Día de la Primavera: poemas con flores de autoras argentinas para compartir hoy
El lenguaje de las flores juega un papel primordial en la literatura. En varias obras clásicas y contemporáneas, de Jane Austen a Alejandro Dumas, pasando por Maurice Maeterlinck y Diana Bellessi, las flores aportan sentidos morales, estéticos, emocionales, e incluso se pueden convertir en símbolos que condensan el significado de una obra. No es lo mismo la rosa de un soneto de Garcilaso de la Vega que la del célebre poema de Gertrude Stein, ni la de El principito de Antoine de Saint-Exupéry que la del thriller medieval de Umberto Eco. La flor es un motivo literario universal, que puede indicar tanto el valor de la belleza desinteresada como el afán de supervivencia o la fugacidad de la vida. En el Día de la Primavera del hemisferio austral y en un año marcado por la pandemia, elegimos cinco poemas de escritoras argentinas contemporáneas con flores como protagonistas.
El jardín de los milagros
Temprano en la mañana mi madre intenta
llamarme por teléfono, y en la tarde
luego me cuenta: "tan hermosa noticia
tengo", con una voz de aterciopelado
misterio, muy serena y suave anunciando
"la pequeña magnolia se abrió en dos flores
por primera vez". Hay justicia, pensé
con un agua dulce que se abría paso
en mi corazón. Esa magnolia que ella
plantó bajo la mirada de mi padre
años atrás diciéndole melancólico
"si no la verás florecer, tarda tanto"
Y yo, verano tras verano mentía
un poco o creía o pasaba revista
de las pequeñas magnolias florecidas
que supe visitar en una placita
por Colegiales, adonde robé aquella
reina blanca, perfumada y frágil que huelo
aún en la distancia como si fuera,
como si hubiera sido una hostia pascual
o el cuerpo de la amada, la comunión
con lo bello del mundo, como mi madre
lo siente ahora y lo dice en esa voz
que me parece el cantar de los cantares
Florecerá, le aseguraba, el próximo
verano, ya verás, y hoy ha sido visto,
esta vez se unieron belleza y justicia
para ganarles juntas, las dos al tiempo.
De Diana Bellessi, Tener lo que se tiene
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v
se me desgaja
el pueblo
–me despueblo
de antes y después–
como si algo de mí
expulsara
cuerpo
como si algo
destrozara raíces
y retoños
voy a morir de poca densidad
voy a morir de poca población
cuando sea
un estambre
desnudo
de sus pétalos
(amarilla, sola, derechita)
De Mónica Sifrim, El talante de las flores
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de aquí en más nos dedicamos
a cuidarle la gratitud y el peligro
a una flor muy pequeña
nacida en tierra precaria
esa que la alegría le va ganando al mar
hasta que el mar vuelva a rugir y a erguirse
queremos velar por esa mínima flor
por la seda de su sigilo y la chispa de su arrebato
nos empeñamos en protegerla de la inclemencia
permanecemos con ella hasta que pase el granizo
nos resguardamos bajo el alero de un llanto ya crecido
un llanto añoso más alto
que el eucalipto más alto del camino
más viejo que el desaire de dios clamando
en el rugido
en la orilla fulminante
con la que el mar embiste
y vuelve para siempre
De Dolores Etchecopar, El deslumbramiento
septiembre 8
Echar arena fue traumático
dos barcos descargaron
armando largas tuberías
y el terreno comenzó
a emparejarse
y pensar en las plantas
encontró la prolija
aspereza del relieve
Los vecinos decían
que la hojarasca y el barro
de las mareas luego, sedimentan
van mezclando de oscuro
ese amarillo extranjero
ese color de otras costas
en una hibridación inevitable,
después el pasto crecería
Trepadoras secas tironeé
colgadas de árboles enormes
y espinas, poco visibles,
hicieron lo suyo
sin bondad artificiosa,
pero mientras duraba el mate, vi
un arbusto medio escondido
entre una parva mustia:
un membrillo que echaba
cantidad de flores blancas,
marfiles anticipos de otras,
rodeado, como estaba, por la arena;
confabulado, el libro
que traía en mi bolso
también se situó en el sitio
del devenir:
muestra tu rostro, decía Rumi,
porque el huerto y el jardín de rosas
son mi deseo
y un sol nuboso de invierno
el desierto persa, quizás
o el amante más hostil
resistieran su pedido,
pero estas ramas se alargaron
como una cesta de mimbre
y las flores del membrillo fueron
talismanes, un nudo atado
contra la aridez
Restaba tomar la paciencia
que tienen los ojos del lugar,
nimio, el indicio alcanzaba
para agujerear la negación
y encenderla;
la tarde caía en los claros de rojo
que empezó a volcarse
como un vino temprano
De Alicia Genovese,Química diurna
Vano
me da
una blanca
flor
que no huele
la dejo
en la sombra
del agua
del jarro
De Susana Szwarc, En lo separado