
La familia es lo primero
Comprobar cómo se suceden las distintas explicaciones del mundo -en ocasiones, absolutamente contrapuestas- no puede menos que llamar a la reflexión.
Por ejemplo, cuando mis hijos eran pequeños, los padres éramos los únicos responsables de cuánto les pasaba a sus descendientes y dedicábamos diariamente un par de horas a analizar si actuábamos bien. ¡No fuera que hubiésemos dañado, de algún modo, la delicadísima psiquis de nuestros vástagos!
Pero ahora, en esta era posFreud de la psicología, la figura paterna -para utilizar un término económico- sufrió una cierta deflación . Y aunque nadie lo diga frontalmente, al menos en diagonal hay quienes piensan que lo que en realidad influye en la conformación de la personalidad de un chico no son sus padres, sino sus amigos y compañeros.
De nada vale, para esta concepción, que uno se esmere en leerles los clásicos al pie de la cama, que se levante los sábados a las seis de la mañana para llevarlos al Collegium Musicum o que devore cuanto libro de autoayuda encuentre en las librerías de usados para perfeccionar hasta en los últimos detalles su tarea formativa.
Lo importante, lo verdaderamente importante y que finalmente determinaría el carácter infantil, es lo que los pequeñuelos experimentan en su contacto con sus colegas de generación en la escuela y en la calle.
***
Para quienes comparten este enfoque, da casi lo mismo que las mujeres que trabajan hasta la noche hayan tenido que inventar la telematernidad , que el invitado más importante de la cena familiar sea el animador televisivo de turno o que las relaciones familiares adquieran las características del diálogo entre Estados Unidos y Rusia durante los años de la Guerra Fría.
Esos son detalles menores mientras los pequeñuelos no se pierdan cuanto cumpleaños, comunión, Bar mitzva o salida se les presente. Lo fundamental es que se integren. Por otra parte, ¿vale la pena esforzarse por multiplicar los talentos de la paternidad si el peso de la influencia social es mucho más importante que el de la vida familiar?
Teniendo todo esto en mente, cuando leí acerca de las investigaciones del antropólogo de la Universidad de Missouri Mark Flynn, no pude menos que sentir un extraño alborozo. Flynn estudió durante 12 años a los chicos de un pueblo de Dominica, tomándoles miles de muestras de saliva para detectar la hormona del stress, el cortisol , midiéndolos y registrando en detalladas historias clínicas todas sus enfermedades. Llegó a la conclusión de que la familia importa más que nada en la vida infantil.
Según el antropólogo, los chicos suelen tener en su casa niveles de cortisol mucho más altos que en la escuela. La vida familiar, al parecer, puede ser mucho más impredecible y estresante que lo que ocurre en la calle.
Cuando los chicos tienen problemas familiares, sus niveles de stress suben notablemente y se hacen más vulnerables a las enfermedades. En cambio, cuando reina la armonía o tienen muchos parientes amorosos que los reconfortan, pueden soportar cualquier embate del mundo exterior. Para Flynn, una familia feliz es el mayor reaseguro de un cerebro en crecimiento.
¿No es cierto que pensamientos como éstos hacen que uno experimente un crecimiento en su autoestima más vertiginoso que el que a veces registran las acciones de Wall Street?







