Unos 400 objetos arqueológicos han viajado en tiempo y espacio desde los suelos del Noroeste Argentino (NOA) al Museo Nacional de Bellas Artes. La institución ha incorporado a su exposición permanente una variada selección de piezas correspondientes a las culturas agroalfareras prehispánicas que habitaron la región entre los siglos V a. C. y XV de esta era. Pipas utilizadas en rituales chamánicos, urnas para el entierro de párvulos, esculturas para encarnar a los ancestros y máscaras mortuorias son solo algunos de los múltiples elementos que integran el corpus. Las piezas se distinguen de otras de uso doméstico por la excelencia de su factura y por su funcionalidad en rituales.
La curadora de la exposición, María Alba Bovisio, experta en arte prehispánico y andino, destaca la diversidad de materiales y técnicas sumamente complejas en juego. "Nos están hablando de hacedores con un alto grado de especialización y con una complejidad y exquisitez plástica notable", recalca.
Bronces fundidos y trabajados con la técnica a la cera perdida, metalurgia en oro, objetos de piedra tallada y perforada, tejidos en lana de camélidos y algodón, cerámicas pintadas y grabadas poscocción, entre otras creaciones, responden al trabajo de escultores, pintores, grabadores, tejedores, ceramistas y orfebres de diversas localidades como Aguada, Candelaria, Ciénaga o Condorhuasi.
Las piezas provienen de excavaciones no científicas y forman parte de la colección de Guido Di Tella y Mateo Bonetti –que ha pasado a dominio público–, y de un préstamo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
A través de su simbolismo e iconografía, el conjunto da cuenta de los órdenes ontológicos y cosmológicos de estas sociedades en tiempos prehispánicos. La curadora resalta la enorme variedad de imágenes complejas representadas. "Intervienen procesos como la metáfora y la metonimia, y las figuraciones humanas, de animales, e híbridas antropozoomorfas, con un juego de sustitución en el que, por ejemplo, se reemplazan manos por garras o bocas humanas por felínicas".
Bovisio explica que estas piezas no estaban destinadas a la pura contemplación estética, sino a funciones políticas y religiosas: "Investir de poder a los gobernantes, favorecer el pasaje a la vida de ultratumba, materializar a los ancestros («wakas»), vehiculizar el contacto con las deidades".
El registro arqueológico permitió asignar estas producciones a las diferentes culturas que se desarrollaron en la región en diferentes períodos: formativo, tardío, medio e incaico.
El recorrido del museo abarca distintos ejes temáticos, en los que la cerámica tiene su protagonismo. De tiempos más remotos, de las zonas de Condorhuasi y Candelaria, se conservan, entre otras, piezas destinadas a ofrendas y ajuares funerarios, y de las localidades de Vaquerías y Ciénaga, vasos, pucos y jarras con motivos incisos, algunos figurativos, de formas geométricas. Las vitrinas reúnen trabajos de cerámica negra bruñida del valle de Ambato, gris, grabada del de Hualfín, y vasijas incaicas como las "chua" o platos planos con apéndices en forma de aves.
Del trabajo en metal, se exhiben placas de bronce y hachas que funcionaban como insignias de poder, con iconografías relacionadas con animales como pumas, jaguares y yararás.
El espacio referente a textiles recoge una colección de torteros y muestra la importancia en la producción de bienes de elite, mientras que las esculturas de bulto, "suplicantes" (objetos que se aprecian polimorfos, antropomorfos y zoomorfos), máscaras, menhires y hachas emblema realizados en piedra –material simbólico que remite a la montaña– serían vehículos de encarnación de los ancestros, entidades sagradas que dan origen a la comunidad y a todas las formas de vida.
"Los suplicantes fueron hechos con una técnica sumamente compleja que implica perforar el bloque de piedra con otra piedra. Su estructura es un juego de llenos y vacíos que hace que, conforme los muevan, adquieran aspectos más humanos o más animales", señala Bovisio.
La colección se completa con otros bienes como pipas y tabletas destinadas al consumo del cebil, planta de efectos psicoactivos. Los morteros se utilizaban para moler las semillas, y en jarras y vasos se vertía la chicha. En los rituales chamánicos, los objetos eran agentes activos.
Las miniaturas realizadas en metal, piedra, hueso, fibras y cerámica ocupan otro espacio destacado en la sala. "Hay muchas hipótesis respecto de su sentido y una posible es que el mundo en miniatura estaría ligado a expresar aquellos elementos fundamentales para mantener el orden y la continuidad del cosmos".
La sala El Arte de los Antiguos Pueblos del Noroeste Argentino se puede visitar en el MNBA, Av. del Libertador 1473. Martes a viernes, de 11 a 20. Sábados y domingos, de 10 a 20.
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