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En La Candelaria, un paraje ubicado en la zona rural del Salado norte santiagueño, y alrededores, viven cerca de 500 familias dispersas, muchas de las cuales tienen que caminar todos los días varios kilómetros para buscar agua del río.
Allí, gracias al Programa Sed Cero- una alianza entre organizaciones sociales, el Estado y el sector empresario - más de 100 familias hoy tienen una cisterna en su casa, de la que pueden bombear agua cada vez que necesiten.
"Estamos trabajando con toda la región del Salado Norte y es una metodología que hemos tomado como ejemplo del semiárido brasileño, que tiene condiciones similares, en donde el sector público y privado se ha propuesto resolver el acceso al agua. Consiste en un programa de construcción de cisternas por parte de las familias para resolver el problema del consumo de las familias", explica Lucrecia Gil Villanueva, trabajadora de la Secretaria de Agricultura Familiar y coordinadora del Plan Nacional de Primera Infancia en San José de Boquerón.
Orlando "Pichi" González recuerda con angustia las interminables horas que él, su mujer y sus hijos perdían en recorrer en bici, con un carro tirado a caballo que llaman "zorra" o a pie, el kilómetro que los separaba del río. Hoy, es uno de los beneficiarios de este programa.
"Cuando yo salía a los trabajos, mi esposa iba a acarrear el agua en la bicicleta para lavar a los chicos y para cocinar. Antes yo traía el agua en mi zorra, en bidones, y gastábamos más de 400 litros de agua por día. Además, teníamos muchos problemas en el estómago por la calidad del agua", dice, mientras cuatro de sus hijas cocinan empanadillas de anco, en la galería de su casa.
Adentro, en el piso de tierra, su nieta Rocío de seis años abre su cartera amarilla llena de juguetes. Uno por uno, va sacando los animales de la granja, los camiones y un muñeco de Pepa Pig, y los ubica en fila. Isabel, de 3, se suma al juego.
La construcción es un rancho que fueron levantando de a poco, y hoy consta de algunas paredes de material, no tiene puerta y tiene techo de paja. Con mucho esfuerzo pudieron comprar un panel solar e instalar una antena comunitaria para poder tener Wifi.
Fátima Nerea González, una de sus hijas que ya tiene 27 años, vivió en carne propia lo que fue atravesar una infancia sin agua potable. "Antes íbamos todos los días como podíamos porque necesitábamos el agua para cocinar y para lavar. Como siempre hemos sido mucho no eran suficiente dos bidones. A veces cargábamos cuatro en la bicicleta, dos adelante y dos atrás. Y hacíamos cerca de 3 viajes por día", recuerda mientras hace un repulgue.
En esa época, Fátima no podía bañarse todos los días, e incluso lo hacía en el río. "Y también juntábamos la ropa para ir a lavarla allá porque era imposible traer tanta agua a la casa", agrega.
Una necesidad prioritaria
El día a día de esta familia dio un vuelco hace 4 años cuando gracias a un gran esfuerzo comunitario pudieron construir una cisterna de 10.000 litros. Orlando pertenece a la Asociación Civil Pequeños Productores de La Candelaria, que gracias al Programa SedCero, aprendieron a construir un modelo de cisternas de barro y cemento.
El Programa SedCero nació en el 2014 para generar soluciones de acceso a agua para consumo, producción y saneamiento. Es una articulación público-privada integrada por la Fundación Avina, la Fundación Plurales, Aguas Danone de Argentina, el INTA, y el Instituto de Estudios sobre Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (IESCT-UNQ), entre otros.
"Se relevó información en Argentina y en América latina para ver cuáles eran las mejores estrategias para aplicar acá. Surge para trabajar en la región del Chaco y a partir de este año hemos nacionalizado lo que estamos haciendo", explica Nicolás Avellaneda, coordinador del área del recursos naturales de Fundación Plurales y coordinador del Programa SedCero.
En La Candelaria empezaron a trabajar en el 2015. Desde la Fundación Plurales ya conocían a la comunidad por otros proyectos de fortalecimiento de grupos de mujeres y productores. "La problemática del agua había surgido como una necesidad prioritaria. El no tener agua para esas familias implica no poder producir normalmente, tiene impactos en la salud y sobretodo, actúa negativamente sobre las mujeres y niños que son los encargados de recorrer largas distancias en buscar de agua", agrega Avellaneda.
A los González ahora no les falta nunca el agua. "El problema más serio que tenemos siempre ha sido el agua. Para nosotros es una bendición de Dios tener ahora donde cosechar agua", señala. Los días de lluvia la cisterna se carga sola y en la época de sequía, desde la comisión municipal la llenan con agua del río.
"Recibimos una capacitación para saber cómo clorar el agua cuando la sacamos del río. Tenemos unos reactivos para testear, según el color, si está bien para el consumo humano. Ahí vemos si es necesario aumentarle la dosis", explica Orlando.
"Es lindo poder bañarse todas las veces que querramos", confiesa Fátima para corporizar el gran impacto de esta nueva adquisición. Para hacerlo, sacan agua de la cisterna y la ponen en un fuentón. Cuando hace mucho frío, la calientan en el fuego. Ella cobra la AUH por sus dos hijos, está embarazada y hoy está de visita en la casa de sus padres. Desde que se casó, vive a 15 kilómetros en un paraje de cuatro casas en el que solo puede consumir agua de pozo con altos niveles de arsénico. "No pasa ningún canal cerca. Solo cuando llueve tiene agua la represa. Los pozos son de poca profundidad y las primeras napas están contaminadas", dice con preocupación.
Los animales, la otra demanda
Sus hijos están acostumbrados a ayudar con las tareas del hogar. Federico y Agustín van a buscar el caballo que está en el monte para darle de tomar agua que sacan de un canal del río en el que tienen una represa. "A ellos es a los que más les hace falta", dice Orlando, quien trabaja haciendo carbón y postes, para poder mantener a toda su familia. Su mujer, cobra la pensión por madre de 7 hijos.
En su casa hoy viven algunos de sus hijos, alguno de sus nietos, su yerno y su nuera.
"Cuando estamos todos somos quince", cuenta para dar una dimensión de la cantidad de bocas a alimentar.
Hoy, gracias a un sistema fácil de bombeo, cualquiera de sus hijos puede cargar un balde de agua para tomar, para cocinar, lavar los platos o bañarse.
A Orlando la vida le dio muchos golpes. En diciembre le entró una gota de pegamento de cemento en el ojo izquierdo y perdió la vista, uno de sus hijos que estaba estudiando Ciencias de la Educación en Añatuya se suicidó y su mujer se está tratando por un cáncer de ovario. "La vida acá es muy sacrificada porque muchos no cuentan con trabajos permanentes. Yo hago algunas changas para poder ayudar y poder subsistir", cuenta.
Sobre el futuro de sus hijos, Orlando es tajante: "Me gustaría que llegasen a ser algo y que no sufran lo que hemos sufrido nosotros en nuestra vida por falta de educación, salud y agua. Que ellos lo pasen mejor".
Cómo es el proceso de construcción
En la sede de la Asociación Civil de Pequeños Productores de La Candelaria hay mucho movimiento. Mientras algunos socios cargan arena en un camión, otros arman rollos de alambre y los demás cargan bolsas de cal. Todos estos son los materiales que están repartiendo en las casas en las que se van a empezar a construir las cisternas para poder tener agua.
Para poder llevar adelante sus acciones, desde SedCero articulan con las organizaciones de base del lugar que son las que conocen realmente el territorio. En este caso fueron organizaciones campesinas, y también se sumó el aporte técnico del INTA y de la Secretaría de Agricultura Familiar.
"Con ellos se arma el listado de las familias que necesitan cisternas y siempre priorizamos las que están en peor situación. Estas son las que viven más lejos del cauce del río o que no tienen ningún módulo de agua. Nosotros ponemos la capacitación, los recursos y gestionamos la logística pero las familias son las que se hacen cargo del cuidado del proceso y de la construcción", cuenta explica Nicolás Avellaneda, coordinador del área del recursos naturales de Fundación Plurales y coordinador del Programa Sedcero.
Erén Santos Inés, el presidente de esta entidad, fue el primer beneficiario de este programa. En el 2013, la Fundación Plurales se acercó al lugar con esta propuesta, y empezaron con 11 cisternas. Después llegaron las demás.
"Se nota un cambio porque nosotros no sabíamos en qué tener el agua. Yo estoy a un kilómetro y medio del río y había que ir a buscar el agua en zorra o en bicicleta.
Ahora cambió todo. Nos dura mucho el agua", explica.
Ya son 105 las cisternas construidas y quieren ir por más. "Hay unos cuantos que quieren seguir entrando y están armando su grupo para poder entrar en la organización. Acá todos necesitamos la cisterna porque es muy cara para nosotros. Hoy me sentí muy contento y emocionado porque me enteré que vamos a poder construirle a otros 36 socios", agrega.
Los socios se juntan en grupos de a siete, en los que cada uno ayuda a los demás a construir su cisterna. Los socios que ya aprendieron a hacerlas, capacitan a los demás. El proceso de construcción dura tres días.
"Ahora lo que nos falta es la luz eléctrica", dice Erén con un gesto pícaro.
La plataforma del agua
La Plataforma del Agua impulsada por SerCero es una herramienta virtual creada entre actores del sector público y privado, interesados en generar una herramienta innovadora para entender el escenario sobre acceso y saneamiento argentino. Brinda datos e indicadores estadísticos, presenta estudios sobre las políticas y normativas provinciales de agua, modelos de gestión social del agua, y mapeo de tecnologías disponibles.
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