar de ser una máquina popular y dinámica -confesó-. Los edificios tienen necesariamente que cambiar, pero deben mantener su verdadera naturaleza."
La Asociación de Curadores del Pompidou opina lo mismo y en un comunicado advirtió que el centro está a punto de convertirse en un museo del siglo XX más que en una sala de exposiciones del siglo XXI. Piano rechaza estas críticas y asegura que el Beaubourg sigue siendo una máquina, pero una mucho más gentil y sostiene que el verdadero espíritu del edificio es el de una ciudad medieval con pasillos pequeños donde la gente se ve obligada a cruzarse y conocerse mejor.
La hostilidad entre los dos arquitectos -que entre 1970 y 1978 capitanearon juntos la construcción de revolucionarios edificios- se puede constatar con sólo visitar la librería del Pompidou. Allí abundan libros, videos y pósters que exaltan la carrera de Piano así como de otras luminarias como Norman Foster, Frank Lloyd Wright, Arthur Erickson y Kenzo Tange. Nada, sin embargo, sobre Richard Rogers.
El arquitecto genovés abrió el último 17 de enero una exposición dedicada a su trayectoria creativa sin decir una sola palabra sobre su ex socio británico y al preguntársele si contemplaba la posibilidad de algún trabajo en conjunto simplemente contestó con un diplomático: "Por el momento, no".
Piano y una mirada constructiva
PARIS (De nuestra corresponsal).- Una exposición en el recientemente renovado Centro Pompidou celebra la trayectoria de uno de sus padres , el genovés Renzo Piano (a la izquierda, en su estudio), ganador del Pritzker 98 (ver suplemento número 220, del miércoles 17 de junio de 1998).
Con el título de Piano, una mirada constructiva , la muestra conduce a los visitantes, mediante fotos, maquetas y videos colgados en un bosque de cables , por la vida del arquitecto desde su nacimiento, en 1937, en una familia de ingenieros y constructores, pasando por sus estudios en el Politécnico de Milán, su legendaria asociación con Richard Rogers y sus principales creaciones.
Está dividida en tres áreas. Una se llama Invención y está dedicada a sus trabajos más revolucionarios, un período que él ahora llama su prehistoria . Este incluye el pabellón móvil de IBM (1972-1973), el estadio de San Nicolás de Bari (1987-1990) y el aeropuerto internacional de Kansai (1988-1994).
Un segundo sector aborda Escenarios urbanos y abarca desde el mismo Pompidou (1971-1977), pasando por la renovación de la fábrica Fiat Lingotto, en Turín (1983-1995, ver foto de la derecha), la recuperación del antiguo puerto de Génova (1985-1992), la Banca Popolare di Lodi (1991-1998) y la reconstrucción de Postdamer Platz en Berlín (1992-1998).
La última área está destinada a lo que él llama Evocación poética y exhibe imágenes del Museo Menil en Houston, Texas (1982-1986); la Retrospectiva Calver en Turín (1982); el espacio musical para la ópera Prometeo, de Luigi Novo, en Venecia y Milán (1983-1984), y hasta su propio estudio en Génova (1989-1991).
La muestra estará abierta en París hasta el 27 de marzo (de 11 a 21, entrada 6 dólares) para luego ser trasladada a Berlín donde será exhibida en la Galería Nacional Alemana, entre el 1º de junio y el 20 de agosto próximos.



