Expresar emociones positivas alarga la vida
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ANKATO, Minneápolis (EE.UU.).- Una ruta en espiral asciende hacia Good Counsel Hill, donde el Convento de las Hermanas del Colegio de Notre Dame es también sede de un extraordinario experimento científico.
Durante 15 años, un grupo de monjas católicas permitió que analizaran sus genes y midieran su equilibrio y fuerza. Las hermanas pasaron pruebas que registraban cuántas palabras podían recordar minutos después de haberlas leído, cuántos animales podían nombrar en 60 segundos, y si podían contar monedas correctamente.
Los ensayos autobiográficos que escribieron cuando tenían 20 años han sido escrutados, y sus palabras analizadas en busca de significados. Y a medida que morían, sus cerebros fueron removidos y enviados en tubos de plástico a un laboratorio donde están almacenados.
Este experimento, llamado "Estudio de las Monjas", es considerado por los especialistas como uno de los esfuerzos más creativos para conocer quiénes padecen de Alzheimer y por qué. Y ahora, en un nuevo informe, está ofreciendo información acerca de un asunto distinto: si un temperamento positivo en la juventud puede ayudar a las personas a vivir más.
Estudiando a 678 monjas -en este convento y en otros seis de la misma orden, en Connecticut, Maryland, Texas, Wisconsin, Missouri e Illinois- el doctor David A. Snowdon, un epidemiólogo de la Universidad de Kentucky, y sus colegas han arribado a indicios asombrosos y teorías provocativas a lo largo de los años.
Sus estudios mostraron que el ácido fólico puede ayudar a alejar la enfermedad de Alzheimer; que ataques cerebrales pequeños, apenas perceptibles, pueden desencadenar demencia, y, en un hallazgo particularmente asombroso, que la habilidad lingüística temprana puede estar relacionada con un menor riesgo de Alzheimer porque las monjas que concentraban más ideas en las oraciones de sus autobiografías tuvieron menos riesgo de sufrir Alzheimer seis décadas después.
El nuevo informe, que se publicó ayer en el Journal of Personality and Social Psycology, afirma que las monjas que expresaron más emociones positivas en sus autobiografías vivieron significativamente más -en algunos casos, diez años más- que aquellas que expresaron menos emociones positivas.
Las monjas son ideales para un estudio científico porque sus vidas estables, relativamente similares, excluyen ciertos factores que pueden contribuir a la enfermedad. No fuman, casi no beben y no experimentan cambios físicos relacionados con el embarazo. Las Hermanas del Colegio son blancas y comen en las cafeterías del convento, y la mayoría fue maestra de escuelas católicas.
El "Estudio de las Monjas" (Nun´s Study) también se considera importante porque tiene información de diversos momentos de las vidas de sus sujetos, incluyendo la época en que eran muy jóvenes para padecer Alzheimer o cualquier otra enfermedad relacionada con la edad.
Todo esto le ha dado al doctor Snowdon, autor de un nuevo libro sobre el estudio titulado "Envejeciendo con gracia"(Bantam), una rara ventana a través de la cual examinar por qué algunas religiosas se mantienen bien y otras se deterioran tanto que pierden el lenguaje, la movilidad y gran parte de su memoria. Las diferencias aparecen incluso entre las que están relacionadas biológicamente.
Densidad lingüística
A los 93, la hermana Nicolette Welter todavía lee ávidamente, teje, juega a las cartas y, hasta una reciente caída, caminaba varios kilómetros por día sin bastón. Pero una hermana menor, María Ursula, de 92, muestra signos claros de Alzheimer, afirma Snowdon. Varias veces por día, Nicolette alimenta y reza por María Ursula, que está en silla de ruedas y casi no puede erguir la cabeza.
La autobiografía de Nicolette, escrita cuando tenía 20 años, estaba llena de lo que Snowdon llama densidad de ideas , muchos pensamientos entretejidos en un pequeño número de palabras, un rasgo relacionado íntimamente con las monjas que más tarde escaparon al Alzheimer.
Una oración del ensayo de Nicolette, por ejemplo, decía: "Después de terminar el octavo grado, en 1921, quise ser aspirante en Mankato, pero no tuve el coraje de pedir permiso a mis padres, de modo que la hermana Agreda lo hizo por mí y ellos rápidamente accedieron".
Pero otra hermana, de 90 años y que estaba sentada al lado de una ventana, escribió: "Después de dejar la escuela, trabajé en el correo".
Los últimos hallazgos publicados del "Estudio de las Monjas" también ofrecen ideas provocativas acerca de cómo un estado emocional positivo en las etapas tempranas de la vida puede contribuir a que vivamos más.Y plantean interrogantes como ¿Qué hay detrás de las emociones positivas?
En total, según Snowdon, las monjas viven significativamente más que otras mujeres. De las 678 que tomaron parte en el estudio, 295 están vivas y tienen 85 años o más. Sólo en el convento de Mankato hubo siete centenarias, muchas libres de demencia.
Una de ellas es la hermana Esther Boor, que a los 106 se apresura a través del laberinto de salones con un bastón azul. "A veces me siento como si tuviera 150, pero me hice a la idea de que no iba a abandonar," dijo Esther, que le da a sus fisioterapeutas frases de los libros que lee. "No pienses en el mal, no hagas el mal, no escuches el mal -escribió hace poco-, y nunca escribirás un best seller."
El ensayo autobiográfico de Esther, escrito hace 80 años, es igualmente optimista. En él habla afablemente de su familia y de su decisión de hacerse monja.
La condición del doctor Snowdon de que debían donar sus cerebros fue chocante para algunas religiosas. "Fue duro -dijo la hermana Claverine-. Yo pensaba que sería enterrada intacta." Pero la hermana Rita Schwalbe, administradora del área de salud cuando el estudio comenzó, les dijo que ya que como monjas ellas habían tomado "la difícil decisión de no tener hijos, ésta es otra manera de dar vida".
Amar a los otros
Muchas monjas ahora ven la donación de cerebro a través de una lente litúrgica o a través de una humorística. La hermana Nicolette dijo: "Después de la resurrección, nuestros cuerpos estarán perfectos. Estaremos tan contentas que ni nos interesará qué pasa con nuestros cerebros".Y la hermana Miriam Thissen, de 89, afirmó: "Lo que será, será. Después de estar muerta, ¿qué importa?".
Snowdon espera que este estudio impulse a las personas a cuidarse para evitar la enfermedad, dejar de fumar y abandonar otros comportamientos riesgosos y leerles a los chicos para estimular el desarrollo del lenguaje. Actualmente, piensa analizar antiguas fotografías de las religiosas para buscar indicios en sus músculos faciales para ver qué correlación existe entre la personalidad, el Alzheimer y la longevidad.
Y, a pesar de que no puede probarlo, él sostiene que la espiritualidad de las monjas y su trabajo en comunidad también las ayudan a vivir. "El amor a otra gente, el cuidado, ser buenos con otras personas, eso es algo que todos podemos hacer", afirma.



