Bar de Cao, el sitio elegido por el pintor León Ferrari
En su centenario, el "Café Notable" del barrio de San Cristóbal, aún conserva sus tradiciones: las picadas, el jamón crudo, las sardinas con cebollas y los escabeches se sirven como antaño
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"Quien se sienta a una mesa en el Cao inicia un juego de truco con el tiempo", supo decir el escritor argentino Edgardo Lois. El bar de Cao cumplió cien años y pareciera que para este clásico local porteño el tiempo transcurre pero las tradiciones quedan. El vermut a media mañana, el truco de la tarde y el fileteado instantáneo son moneda corriente.
Mobiliario, maderas, aberturas y hasta una vinoteca de colección se conservan como si los años no hubiesen pasado. Es que uno de los requisitos para adquirir el local de Independencia y Matheu es preservar su esencia, aquella que nació de la construcción de Ambrosio Besana en 1915. Poco se sabe de sus primeros años, podría haber sido fonda, pulpería o simplemente una vivienda, pero lo cierto es que la historia sin lugar a dudas comienza con la llegada de los primeros Cao a Buenos Aires.
Familia oriunda de San Tirso de Abres (Asturias, España) que trasladó una porción de sus tierras y tradiciones a la clásica esquina porteña. Nace así entonces "La Armonía", como fue bautizado en un principio aquel almacén con despacho de bebidas. No es casual el nombre ya que recuperaba parte del espíritu de aquellas tierras bucólicas que los vieron crecer.
Entre los hermanos Julio, Vicente y Pepe se repartían los quehaceres. Si bien abrían de 8 a 23, se turnaban para dormir la siesta. Para ese entonces el local se encontraba separado en bar y almacén y la división la marcaba una fideera que aún forma parte del mobiliario actual. Fieles a sus tradiciones, los jueves por la tarde cerraban para reunirse con sus compatriotas en los centros españoles de Olivos y disfrutar de sus orquestas, bailes y comidas típicas.
Esas comidas también se vendían en su propio almacén y eran de las más aclamadas por la clientela del barrio. Los fiambres cortados en el momento, el jamón crudo y las sardinas españolas eran algunas de las especialidades de "La Armonía". Los fideos, el azúcar, el arroz suelto para venta al peso, las galletitas de lata, las legumbres, las conservas y los artículos para el hogar se vendían como pan caliente en el vecindario. El vínculo era tal que los clientes más fieles anotaban su compra en el cuaderno de los Cao para saldarla a fin de mes. La famosa libreta.
El negocio fue próspero y constante hasta la llegada de los autoservicios y supermercados. Paralelamente, los hermanos comenzaron a tener problemas de salud que les impidieron continuar con el local. Y fue así que, a sus 87 años, Pepe bajó la cortina del almacén por última vez.
Entre los años 2000 y 2004, levantaron sus persianas nuevos dueños, con pocas reformas pero con otro nombre: "Bar de Cao". Tras una serie de intentos fallidos llegó su versión definitiva con la reapertura en septiembre de 2005, reapertura que mantuvo paredes, muebles y vitrinas de lo que fue aquel clásico almacén y bar. Sin embargo, lo estructural no es lo único que se mantiene. Las picadas, el jamón crudo, las sardinas con cebollas y los escabeches corren a la orden del día como hace cien años en este clásico bar porteño.
El Cao representa hoy un patrimonio cultural y arquitectónico, no sólo para San Cristóbal sino también para el resto de la ciudad. Su estilo italianizado, sus techos altos y el grado de conservación del edificio muestran que el tiempo transcurrió, pero esa esquina aún mantiene su espíritu. Tal es así que la legislatura porteña lo declaró bar Notable y sitio de interés cultural.
Son muchos los artistas que a la hora de elegir dónde expresar su arte eligen el Cao. El pintor argentino León Ferrari tenía un vínculo muy estrecho con la familia española y visitaba asiduamente el lugar.
Muchas obras de Edgardo Lois tomaron vida en el Cao. También el músico argentino Pipo Cipolatti hizo de éste su propio bar y como en una especie de rito, cada vez que da una entrevista tiene que ser allí, en el corazón de San Cristóbal. Las visitas del artista Roberto Del Villano, los fileteados del letrista y dibujante Guillermo Pérez Bravo, las crónicas del historiador urbano Horacio Spinetto y del museólogo Diego Ruiz y los encuentros de la presidenta de la Academia Porteña del Lunfardo Otilia Da Veiga y Concepción Gamás son algunas de las huellas que mantienen activo el espíritu de los hermanos Cao. Espíritu que, aún hoy, cien años más tarde, continúa vivo en aquella esquina de Independencia y Matheu.
Programación por el centenario del Bar de Cao
Irina Wakstein
Con la colaboración de Romina y Karla Metti



