Un mito renace en Buenos Aires
Con su infraestructura totalmente renovada, el teatro Opera de la avenida Corrientes se prepara para albergar a las grandes producciones internacionales
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Un lema acompañó al teatro Opera durante toda su historia: Ofrecer los mejores espectáculos en un palacio de ensueño. Y conservarlo es la intención de los actuales responsables de la sala, hoy preservada como un paradigma de la arquitectura porteña.
Cuando la firma CIE-R&P SA adquirió los cines y teatros de la cadena fundada por el legendario empresario teatral Clemente Lococo, muchos temieron por la suerte del bello edificio art déco del Opera, un hito en la memoria colectiva de la ciudad. Sin embargo, el plan era adecuar la sala a los requerimientos técnicos de las producciones musicales de Broadway dentro de la puesta en valor del original conjunto edilicio.
El relanzamiento del teatro se relaciona con el próximo estreno del musical La Bella y la Bestia , una costosa producción que lleva el sello de Disney.
Bajo las estrellas
Desde 1936, el Gran Teatro Opera exhibe sus espectaculares mármoles, espejos y vitrales en un edificio de rasgos inolvidables. La bóveda azul cielo de la sala y sus estrellas que titilan entre nubes viajeras son aún motivo de sorpresa para quienes lo visitan, inmersos en un ambiente mágico que crea la ilusión de un espacio abierto.
En la fachada, dos paneles de espejos forman semicírculos entre los revestimientos símil piedra y de granito negro. El volumen central formado por tambores cilíndricos y una marquesina con ornamentos circulares completan la fisonomía del conjunto. El hall de entrada revestido en mármoles y espejos es un espacio de triple altura, con balconeo central de los pisos superiores y una superficie total de 650 metros cuadrados.
Entre los trabajos de yesería se destacan las cornisas y ornamentos, junto a la enorme cúpula de la platea. Los mármoles de Bélgica, Africa y nacionales que revisten el hall de la planta baja, el primer piso y las dos escaleras principales de 4,60 m de ancho se suman a las fuentes macizas de mármol negro y a los detalles de la boletería y la sala, para crear un ambiente de lujo inusual para la época de su inauguración.
La operación
Pese a su gran superficie original, el escenario del teatro resultaba insuficiente para cumplir con los estrictos requisitos de las grandes producciones musicales contemporáneas. Por eso, los arquitectos Gloria Roberts y Ricardo Gilardi decidieron adelantar el proscenio y construir una nueva boca según el estilo del conjunto, utilizando una parte de la platea. Esto permitió renovar completamente la mecanización teatral y montar en la caja del escenario puentes, pasarelas y escaleras destinados al funcionamiento óptimo de cada producción.
Las instalaciones de aire acondicionado, electricidad, gas y sanitarios fueron tendidas a nuevo, mejorándose a la vez la acústica de la sala. Los camarines situados bajo la platea se renovaron, adecuando los sanitarios a las nuevas producciones.
La capacidad se ha reducido de 2500 a 1852 localidades, pero ahora cada una de las butacas dispone de una perfecta visión del escenario. Para lograrlo, se construyeron nuevos pisos en la platea y el pullman, nivelados para mejorar las líneas isópticas en toda la sala. A la vez, se modificó la disposición de las butacas y se colocaron barandas de seguridad.
La bella sala del Petit Opera fue reciclada para organizar espectáculos de menor escala, completando así la recuperación total del emblemático teatro.
Nuevo concepto
Algo ha cambiado radicalmente en los teatros destinados a las grandes producciones internacionales, como el renovado Opera de Buenos Aires. En efecto, ya no se encuentran en los enormes escenarios aquellas superficies giratorias y trampas que servían para materializar ilusiones en la mágica caja. En su lugar, un gran espacio se muestra abierto y despojado, pero limitado en sus bordes por múltiples pasarelas, escaleras, puentes y rieles que permiten instalar en él cualquier tipo de aparato mecánico o escenográfico.
Los nuevos espacios escénicos podrían definirse como cajas sumamente flexibles, destinadas a instalar en su interior los elementos que la producción precisa para su funcionamiento. Cada efecto, truco escénico o elemento mecánico es hoy diseñado y ensayado por especialistas, que desarrollan aparatos en función de cada obra.
Los antiguos escenarios prestadores de servicios no resultan eficaces para estos nuevos y refinados requerimientos, pues cada puesta en escena es hoy una producción integral, cuyos elementos son tan específicos que precisan para ser montados un espacio libre, dotado sin embargo de la más moderna tecnología como marco para su instalación.
Según los responsables del montaje de la producción de La Bella y la Bestia , los grandes teatros de Broadway han sido modificados de modo gradual, conservando la fisonomía de los edificios originales. Cada una de las grandes producciones musicales (que suelen permanecer en escena por períodos que en ocasiones superan con holgura la década) reformó los escenarios y la maquinaria de los antiguos teatros para permitir la realización de su puesta en escena.
Así las actuales salas poseen la tecnología necesaria según el nuevo criterio de flexibilidad en las cajas escénicas, pero este resultado fue obtenido después de varios años de inversión constante.
El renovado teatro Opera de Buenos Aires capitalizó la experiencia internacional en una obra que lo ubica en el nivel de los de las grandes capitales del mundo.
Pasado de una sala con futuro
Puede decirse que el gran Cine Teatro Opera nació en una época que no parecía la más promisoria para su éxito. Porque aquella década de los años treinta, que se inició con una tremenda crisis económico financiera de alcance mundial y culminó con el comienzo de la Primera Gran Guerra, tuvo también en nuestro país una resonancia negativa con la revolución militar de 1930.
Sin embargo, los desvelos de don Clemente Lococo, inspirador y propulsor de varios emprendimientos relacionados con el show business , tuvieron un llamativo suceso apenas se abrieron las puertas de la flamante sala de la calle Corrientes al 800. Entre las voces de protesta a raíz de la demolición del viejo Teatro de la Opera, se vieron por primera vez filas de espectadores esperando para sacar entradas.
No eran ajenas a esta atracción que ejercía el Opera sobre muchos porteños sus características arquitectónicas. En efecto, a partir de su original marquesina con grandes círculos iluminados y sus vestíbulos ricamente revestidos con mármoles armoniosamente combinados, el espectador se sumergía paulatinamente en un clima de ficción.
Al ingresar en la sala, uno parecía salir a un paseo nocturno por una decorativa callejuela, rodeada por fachadas y balcones (con cortinas a medio abrir y algunas ventanas iluminadas) y debajo de un cielo estrellado que atravesaban fatigosamente algunas nubes.
Esta atmósfera singular se integraba con la estética rigurosamente art decó que prevalecía en todo el edificio, en el trazado de relieves, revestimientos, barandas y escaleras o en los artefactos de iluminación y en la misma señalización, con la tipografía y la gráfica típicas de la corriente artística que predominaba desde los años veinte y que había sentado reales en Hollywood.
"Esta noche vamos al cine", decía mi suegro con entusiasmo y, cuando alguien le preguntaba acerca de la película que se disponía a ver, se limitaba a contestar: "No sé, vamos al Opera". Porque en el cine-teatro de Lococo se producía un fenómeno peculiar: mucha gente concurría a esa sala por la sala misma, más allá del espectáculo que en ella se daba.
¡Y vaya que hubo espectáculos! Sin esforzar mucho la memoria uno puede revivir los recitales de Louis Armstrong con sus músicos y el sempiterno pañuelo blanco en su mano derecha; o volver a ver a Nat King Cole apenas apoyado en un alto taburete mientras entonaba Polvo de Estrellas .
Imágenes imborrables de un escenario que revive, paradójicamente, con una obra musical de Disney en tanto se había inaugurado más de 60 años atrás con un filme de ese autor.
Corrientes florece
El plan de remodelación que impulsa el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para el eje de la avenida Corrientes resultará sin duda un marco ideal para el lucimiento del renovado edificio del teatro Opera.
En el proyecto del equipo FADU-UBA que lidera el arquitecto Miguel Angel Roca, el conjunto integrado por el Opera y el Gran Rex ha sido considerado como un mojón urbano, debido al alto valor de las bellas construcciones de estilo art déco y racionalista como a la creciente convocatoria de público de los espectáculos que se realizan en sus salas.
Transformar el lugar en una plaza en plena calle parece ser la intención del diseño.
Un nuevo solado interrumpirá la cinta asfaltada para configurar un particular espacio público. Destinado a ser el punto de reunión de los asistentes a ambas salas, el lugar será apropiado por peatones en el horario de los grandes espectáculos.
Para lograrlo, se prevé la interrupción temporaria y el desvío del tránsito vehicular de una avenida que procurará ser un símbolo de la recuperación del espacio público para los habitantes de la ciudad.
A punto de comenzar, la obra de la avenida Corrientes recreará los rasgos de su identidad.
El inequívoco arraigo en la memoria porteña de la avenida Corrientes como el lugar elegido por artistas, bohemios y personajes de la cultura y el espectáculo es hoy un sello de identidad. En el futuro, cada tramo de la avenida será enfatizado por medio de diferentes recursos de arquitectura y equipamiento.



