
Algo de ruido hace
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El salón de una casa, ambientado con muebles retro; dos hermanos adultos particularmente interconectados, que se relacionan de manera casi adolescente, y la visita imprevista de una prima, que altera las costumbres y los espacios del lugar, que parece alejado de todo.
Esta es la propuesta de Algo de ruido hace , la segunda obra –escrita y dirigida– por Romina Paula y la primera producción del Grupo Primos, compañía que integran la directora y los tres actores.
El ingreso a la obra, presentada en el Espacio Callejón como parte del VI Festival Internacional de Buenos Aires, es por el escenario: una casa incomunicada, situada en algún lugar de la costa argentina y lejos de los centros comerciales. El tamaño del equipo de música, el empapelado kitsch de las paredes, el sofá de cuero beige y la vestimenta de los dos hermanos –Nacho y el Colo– sugieren que el espacio y los personajes están detenidos en el tiempo.
El vínculo entre ellos queda demostrado desde el principio cuando, luego de pelearse infantilmente por el volúmen de la música, intercambian los pulóveres –porque uno es más prolijo para salir de la casa, algo que casi no hacen– y Nacho le aconseja al Colo sobre cómo vestirse. De pocas palabras, la complicidad entre ellos aparece en los gestos y en los movimientos.
El pequeño universo fraternal es invadido por la visita sorpresiva de una prima, moderna y charlatana, que desencaja entre los lentos movimientos de los hermanos y que destapa recuerdos olvidados de la infancia.
La sensación de que algo brusco va a pasar, de que la historia tendrá un giro violento, acompaña al espectador a lo largo de los 60 minutos de duración. Pero eso no pasa. La llegada del nuevo personaje no cambia el relato lineal y la poca acción de la obra, salvo por momentos en los que la música y el baile rompen el silencio.
Pero los actores son frescos, la escenografía es atractiva y la historia es linda. De esas que logran que uno cambie el humor y salga contento.
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