Cómo vive una adolescente con depresión: entre las exigencias, el encierro y el miedo a pedir ayuda
Violeta tiene 15 años y durante el año pasado pasó meses sin salir de la cama; en el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión comparte su experiencia para generar conciencia sobre ese padecimiento que se agudizó con la pandemia
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Mi nombre es Viole, tengo 15 años y poco tiempo atrás viví una depresión que no me dejaba levantarme de la cama. Sentía un peso enorme y cada mañana pensaba: “Hoy no. Por favor, hoy no”. Tenía la sensación permanente de un nudo en el pecho y en la garganta. La desesperación era total y la soledad también. Jamás en toda mi vida me había sentido tan mal. Maratoneaba series sin parar, porque era la única forma de distraerme y no pensar en lo que me pasaba. Incluso perdí las ganas de dibujar, algo que amo y que hago cuando estoy alegre, entre otras cosas que disfruto, como estar con amigas y escuchar música. Todo eso desapareció en mi peor momento.
En esa misma época teníamos clases de forma virtual y lo viví como una experiencia horrenda. La cursada empezaba a las 8 y yo me despertaba 7.59 para ponerme frente a la compu. Tenía una hora de clase y después una hora de descanso, y así durante todo el día. Estaba todo el tiempo en la cama y solo salía del cuarto para comer o ir al baño. La compu se recalentaba de tanto usarla y la cabeza me estallaba.
Mis papás pensaban que por estar en casa, todo era más fácil. Tenían sus propios problemas y no me escuchaban mucho. “Pero estás en tu cama todo el día, estás chocha”, me decían. Pero no era así. Teníamos más tarea y las pruebas eran más difíciles. Se nos juntaban los exámenes y a nadie le importaba. Estaba muy agobiada por las exigencias y extrañaba mucho a mis amigos. Hablar por Whatsapp no era lo mismo. Estaba harta. La angustia era tal, que dos o tres veces intenté autolesionarme, pero por suerte no lo logré.
Finalmente, lo que me pasaba le llamó la atención a mis papás, que empezaron a preguntarme cómo estaba. Quizás porque se empezó a hablar del impacto de la pandemia en los adolescentes. Yo me daba cuenta de que estaba mal, pero no se lo decía a nadie. Un día me dijeron que necesitaba ayuda profesional. Estuve de acuerdo de entrada, porque yo quería ir a la psicóloga, pero no me animaba decírselos. Tenía miedo de que me retaran.
Hoy, a la distancia, pienso que el bajón arrancó antes, cuando tenía 12. Tenía la autoestima muy baja, me miraba al espejo y no me gustaba. Encima veía fotos de chicas lindas en redes sociales y me ponía triste, porque pensaba: “Yo no puedo ser como ellas”. La adolescencia es un momento de muchos cambios y altibajos y uno no se acostumbra. Cambia tu cuerpo, cambia la exigencia en el colegio, cambian los amigos… y cuesta.
No fue fácil encontrar un profesional que me ayude a atravesar todo esto, pero finalmente lo logré. Es alguien con quien tengo conexión, que no me juzga y que realmente me contiene y escucha. Ella me derivó con una psiquiatra, que en abril de 2021 me indicó pastillas y que para Año Nuevo me dijo que podía dejar de tomarlas. Yo creo que las necesitaba y que fueron de gran ayuda. Hay gente que no quiere usar medicación, pero si un profesional te lo está recomendando, quiere decir que lo necesitás. Aunque no te guste, hacen que todo sea más rápido. Hablar también me ayudó mucho. Si no hubiera podido contar lo me pasó y lo que me está pasando, seguiría en un mal lugar. También entender que no merezco esto. Que nadie se lo merece. Y encontrarme con gente que pasó por lo mismo y que tiene una vida linda. Eso me dio esperanzas.
En una terapia grupal, conocí a mi mejor amiga, que pasó por cosas peores y me ayuda cuando estoy triste. Yo no sabía que podía tener una amistad tan buena como la que tengo con ella y gracias a eso pude empezar a rodearme de un grupo nuevo de chicas, que me quiere y acepta como soy. De a poco les pude contar lo que me pasa y ellas me escuchan y me acompañan un montón. No todo el mundo es tan comprensivo.
Aunque hubieron muchos avances, todavía se sigue demonizando la salud mental. Una vez, estaba hablando por teléfono con una amiga y mi mamá me dijo: “Si te pregunta, decile que las pastillas son para la panza”. Yo elegí decirle la verdad. Sé que no fue con mala intención, pero la verdad es que hay que normalizar el uso de la medicación cuando te las receta un médico.
¿Qué le diría una persona que está pasando por esto? Que sepa que va a estar mejor, aunque parezca que no, y que va a haber un tiempo en el que se va a sentir muy amada, rodeada de gente que lo ama. También le diría que no tenga miedo de pedir ayuda, porque hacerlo no es de débiles, al contrario. Hay una frase que a mí me gusta mucho: “El camino a la felicidad no es una carrera. Voy a dejar que mi corazón lata a su propio ritmo”. Para mí quiere decir que podés tomarte tomarte tu tiempo para ser feliz, porque no todos vamos a la misma velocidad. Dejá que todo fluya. No hay que forzar nada.
Señales de alerta
Estas son, según los especialistas, algunas señales de alerta de que una niña, niño o adolescente puede estar atravesando una depresión. Ante la sospecha, siempre recomiendan hablar con el pediatra, exponerle las dudas y las observaciones para que oriente cuál es el mejor camino a seguir.
- Desvitalización, desmotivación o sensación de “aplastamiento”: se manifiesta generalmente en la pérdida ganas.
- Incapacidad de disfrutar del juego: de la vida familiar, del compartir con otros chicos y chicas.
- No mostrar ningún interés: Si bien el cambio de gustos es algo común que se da con el crecimiento durante la infancia y puede ocurrir que un chico ya no quiera seguir haciendo las actividades que antes le gustaban, se debe prestar atención a la falta de interés por querer reemplazarlas por nuevas actividades.
- Insatisfacción permanente: Puede mostrarse de diversas maneras, a veces bajo la forma del aburrimiento, otras bajo la forma de caprichos o demandas y demandas. Irritabilidad.
- Alteraciones en la alimentación: A veces, la depresión se encuentra detrás de actitudes como la falta de apetito, el rechazo a los alimentos o, por el contrario, de comer vorazmente.
- Alteraciones en el sueño: dormir mucho o poco.
- Dificultades para concentrarse.
- Actitudes regresivas: aparecen en algunos casos como manifestaciones de mucha dependencia respecto de los padres o el pasar demasiadas horas al día solos y conectados a dispositivos electrónico.
Dónde pedir ayuda
Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez: la unidad de salud mental brinda asistencia a niños, niñas y adolescentes de 0 a 17 años; orientación, informes y turnos: lunes a viernes, de 11 a 12.30 horas; tels.: (01) 4962-9247/9248 /9280, Int.: 288; saludmentalhnrg@gmail.com
Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital de Clínicas “José de San Martín”: lunes a jueves, de 8 a 12 horas. Cómo conseguir un turno: los padres deben concurrir sin turno previo en el horario de atención para entrevista de pre-admisión. Av. Córdoba 2351, entrepiso, ciudad de Buenos Aires, Tel.: (011) 5950-8575/8528/8529.
Hospital Carolina Tobar García: Psiquiatría infanto juvenil Departamento de Psiquiatría y Psicoterapia, teléfono: 4304-4937 (Admisión); para guardias psiquiátricas, todos los días las 24 horas, teléfono: 4304-6666/304-2692; Ramón Carrillo 315, CABA.
Esta nota fue realizada en colaboración con la periodista Inés Pujana.
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de “Hablemos de depresión” una guía de Fundación La Nación que incluye las voces y las recomendaciones de algunos de las y los principales referentes en esta temática de la Argentina, así como testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil. Contó con la curaduría de Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas.
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