Chamuyo
Se ha puesto de moda, según oigo, hablar de las deudas de la democracia. La democracia es un sistema político en el que el pueblo ejerce su soberanía por medio de representantes. En ese sentido, es como la geometría; no tiene deudas, tiene axiomas. Ahora, llegado el caso, uno tiene que poner en práctica la geometría. Construir un edificio, calcular la cantidad de soja, ir a la Luna, lo que sea. Y ahí, si uno es un inepto, le falta inteligencia o simplemente estudió poco y mal, entonces habrá desde un problemita hasta una catástrofe. Pero la culpa no es de la geometría.
Como la geometría, además, la democracia tiene sus límites. No solo en nuestro sistema exageradamente presidencialista y con ciclos de elecciones del todo desquiciados (¿comicios cada dos años, en serio?), sino en cualquier nación. La democracia tiene axiomas y límites. Son claros, y están en la Constitución. Pero no tiene deudas. Las deudas son en todos los casos de (aunque no siempre en el mismo orden) los dirigentes, los funcionarios y los ciudadanos. Si uno pudiera juzgar a la democracia, asignarle un defensor, sentarla en el banquillo de los acusados, formalizar una acusación basada en pruebas, atender su defensa y emitir un veredicto, podríamos hablar de deudas. Si no, es solo chamuyo.