El diariero que da consejos
S on las 5.30 de la mañana y la esquina de Juncal y Ayacucho es la única iluminada de la zona. Allí, el puesto de diarios Don Pedro está abierto desde hace un buen rato, pero Marcelo Dellacasa, el diariero, aún somnoliento, intenta despabilarse con unos mates. Aunque a simple vista parece un diariero más, Dellacasa, detrás de su sonrisa pícara, tiene el don de escuchar. Por eso recibe confesiones de los que se sienten culpables, y también lamentos y dolores de los más vulnerables.
-¿Cómo es su relación con los vecinos?
- Tengo largas charlas con ellos. Los escucho y a veces me río, porque ¡hay cada historia! Con más de uno he tenido conversaciones profundas. Me cuentan todo; sé cosas que nadie imagina.
-¿Es usted como un "psicólogo del barrio"?
- Muchas veces sí, otras me usan como si fuera un cura. Por ejemplo, una mucama viene y me cuenta sus aventuras con el patrón. También están los que llegan, con lágrimas en los ojos, y piden consejos. Y los que aparecen borrachos después de una larga noche... a ésos les pago el taxi y los subo hasta el departamento.
-¿Qué sabe de sus vecinos?
- Todo. Sé cuáles son los infieles, las señoras que se van de trampa, a qué hora entran a trabajar, cuándo y cómo llegan a casa, los hobbies de cada uno... todo.
-¿Cuál es el tema más recurrente en las conversaciones?
Sin lugar a dudas, el sexo. Hombres y mujeres hablan de las cosas que les gustan en la cama, las posiciones que harían y las que aún no se han atrevido a probar.
-¿Qué tiene que tener en cuenta un buen diariero?
- Debe ser atento, buen comerciante y muy amable. Además, ser cuidadoso y esconder las revistas eróticas detrás de las de moda, para alejarlas de la vista de los más chicos.
-¿Qué implica ser diariero?
El puesto de diarios es un centro de información al que todos recurren. Llega un momento en que sos parte de la casa de cada uno.
Marcelo Dellacasa