
El médico que enfrentó las bacterias con higiene
Fue en 1850, pero lo creyeron insano
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Se llamaba Ignaz Phillipp Semmelweis. Había nacido en Buda, la ciudad húngara ubicada a la derecha del Danubio, en 1818. A mediados del siglo, cuando era un joven médico, inició su práctica obstétrica en el hospital general de Viena, Austria: el Allgemeines KrankenHaus.
"Allí -explica el doctor Abel Jasovich-, Semmelweis observaba con preocupación que las parturientas atendidas por los estudiantes avanzados de medicina y médicos recién recibidos tenían una tasa de mortalidad diez veces mayor que las asistidas por parteras y personal idóneo, y siempre debido a la misma causa: una infección llamada fiebre puerperal o septis neonatal."
Cuando murió uno de sus profesores, el doctor Jacob Kolletschka, en 1847, Semmelweis descubrió en la autopsia que había demasiada similitud entre el corte de dedo sufrido por su maestro durante una autopsia y la fiebre puerperal que lo preocupaba.
"Y así llegó a la conclusión -agrega la doctora Raquel Terragno- de que la mayor mortalidad en la sala de parturientas atendida por los estudiantes avanzados de medicina y médicos recién recibidos era causada porque hacían entrenamiento en todo el hospital, incluidas las autopsias, y transportaban gérmenes cadavéricos en sus manos. En cambio, las parteras y auxiliares tenían ya un cierto entrenamiento en partos y tomaban precauciones. Una de ellas era lavarse las manos."
Semmelweis probó su teoría: los médicos debían lavarse las manos cuidadosamente con agua clorada antes de ingresar en la sala de partos. Pese a la eficacia de la medida, pasaron muchos años hasta que la comunidad médica aceptó su hallazgo.
Semmelweis fue atacado, marginado y sus colegas lo tomaron por demente. Murió antes de los 50 años, destruido ante la conjura de tantos necios, en el manicomio de Viena.






