La turbina argentina que le ganó al viento
Tiene dos pequeñas hélices que trabajan simultáneamente y esto incrementa al doble su eficacia frente a otros modelos
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Pese a un ventarrón de intereses en contra, la energía eólica argentina genera sus efemérides. En Bariloche se prueba la cosechadora de viento rionegrina, una turbina eólica cuyo revolucionario diseño duplica -y puede llegar a quintuplicar- la captación de potencia y baja los costos de fabricación, montaje y mantenimiento.
Además de producir electricidad, esta máquina podrá potabilizar agua en la estepa patagónica. Y esto podría dar paso a la agricultura en sitios donde hoy sólo se ve una macilenta ganadería extensiva.
La noticia fue comunicada durante el Seminario de Energía Eoloeléctrica, realizado en Mar del Plata por la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEA), la Universidad Fasta y la Carl Duisberg Gesselschaft (CDG), una organización no gubernamental alemana.
En realidad, el anuncio acerca de la turbina eólica de Bariloche fue una de las pocas buenas nuevas de esa reunión.
Es que el balance negativo de la situación que atraviesa actualmente la energía eólica en el país es más complejo (ver recuadro).
Lo resumió el organizador de la reunión y presidente de la Asociación Mundial de Energía Eólica, el doctor Erik Spinadel: "El gas subsidiado en la Argentina no le permite a los eólicos competir en el mercado eléctrico. Y aunque hay una ley de promoción de este tipo de energía desde 1998, votada y reglamentada pese a la oposición del gobierno anterior, el actual la incumple en silencio, aunque no le implica costos al Estado".
Transformar viento en trigo
"Este aparato contradice los manuales; es tan novedoso que ya lo tuvimos que proteger con trece patentes. Cuando lo vieron los alemanes, casi los dueños mundiales de esta ingeniería, se miraron como diciéndose: "¿Pero cómo no se nos ocurrió antes a nosotros?" No lo podían creer", se ríe ante LA NACION el doctor Juan Carlos Bolcich, ingeniero en reactores de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
Y se ríe con motivos. Alemania, cuyos mejores vientos conllevan la mitad o una tercera parte de la energía de los habituales de la Patagonia, tiene 7000 megavatios eólicos instalados (frente a nuestros exiguos 14), y su industria de molinos, gran exportadora, genera unos 100 mil puestos de trabajo.
La Argentina, en cambio, se limita a producir viento, además de -como dice Spinadel- dificultades a los que tratan de exportarlo.
La cosechadora es la obra de varios expertos independientes que junto con el Centro Atómico local, la firma Invap, la Universidad Nacional del Comahue y una pléyade de pequeñas empresas de tecnología forman el naciente Polo Tecnológico Bariloche.
La turbina nació para domar los vientos locales, los mejores del mundo en ubicaciones continentales, pero infernalmente racheados.
Las rarezas de la máquina están a la vista: tiene hélices chicas en tándem (es decir, una detrás de la otra) y entubadas, en lugar de una única hélice grande y descubierta. Según los libros, la primera hélice debería quitarle potencia a la segunda, pero esto es corregido por el entubamiento perimetral: su segunda toma de aire, con forma de trombón, inyecta más viento no turbinado atrás de la segunda hélice, creando una zona de baja presión que la acelera.
La idea es muy sencilla, como tantas otras soluciones elegantes de la ingeniería. Pero nació aquí. Y, según Bolcich, funciona: las mejores turbinas chicas del mundo, todas monohélice y no entubadas, captan hasta el 30% de la energía del viento que las atraviesa.
"Pero nuestro primer modelo, bihélice, atrapa el 60 por ciento. Y ahora vamos por un aparato con cuatro hélices. Queremos quintuplicar esa diferencia", afirma Bolcich.
Los primeros tres prototipos de cosechadora oscilan entre los 2 y los 30 kilovatios (el consumo de 2 a 30 viviendas equipadas). Pero nadie dijo que la idea no sea adaptable a los grandes aparatos de granjas eólicas , que pueden medir tanto como edificios de catorce pisos, y que producen para redes.
En tal caso, y cuando esta industria despegue realmente, el país podrá exportar algo de esta inteligencia local, y no mero viento.
Como es un aparato chico, la cosechadora les facilitará la vida a estancias aisladas de la zona, caseríos desconectados de redes, destacamentos de frontera. Y no se limitará a producir corriente o calor, sino también agua desalinizada, mediante un sistema de ósmosis inversa.
"Los estancieros de la estepa tienen sobre la cabeza ese viento atroz que les vuela tejados y, bajo los pies, unos enormes e inútiles acuíferos de agua salada, intomable hasta para el ganado. Esta máquina podría juntar ambos problemas y darles una solución", sintetiza Bolcich.
Tal vez, entonces, la cosechadora signifique para la Patagonia lo que el molino multipala tipo margarita fue para la pampa húmeda allá por 1880: el acceso al riego y a la agricultura.
Si es así, se habrá ganado su nombre.



