Ubicada sobre la calle Defensa, fue construida para la familia Ezeiza bajo el estilo academicista italiano; quién la habita en la actualidad
La historia brota por donde se mire en la casona ubicada en Defensa 1179. Se cree que quedó vacía luego de que la epidemia de fiebre amarilla azotara a la ciudad de Buenos Aires en 1871. Pertenecía a los Ezeiza, una familia aristocrática que, como tantas otras, abandonaron su hogar para trasladarse a la zona norte de la ciudad para huir de la epidemia o porque en los años posteriores a ella consideraron que ya no era un buen lugar para quedarse. Hay que tener en cuenta que los primeros casos de la peste en la ciudad sucedieron durante los últimos días de enero de 1871, y muy pocos días después se establecía un cordón sanitario para aislar San Telmo donde se concentraban la mayor cantidad de casos.
Fue entonces cuando la suerte de la casa cambió. Había sido construida durante la década de 1870, bajo el estilo academicista italiano y tenía todo lo que representaba a la aristocracia de la época. En dos niveles, la construcción se emplaza sobre un lote que mide unos 15 metros de frente por 62 metros de largo. Un pasillo recorre la planta baja desde la entrada hasta el fondo y pasa por los tres patios: el patio del tiempo, el del árbol y el de Los Ezeiza.
La familia reservaba los salones de la entrada para recibir a las visitas, estas habitaciones daban al primer patio, llamado el patio del tiempo. En el patio del árbol, el segundo, estaban los dormitorios y el salón comedor; era el sector de la casa donde vivían. En la parte de atrás, residía el personal que trabajaba, y sus habitaciones daban al último patio, llamado Los Ezeiza, donde estaba el aljibe.
De escuela a conventillo
Tras más de 150 años, el paso del tiempo se hace evidente para esta casona que hoy alberga a una galería comercial, de las más concurridas del barrio, visitada por gran parte del turismo extranjero que llega a la ciudad. “Un tiempo antes de que comenzara la cuarentena la visité por última vez. Para entonces eran visibles ciertas consecuencias de la falta de mantenimiento, como algunas filtraciones, humedad ascendente, pérdida parcial de los cielorrasos de yeso, deterioro de revoques y pintura, roturas en escalones y baldosas y hundimientos en algunos pisos”, señala Marcelo Magadán, arquitecto y especialista en conservación de edificios históricos.
En la última década, fue escenario de varias películas y comerciales, como en abril de 2010, cuando la casona fue elegida para la producción del comercial de la firma de lujo Chanel que tuvo como protagonista a Claudia Schiffer. La top model visitó Buenos Aires junto a Karl Lagerfeld, el diseñador de la tradicional casa francesa ya fallecido, y en algunas tomas del film y fotografías de la campaña se puede ver el patio del árbol, así como también algunos espacios interiores.
“Luego de que la familia Ezeiza abandonara la casa fue una escuela, después fue sede del Instituto Nacional de Sordomudos y luego un conventillo. Pasó a ser un conventillo a mediados del siglo XX, en la década del 30, cuando varias familias se instalaron a vivir allí, hasta comienzos de la década de los 80 cuando se remodeló y abrió como galería”, explica Leonel Contreras, historiador en la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la ciudad de Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad.
“En un principio fue una galería de un solo dueño que alquilaba los locales; con el correr del tiempo se fueron vendiendo y actualmente los locales pertenecen a distintos dueños que tienen una administración de consorcios como en un edificio. No está totalmente ocupada por locales porque hay muchas habitaciones que funcionan como depósito o como taller”, cuenta María Lucila Guerrero que, con 23 años, conoce la galería desde siempre ya que su familia tiene uno de los locales desde 1982 cuando se inauguró como paseo de compras.
“Esta casa sufrió a lo largo de su historia distintas intervenciones y arreglos y hoy está muy decaída”, señala Fabio Grementieri, arquitecto y vocal de la Comisión Nacional de Monumentos. La casona Ezeiza fue declarada patrimonio histórico por pertenecer al área de protección histórica de San Telmo y corresponde específicamente al área 1 —comprendida entre Av. Paseo Colón, Hipólito Yrigoyen, Perú y Cochabamba— y tiene el tipo de protección estructural dirigida a resguardar las características arquitectónicas, así como sus valores históricos y culturales, por ser testimonio de la memoria de la comunidad.
“Esta calificación protege sus espacios exteriores y los interiores más destacados, en el caso de esta propiedad, incluye los patios con sus galerías, sus escaleras, el pórtico de acceso principal cubierto y tiene más libertad en los cuartos, los que hoy son locales y que fueron dormitorios, salas, y demás, que fueron los que sufrieron más cambios”, explica Grementieri.
Al estilo italiano
En cuanto a su arquitectura, se trata de un edificio del estilo academicista italiano: “Es el que predominaba en Buenos Aires después de la batalla de Caseros”, detalla Contreras. Según indica el especialista en historia de Buenos Aires, fueron los años cuando empezaron a llegar los inmigrantes europeos, entre ellos los ingenieros genoveses Nicolás y José Canale, que seguían ese estilo arquitectónico. En la década de 1850 comenzaron a trabajar en la municipalidad e impusieron ese gusto oficial; en ese entonces, muchos italianos inmigrantes eran albañiles, constructores y construían bajo ese estilo.
Esta arquitectura se mantuvo hasta la década de 1880, cuando el gusto de la aristocracia porteña cambió al academicismo francés. “El academicismo italiano es como un neorenacentismo. Nosotros le decimos acá italianizante pero lo correcto es academicista italiano, y tenía que ver con que eran los estilos que en Europa dictaban las academias y era el gusto oficial. En el siglo XIX, hay una preocupación por recuperar los estilos del pasado, cuando esa impronta se mezcla con elementos nuevos se lo llama eclecticismo, el primero fue el estilo neoclásico, el más famoso es el neogótico, pero hay otros intentos por tomar estilos de pasado como el academicismo italiano, inspirado en el renacentismo, y por eso se lo llama también neorenacentista”, explica Contreras.
Según el historiador, este estilo predomina hacia la zona denominada Catedral al sur y en San Telmo, donde se encuentra esa arquitectura con puertas rectangulares, de molderías, desaparece la terraza con balaustrada, aparecen columnas o estatuas en la fachada; es un poco la copia del palacio florentino, pero sin el almohadillado característico. Lo que se conoce como casa chorizo, tan extendida en la arquitectura porteña, toma el modelo de construcción de la casa colonial con dos o tres patios, las habitaciones alrededor, el comedor en el centro, la sala adelante, y la cocina y baño atrás, similar a la disposición de la casa Ezeiza. “Eran tan grandes que derivaron en conventillos tal como pasó con esta casona y con muchas otras”, asegura Contreras.
Por su parte, Magadán advierte que, hacia 1980, la recuperación de la casona Ezeiza se concretó en el marco de lo que se conoció como la U-24, la primera zona de protección histórica de la ciudad que fuera fuertemente impulsada por el arquitecto José María Peña, creador de la Feria de San Telmo y del Museo de la Ciudad, del que fuera su primer director.
“Fue construida en dos niveles, con una serie de ambientes que rodean a los patios de la planta baja y a la galería del nivel alto, donde el espacio libre es más amplio, ya que se unifican los patios. Las paredes son portantes, lo que significa que soportan el peso de los entrepisos y las cubiertas, las que fueron resueltas con bovedillas. Parte de las galerías están soportadas por columnas de hierro fundido, mientras que las barandas, rejas y la puerta cancel fueron resueltas en barras y perfiles de hierro”, señala el especialista en conservación de edificios históricos.
Los pisos de los patios son de mármol, en damero, negro y blanco, mientras que en la galería de la planta baja se colocaron teselas de gres cerámico y, en la planta alta, baldosas calcáreas. “Los cielorrasos son de yeso, con una cantidad de molduras y apliques decorativos, recursos tecnológicos y estéticos muy característicos de fines del siglo XIX”, agrega.
Actualidad
“La situación debe haber empeorado desde que la visité antes de la pandemia, ya que a medida que pasa el tiempo los deterioros se agravan y requieren de soluciones más complejas y onerosas. Hay que tener en cuenta que la falta de un adecuado mantenimiento es una cuestión que afecta a muchos edificios antiguos, no solo de San Telmo, sino también del Casco Histórico y de otros barrios de Buenos Aires. Este hecho pone de manifiesto las carencias que se registran desde hace tiempo en relación con la gestión y el manejo del patrimonio arquitectónico de la ciudad”, sostiene Magadán.
Guerrero coincide: “No está muy bien mantenida, hubo muchos problemas de recambio de inquilinos y propietarios, que rotan continuamente”, dice.
Por estos días continúa como galería comercial, muy visitada, en donde pueden encontrarse tiendas de antigüedades, artesanías, pinturas, decoración, blanquería antigua, talleres de marcos y también una cafetería, entre otros locales. Para quienes deseen recorrer lo que fuera la casa de una familia de la aristocracia porteña del siglo XIX, permanece abierta de martes a domingos de 11 a 19, y es una oportunidad imperdible para adentrarse en los secretos de esta casona que aún escribe su historia.