La danza y el arte, experiencias curativas
DanceAbility, proyecto creado por un coreógrafo norteamericano, integra a las personas a través del baile
Estos bailarines no se parecen en nada entre sí. No usan las habituales mallas ajustadas ni tienen esos cuerpos que, a fuerza de insistir en una técnica determinada, resultan siendo casi iguales.
Mientras se escucha la banda de sonido de la película italiana "Caro Diario", ellos se mueven a lo largo y a lo ancho del escenario. Se encuentran, se distancian, se persiguen, se alejan, se detienen. Y vale la pena mirarlos.
Hay un bailarín con discapacidad motriz que es capaz de transformar sus dificultades para caminar en movimientos rítmicos, integrados, expresivos. Dos de los que bailan son ciegos. Otro tiene visión muy reducida.
También baila una adolescente que hace trabajar sin descanso el motor de su silla de ruedas: tiene problemas auditivos, motrices y de habla. Arriba del escenario esos movimientos involuntarios de su cabeza y su cuerpo se vuelven plásticos, se integran a la coreografía.
Estos bailarines no se parecen en nada entre sí. Ni siquiera podría decirse, simplemente por buscar algo en común, que forman un grupo de artistas discapacitados. Lo que vale es justamente la diferencia.
Es por eso que junto con ellos bailan también personas que solemos llamar normales: esa gente que ve, escucha, habla, camina...
La actividad que comparten se llama DanceAbility, un proyecto creado en 1987 en los Estados Unidos por un bailarín y coreógrafo norteamericano llamado Alito Alessi. En 1989 Alessi y Karen Nelson fundaron la Joint Forces Company, reconocida internacionalmente por su trabajo pionero en materia de danza y discapacidad.
A partir de ese momento, DanceAbility se ha esparcido por el mundo y se formaron instructores en Alemania, Austria, Suiza, Italia, Chipre, Brasil y la Argentina.
Alessi estuvo en Buenos Aires para dar dos seminarios (1997 y 1998) y un entrenamiento docente (1999). Durante esas reuniones se conocieron un terapeuta corporal y actor uruguayo radicado aquí desde 1968 y una bailarina y violoncellista porteña: Alejandro Masseilot y Marisa Fernández.
La sociedad entre ambos no tardó en nacer. Es que juntos representaban la integración entre personas con y sin discapacidades, ya que Masseilot, de 40 años, es disminuido visual desde poco después de los 20.
"Alito Alessi, el creador del método -explica Alejandro Masseilot- sufrió un accidente y estuvo discapacitado durante más de un año. Como bailarín, tenía entrenamiento y disciplina, y mientras estaba postrado se preguntó qué podría hacer. Así comenzó a trabajar con la mínima expresión del movimiento. Bailamos sobre un par de piernas, pero en verdad baila todo el cuerpo. Si esas piernas no pueden llevar al cuerpo, igual puede llevarse el ritmo, aunque sólo se mueva un brazo. Una persona puede no ver, no hablar, no caminar, pero siempre puede realizar algún movimiento. Y en tanto hay movimiento, es posible volverlo danza."
Sergio Sfintzi, de 33 años, tiene disfunción cerebral. Es vendedor ambulante. "Trabajo desde los 14 -explica con dificultad, ya que le cuesta mucho hablar-. Siempre me mantuve solo. Fui a muchos grupos, pero conocí a Alito Alessi cuando vino a Buenos Aires, y me encantó bailar y moverme."
Lo que Sergio hace en DanceAbility es sorprendente: fue él quien entró solo al escenario y abrió la muestra, moviendo su cuerpo delgado y delicado con una gran soltura. "Físicamente me siento mejor -dice-. Más relajado, con más energía."
Roberto Oliva, de 44, tiene un pasado de seminarista y de actor. Ahora es tarotista. Grandote, con varios kilos de más según lo que fijan las reglas de oro de la nutrición posmoderna, una de sus herramientas preferidas a la hora de la expresividad y la integración es jugar con su abdomen.
"Hago volar a Sergio a los panzazos -dice Roberto-. Y me subo a la silla de ruedas de María de los Angeles para que demos vueltas juntos. Nunca había trabajado con personas con discapacidades. Sí, en algunos momentos uno se limita, quizá por temor a hacerles daño."
Cuando Roberto vio por primera vez una performance de DanceAbility desde una sala circular de la facultad de Medicina donde antes se mostraban operaciones, algo nuevo despertó en él.
"Estaban Marisa, Alejandro, Sergio y Laura, en silla de ruedas -recuerda-. Me encantó. Lo más importante en esto es atender a la sensación, las ganas de hacer determinado movimiento durante una improvisación."
"DanceAbility no tiene un objetivo terapéutico, sino artístico -señala Alejandro-. Pero trae muchos beneficios: el movimiento, la danza y el arte son experiencias curativas y sanadoras muy fuertes. En vez de esperar a tener un cuerpo esbelto para después darse el permiso, acá se trabaja con lo que uno tiene y no se busca el virtuosismo o la destreza. Las consignas son claras y todos las pueden realizar. Hay un encuentro con la propia posibilidad y la propia potencia: saber quién es uno, qué puede hacer y, a partir de eso, hacerlo."
Guillermo Criado tiene 33 años y es empleado. Hace una década, cuando una enfermedad lo convirtió en disminuido visual empezó a dedicarse a la escultura. En ese camino se encontró con DanceAbility.
"Nunca había hecho deportes -cuenta Guillermo-. Pero no buscaba eso, sino algo expresivo. Tenemos ciertas pautas, pero el movimiento es libre. Cuando voy por la calle estoy nervioso, me manejo con cuidado, para no tropezarme. En la clase me concentro, hasta puedo trabajar con los ojos cerrados. Y me pasa algo curioso: cuando estoy allí, siento que veo."
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