Crecer de golpe
Silencios, gritos, ausencias, soledad, duelos, heridas, idas y vueltas y una insalvable sensación de desamparo… Baldazos de sentimientos tan extremos que duelen a la vez que adormecen, para que la vida no sea tan pesada. Son niños atrapados en mundos de grandes monstruos, de los que tienen que ser arrancados para recuperar sus sonrisas más dignas.
Según el informe Situación de niños, niñas y adolescentes sin cuidados parentales en la República Argentina, elaborado por Unicef y la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia en 2012 son cerca de 14.675 los niños de 0 a 18 años que se encuentran, por distintas circunstancias (abuso, maltrato, abandono, negligencia), separados de sus propias familias, y viven en instituciones y hogares de menores, esperando un futuro mejor.
Algunos –después de un trabajo articulado entre diferentes actores– consiguen revincularse con algún familiar o referente y, otros tantos, son adoptados. Pero ¿qué pasa con los destinos de los jóvenes que no consiguen un cuidado parental y cumplen 18 años en los hogares? Según el mismo informe la mayoría de edad es la segunda causa de egreso de los hogares a nivel país. ¿Cómo siguen adelante estas almas que vieron su infancia interrumpida y son, de golpe, forzadas a ser adultos y hacerse cargo de sus vidas sin ningún acompañamiento?
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Rocío Melgarejo aparece con aire despreocupado. Estaba limpiando la cocina cuando la llamaron para preguntarle si quería dar su testimonio. Se entusiasma. Tiene 19 años y es la mayor de los 25 chicos que viven en el Hogar Juanito, en el barrio de Belgrano, en ciudad de Buenos Aires. Sabe que está en tiempo de descuento y eso le pesa. "Mi objetivo es terminar el secundario. Estoy por empezar el tercer año de un secundario para adultos, que es el último. Me da miedo dar el paso de empezar a trabajar porque siempre estuve acompañada acá y me tengo que empezar a valer por mí misma. Quiero estudiar psicología porque estuve mucho con psicólogos y me parece que está bueno ayudar a los demás", dice esta joven que llegó por primera vez al hogar con tan sólo 2 años, acompañada por 3 hermanos. Luego de estar 11 años en adopción, volvió al hogar hace 3 años y hoy piensa en su egreso.
"Cuando estaba por cumplir 18 tenía miedo de que me echaran del hogar. A mí me gustaría irme con algunas chicas de acá porque es muy difícil irme sola. Es un proceso en el que hay que irse despegando de a poco. En un año y medio creo que puedo egresar, cuando ya haya terminado el secundario. Me da miedo ser responsable y tener que hacerme cargo de las cosas", afirma una Rocío que si bien de a poco va superando muchos desafíos, todavía necesita de un acompañamiento para sentirse lo suficientemente fuerte y preparada para el afuera.
"Por ley todos los chicos se van del sistema a los 18 años. Hay hogares que deciden seguir bancando ellos a los pibes. Pero ¿cómo salen del hogar? Sin ningún acompañamiento específico por parte del Estado. En general, son chicos que vienen de contextos sociales bajos, que tienen rezago a nivel educativo (en general no terminaron la secundaria a los 18 años), que pasaron por situaciones emocionales complejas y a los que se les dificulta conseguir un trabajo. Es por eso que se necesita un programa postegreso de por lo menos dos años que incluya apoyo económico, acompañamiento y que contemple que este chico no puede resolver todas las cuestiones que se le piden solo. No hay legislación que proteja a este colectivo. Por lo cual no hay presupuesto, ni políticas, ni recurso humano capacitado disponible", explica Mariana Incarnato, directora ejecutiva de Doncel – entidad que tiene como misión contribuir al fortalecimiento de jóvenes en transición del sistema de protección hacia la autonomía– y fellow de Ashoka. Haciendo evidente el bache hacia la transición a una vida adulta de estos jóvenes, el informe de Unicef señala que de la población de adolescentes institucionalizados, el 28% egresa por haber llegado a la mayoría de edad, pero sólo un 8% egresa con un proyecto de vida autónoma, y el otro 20% sin haber podido lograr un proyecto de vida propio.
"Todos los esfuerzos y dinero por parte del Estado están puestos en la niñez y no en su independencia, muchas veces exponiéndolos a caer en las mismas situaciones que los llevaron al sistema de protección. Lo que hace falta es una ley nacional que sea bajada en cada provincia, que específicamente genere política pública para extender el apoyo a los niños que crecieron bajo el sistema de protección en esta etapa crucial", afirma Alejandra Perinetti, directora nacional de Aldeas Infantiles S.O.S.
En la ciudad de Buenos Aires, los funcionarios son conscientes de la brecha existente entre el pasaje de los programas de niñez a los de juventud, a la vez que intentan llevar adelante un abordaje lo más integral posible: "En la ciudad de Buenos Aires intervienen en temas de niñez muchos organismos que quedan sin capacidad de intervención cuando cumplen 18 años. Se pasa de una multiplicidad –quizá demasiados– de actores y organismos a unos pocos. Capaz lo que hay que aceitar es la desvinculación de estos chicos de las instituciones", reconoce Pilar Molina, directora general de Niñez y Adolescencia del Ministerio de Desarrollo Social porteño.
Por su parte, Guadalupe Tagliaferri, presidenta del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la ciudad de Buenos Aires, sostiene que "lo ideal sería que no llegue ningún chico a los 18 años egresado de un hogar. Esto es el principal desafío como sociedad y como Estado" (ver recuadro).
Si bien todos los especialistas consultados sostienen que falta mucho por hacer para restituir los derechos básicos de estos jóvenes más vulnerables, también coinciden en que se ha avanzado en la visibilidad de la problemática, en su inclusión en la agenda y en la formulación de programas específicos.
"La situación general de las chicas está mejor. Las posibilidades de incluirlas son grandes si conocés los programas que existen, pero el acompañamiento tiene que ser permanente. Algunas entran sin DNI, con retraso madurativo o con cuestiones médicas no tratadas. Una falencia muy grave que existe hoy es la atención psicológica externa. En temas vinculados con la salud mental para niños y adolescentes haría falta un programa que institucionalice esta atención porque no es una cuestión menor en chicas que vienen con historias de vida traumáticas", explica Graciela Gilona, directora de Mensajeros de la Paz.
Cuando en 2009 por ley se modificó la mayoría de edad de los 21 a los 18 años, también se redujo el tiempo de preparación de los jóvenes en hogares para poder tener un proyecto de vida independiente. "Yo creo que es una macana que un chico a los 18 años sea mayor de edad porque la situación por la cual tiene que pasar a un hogar es porque tuvo una infancia complicada y eso retrasa todos sus proyectos. Tuvimos jóvenes hasta los 21 años, pero lo importante es que el chico se vaya cuando está preparado, como pasa en cualquier otra familia", dice Mónica Basualdo, directora general del Hogar Juanito.
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"Se única y verdadera" dice una frase escrita a mano en la mesa del comedor del hogar para adolescentes Rucamalén, de Mensajeros de la Paz, ubicado en Longchamps. Ahí, 10 chicas de 15 a 17 años toman mate, mientras hacen pulseras y se pintan las uñas.
Abigail Elezua –tez morena que honra sus orígenes africanos, mirada dulce y sonrisa franca– llegó al hogar hace un año, sin tener ningún documento ni hablar una palabra de español.
Oriunda de Nigeria, a los 17 años, su madre creyó que un futuro mejor la podía abrazar en una Argentina que le permitiera estudiar y poder elegir con quién formar una familia. Por eso, decidió mandarla a estas tierras en las que ya vivía su hermano.
"Mi papá está casado con dos mujeres y en total éramos un grupo familiar de 14 personas. Tuve problemas con mi papá y me vine a vivir con mi tío acá", dice Abigail, sentada en el jardín de este hogar.
Como la relación con su tío no funcionó, tuvo que intervenir la Comisión de Ayuda a Refugiados, en donde le preguntaron si quería vivir sola o junto a otras mujeres, y eligió la última opción. Así fue como con mucho miedo llegó al hogar.
"Yo había terminado el secundario en Nigeria pero no contaba con documentación que lo acreditara. Me anotaron en una escuela para adultos y en 3 meses aprobé la primaria. Era más que nada para que aprendiera el idioma. Pude rendir las equivalencias de la secundaria y aprobé", cuenta esta joven que se entusiasma con poder cumplir su sueño: ser médica.
Este mes, arranca la carrera de medicina en la Universidad de La Plata, a donde irá a vivir a un albergue universitario, en donde también vive una egresada del hogar. "Siento que desde la medicina puedo ayudar a las personas. Me da un poco de miedo irme porque acá si no entendemos algo o pasa cualquier cosa acudimos a las tías (así llaman cariñosamente a las coordinadoras del hogar). Acá te levantan para ir al colegio, te llevan al médico, se ocupan de la comida. Ahora tengo que empezar a manejarme sola, pero creo que lo voy a poder hacer", cuenta Abigail, ejemplo de fuerza de voluntad y resiliencia.
En general, los dos problemas centrales a la hora de encarar el egreso de cualquier adolescente son la vivienda y el trabajo. Los requisitos de garantía y tres meses de adelanto para poder alquilar son casi prohibitivos para ellos. Cuando hoy en día la edad en la que los jóvenes dejan sus hogares familiares se va extendiendo cada vez más hacia los 30 años, los chicos que viven en instituciones tienen –con mucha menos edad, red de contención y apoyo económico– que enfrentarse al desafío de generar solos los recursos para poder sostener una vivienda y una vida independiente, justo en la etapa en la que están terminando de delinear su identidad.
"Hay muchos programas que sostienen a las chicas un tiempo que consisten en subsidios pero lo que ellos necesitan es un trabajo real. La vivienda es la pata flaca de la asistencia en general", resume Gilona.
Cada joven es un desafío en sí mismo, una mezcla inestable de historia, proyectos, capacidades y debilidades que hay que ayudar a moldear. Algunos están más armados para despegar a tiempo y otros no tanto. Unos consiguen irse a vivir solos, otros con hermanos o amigos, también con familiares o referentes externos o con parejas.
"El sistema de cuidados alternativos tiene que entender que la preparación para la autonomía y la vida adulta de estos chicos es un derecho mientras se está bajo protección estatal. Muchas de las dificultades de estos chicos son de orden subjetivo como un gran sentimiento de abandono, la falta abrupta de referentes del hogar que dejan de estar ahí para cuidarlos y las dificultades para enfrentar solo los problemas de la vida cotidiana. Es el Estado el que toma la responsabilidad parental de estos chicos que no se agota cuando tienen 18 años y un día", dice Incarnato. La falta de datos a nivel nacional de cómo van forjando su futuro estos jóvenes, da muestra de lo que todavía falta mejorar para poder acompañarlos como realmente necesitan.
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Tatiana todavía no tiene su futuro resuelto y eso le preocupa. Y mucho. Tiene 21 años, hace dos que egresó del Hogar María Rosario de San Nicolás – al que había ingresado por problemas familiares – , está sin trabajo y se tiene que mudar.Piensa irse a vivir con su hermana, hasta encontrar algo mejor. Mientras tanto, busca trabajo en tareas administrativas o gastronómicas. "Cuesta un poco conseguir un trabajo siendo tan chica. En mi CV no digo que vivía en un hogar porque sino piensan que sos una delincuente o drogadicta. Piden gente joven, con experiencia y con un título. Es muy difícil tener un trabajo que te permita vivir de manera independiente y poder seguir estudiando. Los trabajos que conseguís son informales y en muchos te explotan", se queja Tatiana, quien entró por primera vez al hogar a los 15 años, junto a su hermana de 17. Egresaron porque tenían que viajar a Brasil a ver a su familia y después volvió a los 17 para volver a egresar a los 19.
"En el hogar yo ya me ocupaba de todas mis cosas, así que en ese sentido el egreso no fue muy difícil para mí. Sí es cierto que el egreso fue menos acompañado de lo que esperaba y de eso aprendí a rebuscármelas sola. Hoy tengo miedo en lo económico porque no tengo a nadie que me ayude. Miedo de si voy a llegar a fin de mes, si voy a poder tener un hogar, trabajar y estudiar al mismo tiempo", cuenta esta joven que terminó la secundaria a los 18 años y está haciendo el CBC para Trabajo Social. Actualmente recibe la beca del programa porteño Mi Lugar, a la vez que el acompañamiento de una tutora. "Me ayudó con mi CV y es la persona a la que consulto sobre mi futuro. Es muy difícil poder acomodarse económicamente al principio", agrega Tatiana, quien perdió a su padre a los 9 años y vino desde Brasil a vivir a la Argentina con su familia cuando era un bebe.
Desde el año pasado participa de la Guía Egreso de acompañamiento entre pares de la organización Doncel, que consiste en ir a diferentes hogares a dar testimonio a otros chicos que están por egresar para ayudarlos en este transcurso. "Los chicos nos escuchan más, nos cuentan cosas que nosotros ya vivimos y reciben lo que les decimos porque pasamos por lo mismo. Veo chicos que cayeron ahí contra su voluntad, los veo como víctimas. Todos nosotros fuimos víctimas de la vida en su momento pero también es una oportunidad de tener una vida diferente", agrega Tatiana.
Su sueño es poder vivir sola, tener un buen trabajo y recibirse de trabajadora social. "Me llevo muy buenos recuerdos del hogar, fue una buena experiencia, conocí mucha gente, aprendí mucho de compañerismo y amor. Me llevé una familia que elegí", resume con ganas de ser protagonista de su propia vida.
Desde los hogares, agotan todos sus esfuerzos para que los chicos puedan ir descubriendo sus potencialidades e intereses, ganando independencia en su quehacer cotidiano, darles la posibilidad de que participen de cursos y prácticas profesionales. Pero principalmente, se enfocan en fortalecer esa confianza, esa autoestima y ese "yo valgo" que les fue pistoteado desde pequeños.
"Las trabas más fuertes para ellos son las emocionales, el saberse merecedores de un lugar en el mundo. Son chicos que necesitan una contención cuerpo a cuerpo. Lo cierto es que cuesta mucho que un chico egrese de un hogar, no sólo por lo habitacional sino por la red de contención. El afuera es muy hostil para estos chicos", cuenta Lorena Naveira, Coordinadora de Departamento de Aprendizaje de la Fundación Juanito.
Es que el desafío es armar un traje a la medida de cada chico. Cuando lo emocional está en juego, no existen recetas. Hay que escuchar, abrazar, empatizar, entender y estar a disposición.
"Hay casos en los que les cuesta muchísimo el egreso. El tiempo diluye el centro de vida emocional y el tener que dejar a quien cuidó de ellas tanto tiempo lleva a la elaboración de un duelo. Empiezan a trabajar lazos fuera de la institución y sus referentes para poder hacer un egreso", dice Gilona.
Todos los cañones de las organizaciones sociales apuntan fuerte al estudio y al trabajo. "Lo principal es que terminen el secundario porque lo que queremos es que se inserten en el sistema y esa es la principal traba. Lo más difícil para ellos es atravesar su adolescencia mientras estudian y se inician en el trabajo. Nosotros tenemos convenios con Starbucks y el Centro Rossi para darles oportunidades laborales a nuestros chicos de más de 18 años cuando todavía están estudiando el secundario. Pero necesitamos que más empresas se comprometan en darle oportunidades a estos chicos", expresa Basualdo.
Desde Aldeas Infantiles S.O.S. explican que cuando los chicos cumplen 18 años doblegan sus esfuerzos. A ellos está dirigido el Programa de Vivienda Asistida que comienza en función de la edad de maduración de cada chico y dura 24 meses. "Las condiciones son haber terminado el secundario, rendir los gastos del dinero otorgado y que estén en una búsqueda laboral. Hacemos un acompañamiento hasta que consigan el autovalimiento. Algunos lo logran a más temprana edad y otros no. Tenemos chicos que hoy son abogados, veterinarios o maestras jardineras. También hay otros a los que les ha costado más y los seguimos acompañando", explica Perinetti.
Este acompañamiento hacia la independencia, puede ser con apoyo económico total para los que quieren seguir estudiando una carrera y no tienen trabajo (aunque intentan que consigan un trabajo), un apoyo económico compartido para los que están trabajando y otros a los que apoyan con algún tratamiento médico o psicológico especializado o cubren los costos de un curso. "También tenemos un servicio de ayuda al independizado al que acuden los chicos cuando tienen algún inconveniente particular. Lo que tratamos es que siempre tengan un estudio más allá del secundario. Puede ser terciario, un oficio o una carrera técnica", cuenta Perinetti, representante de una entidad que ya logró tener 470 independizados en todo el país.
Alejandro Arrieta abre la puerta de su casa, en Ramos Mejía y se encuentra limpiando los platos del día anterior. "El resto de los chicos no está casi nunca. Yo me levanto, paso el trapo, baldeo. Nos turnamos para hacer las compras y cocinar", dice este joven de 22 años, que comparte una pequeña casa junto a otros 4 chicos que pasaron por el mismo hogar que él: La Casona de Barriletes.
Una cocina, una mesa con 3 sillas, una habitación bastante desordenada con cuchetas y colchones y un pequeño baño, son el mientras tanto de un Alejandro que hace un mes vive en este lugar, que no siente propio. "Yo egresé del hogar y me fui a alquilar una pieza solo. Pero tuve problemas con la dueña y me fui. Ahora estoy acá. Pero me gustaría irme a vivir solo", explica Alejandro, portador de una historia de la que prefiere mucho no hablar.
Con 13 años, se quedó solo junto a sus tres hermanos, porque su madre decidió irse con una nueva pareja. A los 16 años, después de algunos conflictos con la ley y haber pasado por diferentes institutos y residencias, ingresó en La Casona de Barriletes, ubicada en Liniers, provincia de Buenos Aires. "Los primeros días me costó pero después me fui acostumbrando. En cada lugar que estuve por suerte siempre me quisieron mucho. Pasé unos meses por el departamento del hogar y después egresé", agrega Alejandro, a quien desde el hogar ayudaron a conseguir primero un trabajo en una droguería y otro en el Zoológico de Buenos Aires.
"Estoy en la parte de jardinería y limpieza. Me encantan los animales. La mayor parte del tiempo estoy limpiando los baños. Tengo la esperanza que me contraten para trabajar toda la semana. Por ahora sólo lo hago los fines de semana y feriados. El resto de la semana no hago nada. Debería ponerme las pilas para conseguir algo", dice Alejandro, quien abandonó los estudios ni bien dejó el hogar: hizo hasta 3er año pero debe materias de 2do. Actualmente cobra $2500, en blanco y tiene obra social. "Pago el alquiler y ya me quedo sin plata", se queja sin demasiadas expectativas de mejora.
En la pared del comedor – una mesa, tres sillas y un televisor viejo – una lámina con una frase de El Principito resume el enorme desafío al que se enfrentan estos jóvenes. "Me pregunto si las estrellas están encendidas a fin de que cada uno pueda encontrar la suya algún día".
28%
Egresan por ?mayoría de edad
El 54% consigue una revinculación familiar, el 7% sale en adopción, el 7% abandona el programa y existe un 4% para otros motivos de egreso.?De este 28% de jóvenes que egresa a los 18 años, sólo el 8% lo hace con un proyecto de vida autónoma, y el otro 20% sin haber podido lograrlo.
14.675
Chicos viven ?en instituciones
Casi la mitad (49%) reside en Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La mayoría de la población son adolescentes (45%) mientras que el 29% tiene entre 6 y 12 años, y el 26% son niños y niñas de entre 0 y 5 años.
Legislación en favor de los niños
Ley 26.061
De Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes: reconoce al niño como sujeto de derechos, avanza en un concepto de familia más amplio que el nuclear, y reconoce derechos y la aplicación de garantías mínimas sustanciales en los procesos en los cuales el niño sea parte, hasta los 18 años de edad. Dio cumplimiento a los compromisos internacionales en materia de infancia y adecuó la legislación interna a los postulados de la Convención sobre los Derechos del Niño.
Convención sobre los Derechos del Niño
Es el tratado internacional de las Naciones Unidas que enfatiza que los niños tienen los mismos derechos que los adultos, y subraya derechos esenciales a tener una familia, a la educación, a la salud, a ser escuchado y a su identidad, entre otros.
Cómo colaborar
Doncel
www.doncel.org.ar
Fundación Juanito
www.fundacionjuanito.org.ar
Aldeas Infantiles S.O.S.
www.aldeasinfantiles.org.ar
Mensajeros de la Paz
www.mensajerosdelapaz.org.ar
Hogar María del Rosario de San Nicolás
www.hogarmrsannicolas.org.ar
LO QUE TENES QUE SABER
Guía E
La Guía Egreso es el primer portal argentino de jóvenes que egresan de instituciones. Se trata de un programa de acompañamiento entre pares virtual y presencial realizado íntegramente por jóvenes que vivieron en instituciones de cuidado.
www.guiaegreso.com.ar
Departamento
La Casona de Barrilletes –hogar en el que viven 23 niños y adolescentes– posee un departamento al que los jóvenes pueden acceder previo a su egreso. Allí, un máximo de 3, viven solos, se encargan de todas las tareas de la casa y de los gastos (menos el alquiler que paga el hogar) y se reúnen una vez por semana con un coordinador para tener un seguimiento. El único requisito es tener trabajo y estar en proceso de autovalimiento. Es una medida más de sostén para los chicos que hace muchos años están institucionalizados, con muy buenos resultados.
www.lacasona.org.ar
Garantías: firmá la petición
Una de las principales dificultades de los jóvenes a la hora de egresar es poder conseguir una vivienda en alquiler. Por eso, podés colaborar con ellos firmando la petición de Doncel a través de Change.org para conseguir que el Banco Ciudad otorgue garantías gratuitas a chicos que estuvieron institucionalizados. ¡Sumá tu apoyo!
www.change.org