Aprovechar la crisis para mejorar
Cuando me pregunto cómo puede reducirse el impacto del conflicto generado con el subte, imagino una ciudad ideal: pocos autos particulares, algunos vehículos de transporte de mercaderías, un servicio de colectivos excelente y con carriles exclusivos, trenes con puntualidad suiza, una amplia red de ciclovías y peatones en hermosas veredas.
La base de este conflicto no tiene que ver exclusivamente con el mal funcionamiento del subte, quién se hace cargo de su mantenimiento o peleas estériles entre nuestros líderes políticos. Los problemas de estos días dejan en evidencia la enorme necesidad que existe de que las administraciones encaren una planificación de mediano plazo en materia de transporte sustentable. El entramado es más complejo y requiere una verdadera voluntad política de cambio. La falta de visión deja en el medio a los perjudicados de siempre: las personas.
El crecimiento de Buenos Aires en las últimas décadas no fue acompañado con una visión holística de la movilidad. Como consecuencia, las calles fueron ganadas por el automóvil y la mayoría de los recursos fueron dedicados a reforzar su reinado. Durante años el automóvil disfrutó de una enorme cantidad de beneficios, y así fue como llegamos a esta situación, en la que las calles no pueden contenerlos más. Y seguimos discutiendo si ensanchar o no la General Paz, cuando en realidad deberíamos estar pensando en utilizar ese dinero en mejorar el transporte público. La obesidad no se combate con ropa más grande, sino con dieta y actividad física. El problema del caos vehicular no se combate con más avenidas, sino reduciendo el flujo de autos y optimizando el uso del espacio público.
Aprovechemos la crisis para pensar en una ciudad distinta. El objetivo de la implementación de una política de transporte sustentable prioriza a los que menos tienen y que resultan ser siempre los más afectados.