Una diseñadora descubrió un antepasado patriótico y ahora revive el escudo nacional en piezas que enamoran a turistas y locales
La creativa Paula Vieytes es hija del sobrino chozno de Hipólito Vieytes, el secretario de la Asamblea de 1813 nacido en San Antonio de Areco e impulsor de un símbolo patrio
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El cuero y la tradición argentinos. La precisión y el saber hacer japonés. Paula Vieytes lleva en su adn parte de la historia que marcó a fuego la Revolución de Mayo. También la cultura del haiku y el origami que se mantienen intactos en Buenos Aires, la ciudad que recibió en 1931 a Tsuneyasu Kishimoto y a Kyo Oyakawa, los abuelos de la diseñadora que estampa en sus bolsos el apellido patriótico junto al escudo nacional.
Su tatara bisabuelo fue Hipólito Vieytes. “Sí, el de la jabonería de Vieytes, el de las velas de cebo. Y muchísimo más”, subraya Paula entre retazos de cueros, lonas y pelos de vaca, los materiales que utiliza para el armado de sus bolsos XXL. Aún revive parte de la emoción que atravesaba de chiquita, cuando en la escuela repasaban los hitos de la Revolución de Mayo.
Su apellido, entonces, se teñía de celeste y blanco. Y su pariente lejanísimo renacía en figuritas, manuales de historia, láminas y actos escolares. Hipólito Vieytes, hermano de su tatarabuelo Sixto Vieytes, jugó un papel clave en la Asamblea del Año XIII, fue gobernador de Buenos Aires, periodista y político destacado.
Paula rescata de su propio prócer un gesto, un dato que impulsó su emprendimiento llamado Vieytes Bolsos (@vieytes_bolsos): “Hipólito acuñó en el escudo existente la frase Provincias Unidas del Río de la Plata. A partir de esta investigación familiar, que se transmite de generación en generación, descubrí mi fascinación por los emblemas argentinos”. Así dio con el escudo de la Confederación Argentina, su favorito de una serie de insignias nacionales donde no faltan banderas, manos estrechadas, el sol naciente, el gorro frigio y las ramas de laureles, símbolo de victoria y de gloria.
El escudo que identifica a los bolsos corresponde a la Confederación de Provincias Argentinas que existió entre 1831 y 1861, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. De allí la cantidad de banderas plasmadas en su diseño. “Me gustó este más que otros porque los laureles son muy etéreos”, apunta Vieytes, que trabaja los productos a mano.
Paula Vieytes se asomó al diseño en ferias internacionales, en Londres y Milán, hace más de 10 años
En cuero de vaqueta, que con el tiempo muta su color original a un óxido muy particular, y en lona cruda, Paula estampa en chablon (bastidor) el bolso-escudo que aman los turistas. Desde el Hotel Faena al Museo Malba, pasando por el Museo Draghi de San Antonio de Areco y hoteles de Bariloche, los accesorios recorren de punta a punta la Argentina cargando en sus tiras buena parte de su historia.
El otro 50% de su código genético también resulta muy interesante. Apenas bajó del barco, su abuelo Tsuneyasu Kishimoto probó el café con leche con medialunas en el Hotel de los Inmigrantes. Desde entonces el ingeniero agrónomo japonés se enamoró de Buenos Aires. Tanto que le escribió una carta a su novia contándole que había llegado a una tierra de oportunidades.
“Desarrollaron la vida que casi todos los japoneses llevan en la ciudad. Se hicieron muchos amigos y pusieron una tintorería con los créditos tanomoshi, un sistema de recaudación de dinero para emprendimientos. La tintorería era muy simple para alguien que no conocía el idioma y que solo tenía que recibir y entregar una prenda”, señala.
La impronta histórica, bien fresca, cuenta con datos precisos: su papá Norman (Coco) Vieytes, de 84 años, está recopilando parte del GPS familiar con la intención de escribir un libro sobre los inmigrantes japoneses y el entramado criollo. El título tentativo es “Historia de amaneceres y distancias entre Japón y Buenos Aires”.
“Toda su vida trabajó con japoneses y se sintió muy cómodo”, dice del profesor de Historia que conoció a su mamá en los pasillos de la facultad, en La Plata. “Anatawa kirei desu”, le dijo apenas la vio, deslumbrado por su belleza. La frase en japonés que quiere decir “Usted es muy linda” la había leído en la revista Selecciones. Y supo que en algún momento la vida lo cruzaría con la mujer indicada para pronunciarla.
Paula también vivió su propia experiencia de trabajo con descendientes de japoneses cuando, en plena pandemia, recurrió a un taller de costura para la producción de los bolsos. “Fue un placer, súper responsables. Martes era martes, cuatro bolsos eran cuatro bolsos. Pero la tallerista era analista de sistemas y volvió a trabajar en lo suyo”, lamenta la diseñadora.
El emprendimiento ya cosechó tres premios del Sello Buen Diseño, el programa que distingue productos argentinos que se destacan por su calidad, innovación, la apuesta a la producción local y su posicionamiento en el mercado. La herramienta que celebra la incorporación del diseño como factor estratégico entregó la mención a las líneas Escudo, Ine (bandoleras y sobres con manija) y 1810 (bolsos de cuero y pelo de vaca forrados).
Cosechó tres premios del Sello Buen Diseño, el programa que distingue productos argentinos que se destacan por su calidad, innovación, la apuesta a la producción local y su posicionamiento en el mercado
Fanática del espacio de guardado, Paula concibe sus bolsos como grandes contenedores de objetos personales que se trasladan durante un viaje. A Japón todavía no fue, pero sabe perfectamente qué guardaría: campera impermeable de plumas, documentos, algo de ropa, libro y dispositivos. Su obsesión por la organización de elementos ahora la lleva a diseñar un chaleco, también con pelo y cuero de vaca. “Y muchos bolsillos y cierres, bien prácticos. Soy minuciosa con las necesidades, ese es mi punto de partida para el diseño. Hace tiempo que investigo la posibilidad de estampar el pelo, es una exploración en proceso”, dice.
Buena parte de esa compulsión por el detalle la heredó de los pliegues perfectos que aplicaba su mamá en las piezas de origami. Pero también de su abuelo Juan Vieytes, aficionado a los adelantos tecnológicos y experto en relojería. Y de su abuela, Luisa Rosende, artista del tejido y gran guitarrista criolla. “Me enseñó a soldar pequeñas piezas y aún hoy atesoro sus herramientas, pinzas diminutas, lupas gigantes, engranajes y cajitas con divisiones llenas de manecillas y componentes”.
Paula Vieytes se asomó al diseño en ferias internacionales, en Londres y Milán, hace más de 10 años. Allí exponía junto a otra diseñadora una línea de percheros y dispositivos simples y prácticos para ordenar prendas en espacios reducidos. “Para destacar las cualidades diseñé un bolso y lo colgué con la intención de enfatizar el sentido integral de la propuesta. Tuvo mucha aceptación”, recuerda. De un sistema versátil a un accesorio artesanal y generoso: el camino recorrido la llevó por un viaje hacia sus propias raíces. Transitó rutas genealógicas, cosió atajos para resumir un legado criollo, el apellido patriótico y la cultura japonesa. Todo en un único bolso.
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