Claudia Piñeiro: “Hay que tomar un poco de distancia del poder”
Cuenta que tiene casi lista su próxima novela, reflexiona sobre política y habla de la experiencia perturbadora de enterarse que anticipaban su muerte
Es una gran conversadora: lo sabe. Todo relato en sus charlas incluye además un plus de guiños y humor, ya recordando su pasado como contadora, hablando de su infancia en Burzaco o, incluso, contando su reciente internación a causa de una trombosis, de la cual está totalmente recuperada. Las novelas de Claudia Piñeiro se venden mucho. Sus lectores le mandan fotos de sus libros desde diferentes lugares del mundo y para eso la buscan en las redes. Todos los días tiene mensajes en Facebook y en Twitter y los responde siempre, "aunque sea con emoticones", sonríe. Mientras corrige su última novela en la que regresa a la pura ficción luego de Un comunista en calzoncillos, una emotiva evocación de su padre, Piñeiro se dio el gusto de participar de un cameo en la adaptación de Tuya, que el director Edgardo González Amer acaba de filmar.
Yo soy la escritora que puedo ser, yo puedo ser esta escritora. No puedo ser Thomas Bernhard aunque ponga una cita suya en mi novela. Una vez me enojé con alguien que me preguntó cuál era mi receta para que a mis novelas las comprara tanta gente. ¡Yo no tengo ninguna receta! Hay mucho prurito de pensar que uno hace determinadas cosas para que le vaya bien. Yo hago lo que hago lo mejor que puedo y resulta que hay mucha gente a quien le interesa leerlo. No me preocupa tanto que a alguien no le guste lo que escribo, sí me preocupa el prejuicio. Hay gente que se me acerca y me dice: "Ay, yo no te había leído porque sos bestseller". Y yo no soy bestseller, mis libros pueden serlo. Yo soy Claudia Piñeiro.
"Si querés leer esta novela, vas a tener que mirar a mi mamá". Uso en mi literatura cosas de lo vivido si siento que hay algo potente para contar, no para reparar nada. En Elena sabe y en Un comunista…, donde trabajo las figuras de mi madre y de mi padre, sí hay algo de reparación, pero no es tan lineal. Cuando enfermó de Parkinson, mi mamá babeaba, se limpiaba con un pañuelito todo el tiempo, tenía el cuerpo encorvado, no era fácil mirarla. La gente deja de mirar como si eso fuera malo para el enfermo, pero en realidad uno deja de mirar para no perturbarse. La forma de escritura de esa novela, así, trabada, es como un foco puesto en ella, una manera de decir: si querés leer esta novela, vas a tener que mirarla.
La salud me dio la posibilidad de decir no. Tengo una compulsión a hacer todo, no sé decir que no. Me hubiera gustado que lo que pasó me cambiara más de lo que me cambió. Ese fin de semana me dolió la cabeza; siempre tuve dolores de cabeza, pero era un dolor particular; era como un sable atravesado en la cabeza. Uno de esos días yo tenía cuatro actividades en la Feria. Ricardo [Gil Lavedra, su pareja] me llevó en auto. Llegamos, me bajé y le dije: "No puedo, no puedo", pero me fui igual. Cuando llegué a la última actividad, veía a la gente, pero no entendía las cosas. Pero lo que me hizo ir al médico fue que cuando me puse a escribir no acertaba con las teclas. Algo está mal, pensé. Llamé a mi médica clínica, que me dijo: "Andate ya al Fleni y no vayas manejando". Ahí me hicieron todos los estudios menos la resonancia, que decidí dejar para otro día. Horas después, estaba en casa cuandoel brazo derecho se me fue para atrás, y sentí que la cara se me iba para el otro lado. Desde sus dos metros de altura, mi hijo me decía "No, mami. No". Yo no podía controlar mi cuerpo; quería decirle que se quedara tranquilo, pero no podía hablar. Estuve internada como diez días. Fue una trombosis cerebral, producto del uso de anticonceptivos con estrógenos. En esos días le decía a Ricardo: "Si quedo mal, no tenés ninguna obligación conmigo". Me acordaba de una película malísima de cuando era chica en la que una esquiadora queda cuadripléjica, Una ventana al cielo se llamaba. Mientras se recupera, el novio la va a visitar y ella, orgullosa de lo que había conseguido, le muestra cómo mete la mano en un bol y trata de sacar dos papas fritas sin romperlas, todo un logro para ella. Me acuerdo de la cara de horror de él viendo eso.
Saber que alguien vaticina tu muerte es perturbador. Yo estaba en la cama, leyendo una novela de Gabriela Massuh en mi iPad y se me ocurrió pasar por Twitter. Alguien me había escrito diciendo que se había asustado al leer mi página de Wikipedia y enterarse de que estaba muerta, pero que lo tranquilizó que la fecha era futura: 26/11/14 a las 16.45. Ese futuro me inquietó. Más teniendo en cuenta que a fines de noviembre termina la primera etapa de mi recuperación y evalúan cómo seguimos. Pregunté en TW si alguien sabía cómo corregirlo y un desconocido lo hizo. Igual espero que pase el 26/11/14 a las 16.45, ¡para brindar!
La política me interesa muchísimo, siempre me interesó. No así lo partidario: no fui ni seré militante. Me interesan los hechos, los escritores somos seres políticos y como comunicadores tenemos una responsabilidad. Siempre hay que tomar un poquito de distancia del poder para poder tener una mirada más crítica. Puede pasar que el partido que gobierne sea el que vos votás, pero siempre hay cosas para marcar. No hablo de criticar porque sí, sino criticar lo que se hace mal y defender lo que se hace bien, pero siempre manteniendo una distancia, no quedar pegado.
Claudia Piñeiro, 1960
A partir de un premio que la llevó a un éxito rotundo con La viuda de los jueves, Claudia Piñeiro abandonó su carrera como contadora para vivir de la literatura. Guionista, escritora de obras de teatro y de literatura infantil y juvenil, es autora de bestsellers como Tuya, Las grietas de Jara, Elena sabe, Betibú y Un comunista en calzoncillos
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