Depresión en adolescentes: la importancia de detectarla a tiempo
"Los padres no estamos preparados para detectar los signos de la depresión en los adolescentes; por un lado, porque no los muestran demasiado; y, por el otro, porque los síntomas que sí manifiestan, en general, son parecidos a las características propias de esa etapa: aislamiento, irritabilidad, entre otros". Así resume Nora Fontana, psicóloga especializada en vínculos interpersonales, tanatología y duelo, las grandes dificultades que se suelen presentar a la hora de identificar las señales de alarma en esta etapa bisagra de la vida.
"Al padre o a la madre muchas veces no se le pasa por la cabeza que su hijo o hija puede estar viviendo o entrando en una depresión, y eso es lo grave. Por eso, tienen que estar advertidos y mirar mucho a los chicos", sostiene la psicóloga, que integra la fundación Encuentro entre Padres
"En el adolescente se da un proceso muy exigente: tiene que dar respuesta a lo que va a ‘ser’ y a ‘hacer’ –describe Fontana–. Hay todo un planteamiento existencial y además orgánicamente pasan un montón de cosas a nivel hormonal que pueden despertar en él o ella una depresión grave".
Para Malena (18), dar con la terapia adecuada fue el primer paso para comenzar su recuperación. Cuando tenía 13 años, su papá falleció "de un día para el otro". "Era febrero. Me fui de viaje con una amiga a la costa y llamó mi mamá para decir que mi papá estaba internado, que me iban a ir a buscar unos amigos de ella. Cuando llegué, me contó que había tenido un paro: no pudieron hacer nada", recuerda esta hija única que era muy "compañera" de su papá.
Al mes, la adolescente cumplía años. "Fue todo muy fuerte. Además, empecé segundo año en la escuela y mis amigas se fueron alejando. Me empecé a sentir muy sola, no tenía ganas de nada", detalla. Malena ya sufría de migrañas crónicas y se le dispararon. Durante tres meses, no salió de la cama, casi no comía y adelgazó diez kilos. "Tuve que dejar la escuela, no me sentía acompañada", cuenta.
Tras pasar por una terapia que no le gustó, dio con su psiquiatra actual. "El tratamiento consistió en psicoanálisis y medicación, pero realmente creo que lo que me ayudó fue lo que hacíamos en terapia: escucharme a mí misma", dice.
Actualmente, la joven está terminando el secundario y está llena de proyectos. "Antes no me veía a futuro: hoy tengo planes para adelante y eso me pone muy feliz. Se puede salir. Se necesita encontrar una terapia que te guste y que sientas que te sirve", dice.
Ricardo Rodulfo es doctor en psicología, profesor de la UBA y autor de varios libros sobre niñez y adolescencia, entre ellos Padres e hijos. Para él, "a veces la depresión avanza porque nadie la nota ni se hace cargo de ella".
En esa línea, según Fontana, es muy importante que los padres "estén empoderados y se animen a comunicarse con sus hijos". "Por más que los chicos les pongan mala cara o hagan de cuenta que no los escuchan, deben acercarse, hacerles preguntas y contarles que a ellos también en la pubertad o en la adolescencia les pasaron un montón de cosas difíciles", apunta.
Y agrega: "Hay que estar atento y tener fuerza personal para llevarlos al médico clínico o al psiquiatra, aunque se nieguen, porque hay una diferencia enorme entre hacerlo o no".
Aquellos chicos que no disfrutan de nada, que están siempre descontentos, que usan reiteradamente frases como "todo me sale mal", pueden estar manifestando, según Rodulfo, una depresión. "Es lo que en psicoanálisis se conoce como ‘equivalentes depresivos’: por ejemplo, hay niños o jóvenes cuya depresión aparece bajo la forma de aburrimiento, lo que crea una sensación de vacío, una pasividad, una imposibilidad de hacer cosas o de interesarse en algo. Se sienten fuera de todo y no tiene ganas de nada", señala.
Adriana Ingratta, jefa de Servicio de Salud Mental del hospital Elizalde, subraya que es importante detectar la depresión a tiempo para disminuir el sufrimiento: "Más allá de que el 80% de los episodios de depresión en la infancia se resuelven, estos pueden repetirse en la adolescencia y entre los riesgos más frecuentes están el del suicido y el de caer en las adicciones, como formas de escape al sufrimiento".
"Otro de los problemas es que los adolescentes están superpermeables a las características de la época", explica Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas.
La especialista detalla que cuando se habla de depresión durante la primera o segunda infancia, el foco está puesto en el núcleo familiar. Pero cuando se trata de púberes, ya intervienen desde los grupos de pares hasta las redes sociales y la representación simbólica que tenemos como sociedad de la adolescencia, como una etapa donde "vale todo". "Esto hace que se inviabilicen un montón de cosas: pero detrás de las conductas de riesgo de los jóvenes, por ejemplo, puede haber expresiones de no poder consigo mismos", concluye Ongini.
Algunos de los síntomas
•Tristeza, variabilidad, irritabilidad, mal humor constante, ira
•Retraimiento o conductas en exceso (abuso de alcohol y sustancias)
•Quejas somáticas, cansancio permanente, aburrimiento, falta de proyección a futuro
•Menos pensamiento abstracto, indecisión
•Preocupación por imagen corporal
•Baja autoestima, autodesprecio, sentimiento de inadecuación
•Cambios en la forma de relacionarse con pares
•Pérdida de apetito, trastornos de la conducta alimentaria, comer en exceso, obesidad
•Alteraciones del sueño
•Autolesiones, ideas, planes e intentos de suicidio
Más información
•Fundación Encuentro entre Padres
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