
Alberto Barrera Tyszka: "Venezuela tiene una revolución entre comillas"
Ganó ayer el Premio Tusquets de Novela con Patria o muerte, donde refleja sin maniqueísmos la cruda realidad de su país
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Alguna inflexión imposiblemente porteña se atisba en la conversación con el venezolano Alberto Barrera Tyszka, flamante premio Tusquets por su novela Patria o muerte. Pero no es extraño: estuvo en Buenos Aires hasta hace tres días, en el marco del Filba, donde dictó un taller sobre guión audiovisual y una conferencia sobre su doble vida como novelista (ganó el Premio Herralde con La enfermedad, de 2006) y libretista televisivo. Si la semana última, en su diálogo con LA NACION, se centró en revelar su extraña vida como script doctor, o "arreglador de ficciones enfermas", como la definió, ahora la conversación necesariamente se enfoca en la convulsionada política de su país, eje de esta novela, que será publicada en noviembre. "El autor refleja la realidad venezolana de modo poco complaciente, reflejando las angustias y complicaciones de unas vidas condicionadas por la histeria y las tensiones de un país pendiente de un líder carismático", afirmó el jurado presidido por Juan Marsé al otorgarle el premio, de 18.000 euros.
-¿Cuánto han cambiado sus impresiones acerca de su país desde que escribió su biografía de Chávez?
-No mucho. Patria o muerte es otra cosa, está situada más en el terreno de la ficción y trata de narrar la complejidad del país alejada de la polarización. Hay ciertas versiones que definen el país en términos maniqueos, y eso se presta para hacer una suerte de reino de los estereotipos. Por suerte, la literatura es el reino de la ambigüedad. Y eso me permite a mí mostrar esa complejidad, mostrar historias humanas diversas y muy complejas en un momento crítico para Venezuela, donde estaba vulnerable alguien que se había propuesto como eje de la historia y de la sociedad.
-En Patria o muerte el cáncer vuelve a ser el adversario, como lo era en su novela La enfermedad?
-Es cierto. Me interesan las historias con heridas, la fragilidad. Y sin duda alguna la enfermedad, que es una gran injusticia le caiga a quien le caiga, es algo que me interesa. En el caso de Hugo Chávez fue muy fuerte. Fíjese que él hablaba de manera aguerrida, pero no tenía detrás una épica política. No fue un dictador, no hizo una guerrilla, aunque tenía un discurso que quería aspirar a eso. Y finalmente consiguió una épica en la enfermedad.
-Es una enfermedad que se presta particularmente a las metáforas...
-Sí, el cáncer es una metáfora para una cantidad de cosas. Ahí hay un espejo que tiene que ver también con la vida, con la idea de que vivir mata. Que la propia vida te puede consumir.
-En algún momento usted escribió que la única ideología de Hugo Chávez era el precio del petróleo. ¿Cómo definiría la de su sucesor, Nicolás Maduro?
-Muy frágil. El precio del petróleo se derrumbó y demostró que el socialismo del siglo XXI estaba sostenido sobre un petróleo a más de cien dólares el barril. Es una revolución entre comillas, que no puede darse en ningún otro país de América latina, porque tienes que tener un país importador. Apenas parpadearon los precios del petróleo, Venezuela entró en una crisis terrible. Cuando el precio del barril llegó a los 45 dólares, todo el proyecto entró en declive. Venezuela tiene ahora la inflación más alta del continente, con una gran devaluación, con una crisis social impresionante. Es el único país del continente que tiene una serie de características que lo alejan del resto. Hay una relación con la riqueza, con el Estado, con la movilidad social, que es absolutamente diferente. Piense que en Venezuela se llena el tanque con menos de un centavo de dólar. Una botella de agua mineral vale más que un tanque de combustible.
-Esa creencia en la excepcionalidad, de ser y no ser parte de América latina, está presente en muchos países del continente -ciertamente en la Argentina-, y ha sido particularmente fructífera para la literatura.
-Chávez resucitó un sueño en los venezolanos: la idea de que somos un país rico. Es decir, que no necesitamos producir riqueza, que la política sólo consiste en saber distribuir la riqueza que ya existe. Y ésa era una idea que tenía el venezolano de sí mismo, que Chávez volvió a poner sobre la mesa y que los venezolanos felices compramos.
-¿Podría caracterizar, quizás hasta en términos televisivos, la relación que existe entre Caracas y La Habana? Es uno de los ejes de Patria o muerte, ¿no es así?
-Es una relación muy rara y muy difícil. El poder que Cuba ejerce sobre Venezuela es casi inexplicable y sorprendente, casi como de dependencia: de una isla tan pequeña y tan pobre y de un país tan grande y tan rico. Y ni siquiera es un secreto: el gobierno venezolano le entregó a Cuba las oficinas de registro y notarías para que las manejara. Cuba, muy hábilmente, pudo sustituir todo lo que perdió del bloque soviético con la riqueza petrolera venezolana.
-En la crítica angloparlante existe la convicción de que la ficción es la única forma de explicar la política latinoamericana al resto del mundo. ¿Comparte esa opinión?
-Yo quisiera que la literatura pudiera ser una suerte de nuevo discurso de la historia. Un discurso distinto, otra posibilidad de leer y de acercarse a la realidad. Es decir: la ficción no se opone a la realidad, sino que la complementa.




