Artista del claroscuro y de las emociones
Rembrandt vivió en una época turbulenta y legendaria. Turbulenta, por la sublevación contra el dominio español durante los 80 años que duró Guerra de Flandes, que encabezó Guillermo de Orange contra Felipe II. Legendaria, porque el reino de los Países Bajos, con el puerto de Amsterdam a la cabeza, fue escenario de una prosperidad sin precedente en el siglo XVII, a la que se denominó Siglo de Oro.
Ese florecimiento económico favoreció el auge de las artes y le dio un impulso vital a la pintura: los estratos de mayores ingresos deseaban verse retratados o, al menos, poseer un aguafuerte del famoso Rembrandt, nacido en Leiden el 15 de julio de 1606.
Instalado en Amsterdam, hijo de un molinero de clase media con nueve hijos, el pintor representaba con un aparente realismo a sus modelos. Se hacía eco de las imperfecciones del cuerpo humano y plasmaba la profundidad psicológica de sus personajes. Pero más que una fiel representación de la realidad, Rembrandt quiso evocar un mundo de pensamientos y sentimientos y apeló al simbolismo para provocar la reflexión del público. Buscaba las emociones humanas profundas y coronaba las figuras con pronunciados acentos de luz dorada y sombras.
El claroscuro fue el canal para tocar el nervio de la emoción y dramatizar escenas históricas, religiosas, costumbristas y las de sus famosos retratos colectivos, llenos de movimiento y detalles, y autorretratos.
Rembrandt se casó con Saskia van Uylenburgh -sobrina del marchand que lo popularizó como retratista-, a quien retrataba como Flora, la diosa romana de la juventud, la fertilidad y flores. Vivió las mieles de su reconocimiento profesional, se mudó a la que es hoy su casa museo (refaccionada en 1999, que atesora la mayor colección de aguafuertes y puntas secas del pintor), pero en lo personal el drama signó su vida: tres de sus cuatro hijos murieron al poco tiempo de nacer y luego les seguiría Saskia.
Para atender a su hijo Tito, Rembrandt contrató a Geertje Dircx, quien se convirtió en su amante. Pero el ingreso de la ama de llaves Hendrickje Stoffels cambió el panorama amoroso. Geertje lo demandó por incumplimiento de la promesa matrimonial; el artista la resarció con una pensión económica y acordó con su hermano internarla en un hospicio.
Con el camino allanado para vivir la plenitud de su amor por Hendrickje, tuvo con ella una hija, Cornelia. Rembrandt no viajó fuera de Holanda, pero conoció el mundo a través del coleccionismo, que le procuró un endeudamiento difícil de remontar. Se declaró en bancarrota y le remataron sus bienes y su casa.
Pero Rembrandt llevó la técnica del aguafuerte a su máxima expresión y con sus numerosos discípulos y la venta de sus cuadros consiguió llevar una vida digna. Quedaron para la posteridad, entre otros, su obras "La ronda nocturna", "La novia judía", "El retorno del hijo pródigo" y los retratos colectivos del sindicato de pañeros, entre otros. En su pintura tardía, dejó la precisión del trazo para pintar de manera vasta, donde resulta difícil rastrear el recorrido del pincel. Pero jamás abandonó el énfasis, con su luz blanquecina y dorada, en los detalles que se impone resaltar.
Murió a los 63 años, el 4 de octubre de 1669 y trascendió la historia del arte como el hacedor de la ilusión perfecta: un aparente realismo lleno de fantasía y simbolismos.